Ing. Fernando Ortega San Martín, MBA
Chair del Nodo Perú – The Millennium Project
Para Lampadia
Conforme se acerca el 2030, los políticos y los académicos comienzan a pesar cuál debe ser el próximo horizonte temporal para los procesos de planeamiento global. Y al parecer, el año 2050 se viene imponiendo por la simplicidad de ser un número “redondo”. Pero, dada la velocidad del cambio tecnológico, muchos preferirían que sea un año más cercano: ¿2040?, ¿2045?
En realidad, el problema mayor radica en la capacidad que tenemos hoy de poder conocer, aunque sea a grandes rasgos, las principales características de la economía y la sociedad en la fecha escogida como horizonte temporal.
En este artículo me propongo presentar una breve descripción de las tendencias tecnológicas que aparentemente irán moldeando el futuro del próximo cuarto de siglo:
- Educación global on-line de calidad: Existiría una enorme oferta educativa en todos los niveles (desde inicial hasta doctorado) alcanzable en línea y de naturaleza global. Los estados deberían haber entendido que su rol es la provisión de talento humano actualizado y altamente competitivo a escala global.
- Economía GIG global: El trabajo formal en planilla iría quedando en el pasado para favorecer el trabajo altamente especializado y temporal (freelance) a escala global. Así se alcanzaría altas productividades, con reducción de costos para las empresas, y con mejores ingresos a los trabajadores (siempre y cuando tengan las competencias adecuadas).
- Nuevos usos de los recursos naturales: Las nuevas demandas de productos y servicios exigirán nuevos materiales e ingredientes, muchos de los cuales nacerán en los laboratorios a partir de recursos naturales. El litio, el sodio, el flúor, e incluso el cobre tendrían nuevos usos, muy diferentes a los actuales, así como las proteínas provendrían de otras fuentes distintas a la ganadería y la agricultura tradicionales.
- Economías de carbono 0 (neutral): Las energías renovables serán capaces de satisfacer las demandas de energía, por lo que la transición a una economía con emisión cero sería altamente posible, y la huella de carbono sería un elemento crucial de competitividad a la hora de la selección de los productos en los mercados.
- La prolongación de la vida: El descubrimiento de las razones por las cuales envejecemos y el origen genético de las enfermedades permitirían que los seres humanos (y más exactamente, aquellos que puedan pagar los tratamientos) superen con holgura los cien años de vida. Menudo problema para los sistemas previsionales.
- El uso comercial del espacio exterior: El turismo espacial sería una alternativa más para aquellos que desean destinos exóticos, incluso pasar unos días en la Luna. La captación de energía directamente del Sol a través de espejos fuera de la atmósfera sería una fuente inagotable a bajo costo. Y la explotación de los recursos minerales de la Luna, Marte y el cinturón de asteroides alteraría el mercado mundial de los metales.
- La inteligencia artificial general (automodificable): Salvo que se produzca y acepte una regulación global sobre los usos de la IA, al 2050 ya se habría consumado el fenómeno de la Singularidad Tecnológica descrito por Ray Kurzweil, es decir, la IA habría alcanzado todas las capacidades de la mente humana, y habríamos aprendido a convivir con ella.
- La comunicación con el pensamiento: Compartir los pensamientos y comunicarnos sin necesidad de aparatos externos sería un sentido adicional a los cinco que ya poseemos como resultado de la evolución tecnológica, no biológica, del cuerpo humano, y que nos permitiría comunicarnos con las computadoras y la IA sin inconvenientes.
- Moneda digital común: Para facilitar los negocios, pero sin la volatilidad de las criptomonedas, se desarrollaría una moneda digital aceptada internacionalmente, pero respaldada con reservas físicas privadas, con convertibilidad al mundo real. Existirían fondos virtuales de ahorro e inversión, que permitirán a las personas ahorrar en los entornos virtuales.
- Los multiversos: La capacidad de realizar actividades de todo tipo, incluso negocios, en el mundo virtual como si fuera reales permitirá ampliar nuestras formas de obtener ingresos y diversión, participando en múltiples universos virtuales simplemente usando “nicknames” (alias), con lo cual a las oficinas de impuestos les será muy difícil seguir el rastro de las operaciones para determinar la base imponible de personas naturales y jurídicas. La informalidad virtual será un dolor de cabeza para los gobiernos.
Conclusión: El futuro ya llegó. Ahora lo que nos queda es irnos adecuando a estas nuevas realidades, que irán llegando poco a poco o quizás, violentamente. Pensar que en el 2050 tendremos un mundo del 2023 “mejorado”, es el peor error que pueden cometer naciones y empresas. Lampadia