Ricardo Ruiz Caro Villagarcia
Cusco, junio del 2021
Para Lampadia
Inti Raymi, en tiempos de Pandemia
Hace un año escribí un artículo que reclamaba evitar el tono festivo que usualmente rodea las celebraciones del Inti Raymi, en solidaridad al dolor que la pandemia del Covid había traído para nuestro país y la humanidad entera. A pesar del título desafiante del artículo, las ideas expuestas en él fueron del agrado del entonces alcalde de la Ciudad, el muy recordado Ricardo Valderrama (lamentablemente fallecido en cumplimiento de su deber a causa de esta Pandemia) y de los funcionarios a cargo de EMUFEQ, quienes tuvieron la sensibilidad de recibir con agrado estos modestos aportes y otras ideas sugeridas por intelectuales y entendidos en el tema, para realizar en el año 2020 un festejo muy prudente del Inti Raymi, con un guion y despliegue muy vinculado a los orígenes de esta fiesta ancestral en sus dos funciones centrales: ofrenda y agradecimiento al divino Inti (hijo de Viracocha, Dios hacedor del mundo) y consulta a la Kallpa mediante los oráculos, como era desde el inicio de los tiempos.
Inti Raymi, en tiempos de Tormenta Política
Hoy curiosamente (y a pesar de que la Pandemia sigue desgarrando las entrañas de nuestro país) otros parecen ser los factores de perturbación que amenazan a esta fiesta Milenaria: la intromisión de usos políticos subalternos. El Inti Raymi por esencia es una fiesta unificadora, que convoca la armonía y la unidad tan necesaria en la actualidad para salir del yugo de la Pandemia; y por ello, nada sería más impertinente que su celebración sea usada exactamente para lo contrario: para agudizar la polarización que actualmente vive el país. Y eso es exactamente lo que sucedería si su conmemoración este 24 de junio (justamente en el inicio de las celebraciones del Bicentenario) es desviada para favorecer a cualquiera de las partes que se hallan aun en pugna por el proceso electoral aun inconcluso, como lo hacen ver algunas noticias aparecidas en los últimos días.
Por el bien del simbolismo y trascendencia histórica de esta fiesta, hagamos votos para que estos rumores sean solo eso (rumores) y nada ajeno perturbe su próxima celebración en el majestuoso Saqsaywaman. De no ser así, la historia y las fuerzas y potencias que aun protegen al Tawantinsuyu juzgarán a quienes irrespeten su significado milenario.
Dejando atrás los temas coyunturales que me inspiraron a retomar el artículo del año 2020, me tomo la libertad de transcribir algunos párrafos de ese primer artículo, para quienes estén interesados en tener una mirada de como pudo haber sido esta fiesta en sus orígenes:
Cápac Inti Raymi, eje del sistema ritual de celebraciones del Qosqo ancestral
Mediante los ritos y ceremonias que disciplinadamente practicaban en las 328 huacas del Cusco, el Willaq Umu y un nutrido séquito de sacerdotes y oficiantes se encargaban de mantener activa la conexión del Tawantinsuyu con las fuerzas y potencias sobrenaturales que lo protegían. Dichas huacas se organizaban en torno a una compleja trama espacial de Ceques que las interconectaban como un gigantesco khipu desplegado en el espacio bajo el soporte de un complejo tejido social de panacas encargadas del ritual y sostenimiento de cada una de ellas. El eje de todo ese sistema sagrado era sin lugar a dudas el esplendoroso Inti Raymi, en el que, tres días después del solsticio de invierno, se celebraba la victoria anual del sol sobre las tinieblas.
En medio de la guerra fratricida por la sucesión del Imperio entre los hijos de Huayna Cápac (el último Sapa Inca), las huestes de Atahualpa y sus aliados norteños cañaris exterminaron a toda la casta religiosa de oficiantes cusqueños, rompiendo esa conexión que desde el inicio del tiempo descendía desde el supremo Hanaq Pacha para proteger al Qosqo ancestral. Esa desoladora desprotección en que quedó el Tawantinsuyu hizo infructuoso todo intento por combatir la invasión, destrucción y oprobio que derrocaron al Imperio más grande que existió en esta parte del mundo.
Persistencia y reinstauración contemporánea del Inti Raymi
Con la Conquista, casi todas las grandes celebraciones del Incario fueron borradas de la memoria colectiva local, como el Capac Raymi y el Sitwa Raymi; sin embargo, la persistencia simbólica del Inti Raymi siguió siendo tan poderosa que cuando en 1572 el virrey Toledo lo abolió oficialmente, el espíritu andino encontró la forma de hacerlo pervivir en el imaginario ancestral por varios siglos bajo la vestidura del Corpus Christi. Son notables las equivalencias y concordancias conceptuales e ideográficas entre santos y divinidades andinas que demuestran este vínculo, como el parentesco simbólico entre San Cristóbal con el Rayo, que representa al templo mayor de Saqsaywaman.
En 1944, la brillante iniciativa del maestro Humberto Vidal Unda y un grupo de notables cusqueños y cusqueñistas de reponer esta celebración cuatro siglos después, logró que rápidamente el nuevo Inti Raymi se convirtiera en el símbolo mayor de un Cusco que recuperaba su memoria histórica, bajo el impulso de ese poderoso “unificador social y espiritual” que fusionó mito, historia y actualidad, vistiéndose cada año de pasado, continuidad y vanguardia. Desde ese momento, el nuevo Inti Raymi, bajo el formato de una escenificación, muy pocas veces dejó de celebrarse, sobreponiéndose incluso a los momentos del más crudo y sanguinario terrorismo que azotó al país y consolidándose en una pieza vital para la construcción simbólica de nuestra sociedad actual.
El Inti Raymi y las Fiestas del Cusco en tiempos de pandemia
Es evidente que la crisis que estamos viviendo por la pandemia y su desolador impacto en pérdidas humanas, materiales y morales hace manifiestamente impertinente cualquier forma de celebración o fiesta, como nuestras llamadas “Fiestas del Cusco”. Más aún, su percepción pública en este contexto equivaldría a un acto de frivolidad y despilfarro totalmente contraproducente con la situación global actual del país y del mundo, sin mencionar lo poco solidario que sería promocionar un espíritu de fiesta en medio del dolor y la perdida que muchos sufren en estos días.
Sin embargo, y desde otra perspectiva, quebrar en estos tiempos de pandemia la continuidad de esta celebración demostraría poca lealtad de parte nuestra hacia la identidad histórica que nos ha forjado como pueblo. No conmemorar el día del Cusco este 24 de junio a través del Inti Raymi nos privaría también de mantener la ritualidad que año a año nos permite reencontrarnos como cusqueños y restablece un nuevo ciclo de conexión de este “ombligo del mundo” con el supremo Hanaq Pacha para que nos regale su divina protección, justamente en momentos como los actuales en los que tanto la requerimos.
Volviendo a los orígenes
Responder con dignidad al compromiso que tenemos con la historia, con nuestra identidad y con nuestra tradición exigiría privilegiar el “constructo ritual” de la celebración por encima del espectáculo público, enfatizando y expresando hasta donde sea posible, en una ceremonia solemne pero austera, los roles originales de esta celebración. Nos referimos a la función del Willaq Umu como Siervo del Sol en la lectura de la Kallpa, apoyado del Punchaopvillaq para la adoración del divino astro, el Malquipvillaq para la comunicación con los difuntos Incas presentes en la ceremonia y el Quillawata Khipucamayoq en la lectura astronómica en el Muyuq Marka, la noche del solsticio de invierno, junto al Sapa Inca y los Señores de los cuatro suyus.
De esa forma lograríamos también mantener presente en la retina del mundo al Cusco y su milenaria tradición, para el momento en que las fronteras se reabran y podamos seguir transmitiendo desde Saqsaywaman, Machupicchu y todos los oráculos del antiguo Perú, el mensaje civilizatorio de uno de los principales centros creadores de la cultura universal, ese mensaje que nos pone en espera de que llegue el tiempo anunciado por el Huacapvillaq, en el cual el cuerpo del Inkari Redentor se terminará de reintegrar y nos traerá un nuevo Pachakuti[i] de prosperidad, como un ciclo perpetuo que se repite cada milenio, cada “retorno ritual del tiempo”, cada vez que el mundo se renueva…
Lampadia
[i] En la antigua tradición del Perú, y en consideración a su etimología quechua, Pachakuti significa “cuando el tiempo re renueva” o “se troca o gira”, como una forma de jalón de tiempo que sirve para organizar las cuatro Edades de la tierra.