The New York Times publicó recientemente un ilustrativo artículo en el que confirma lo que ya venimos advirtiendo en Lampadia: La última línea no miente: El fracaso mundial del Perú en los frentes sanitario y económico en la lucha contra la pandemia. El diario estadounidense destaca algo que resulta hasta cierto punto contraintuitivo que es cómo nuestro país, a pesar de haber exhibido una macroeconomía pujante en la región en las últimas dos décadas y por ende poseer los mayores recursos para paliar la presente crisis (ver Lampadia: Los beneficios del modelo), ha destacado por ser de los peores no solo en América Latina, sino del mundo en lidiar con ella.
Al respecto, The New York Times menciona: “Sin embargo, en vez de ser aplaudido como modelo, Perú se ha convertido en uno de los epicentros más críticos del coronavirus en el mundo: sus hospitales están abrumados y la gente huye de las ciudades. La crisis ha estropeado el barniz de progreso económico de Perú, y expuso la desigualdad y la corrupción fuertemente arraigadas que han obstaculizado la respuesta a la pandemia.”
Los problemas de desigualdad – referido al inadecuado y en algunos casos, inexistente, acceso de atención hospitalaria – y corrupción, que, como menciona el artículo, se han exacerbado en la presente crisis, refuerzan nuestra tesis de la existencia de un Estado disfuncional, que no solo adoleció de cumplir cabalmente con sus competencias – sin trabajar colaborativamente con el sector privado – sino que además entorpeció la reactivación de la economía con protocolos y regulaciones imposibles de acatar para la gran mayoría de empresas.
Resalta que está ya no es una crítica que proviene de académicos nacionales o de políticos de oposición, que podrían tener un sesgo en contra del gobierno, sino que es la misma prensa internacional la que ya se encuentra relevando la pésima performance de nuestro país en la presente crisis. Ello debe llamar la atención al gobierno de cambiar completamente su enfoque, que como hemos mencionado en anteriores oportunidades, pareciera estar cayendo en un juego ideológico que no lo está dejando ver con claridad la realidad del problema que enfrenta.
En el plano de la emergencia sanitaria, urge dejar de impulsar medidas planas en cuanto a la cuarentena, focalizándolas en aquellas zonas con mayores casos y muertes, y cooperar con el sector privado y las organizaciones de la sociedad civil sobretodo en lo relacionado a la provisión de alimentos a las familias más necesitadas. En el plano económico, debe darse luz verde de operación a las empresas que puedan cumplir con un mínimo, pero realista, de protocolos sanitarios para preveer los casos de contagio, y no estar persistiendo en fases económicas pensando erróneamente que los sectores son interpendientes unos de otros. Ello podría hacer que nuestro desempeño en el resto del año nos traiga mejores noticias en el plano local e internacional. Lampadia
El virus exhibe las debilidades de la historia de éxito de Perú
Una profunda desigualdad y corrupción frustraron las medidas que el país tomó al preparar la respuesta ante la pandemia
Los familiares de una posible víctima de la COVID-19 cargan su ataúd en un cementerio en las afueras del sur de Lima.
Créditos…Ernesto Benavides/Agence France-Presse — Getty Images
Mitra Taj & Anatoly Kurmanaev
NY Times
12 de junio de 2020
Traducida y comentada por Lampadia
LIMA, Perú — El presidente Martín Vizcarra siguió los mejores consejos cuando el coronavirus llegó a Perú.
Ordenó uno de los primeros y más estrictos confinamientos de América Latina y lanzó uno de los mayores paquetes de ayuda económica para facilitar a los ciudadanos que se quedaran en casa. Compartió detallados datos de salud con el público, se apresuró a agregar camas y ventiladores a los hospitales y aumentó el número de pruebas.
Con robustas arcas públicas y niveles récord de aprobación, el gobierno centrista de Vizcarra parecía estar bien preparado para enfrentar la pandemia.
Sin embargo, en vez de ser aplaudido como modelo, Perú se ha convertido en uno de los epicentros más críticos del coronavirus en el mundo: sus hospitales están abrumados y la gente huye de las ciudades. La crisis ha estropeado el barniz de progreso económico de Perú, y expuso la desigualdad y la corrupción fuertemente arraigadas que han obstaculizado la respuesta a la pandemia.
“Nos pidieron todos quedarnos en casa, pero hay muchas personas que no tienen ahorros, y eso ha sido imposible. Nos pidieron lavarnos las manos, pero solo uno de cada tres hogares pobres tiene acceso a una red de agua potable”, dijo Hugo Ñopo, investigador en el grupo de investigación GRADE. Solo la mitad de los hogares peruanos tiene refrigeradoras, agregó, lo cual obliga a muchas familias a volver a diario a los mercados abarrotados, una importante fuente de contagio.
Una paciente de la COVID-19 en hospitalización en
Lima.Credit…Sergi Rugrand/EPA vía Shutterstock
La tragedia de Perú se desarrolla en medio de una explosión más amplia del virus en América Latina, que de un remanso pasó a ser un epicentro de la pandemia en los dos últimos meses. Cerca de 1.5 millones de personas han dado positivo en la región y los expertos dicen que el número real de infecciones es mucho mayor.
Las cifras siguen aumentando de manera pronunciada y lo peor parece estar lejos de terminar. Con el invierno a punto de llegar en la parte sur de la región y la temporada de huracanes en el norte, la Organización Mundial de la Salud advirtió esta semana que las condiciones climáticas adversas podrían llevar a un nuevo aumento de las infecciones y entorpecer la respuesta a la pandemia.
Perú tiene alrededor de 6,000 muertes confirmadas de la COVID-19 y más de 200,000 infecciones, y los expertos dicen que las cifras se quedan cortas al reflejar la verdadera dimensión de la tragedia. En mayo, la tasa de mortalidad en Perú —por todas las causas— fue el doble que el promedio de los últimos años, según los datos recopilados por The New York Times, lo que sugiere un número de muertes por coronavirus de dos a tres veces la cifra confirmada por laboratorio. Muchos pacientes con síntomas fallecen sin que se les haga una prueba.
“Los resultados no han sido los que exactamente esperábamos”, dijo Vizcarra el mes pasado. “Esta no es solamente una crisis de salud, es una crisis social y económica sin precedentes”.
El presidente Martín Vizcarra ordenó una de las primeras y más estrictas cuarentenas de América Latina,
pero Perú se ha convertido en uno de los sitios más azotados por el coronavirus.Credit…Presidencia del Perú
Trabajadores de un mercado en Lima esperan la prueba de coronavirus que administra el Ministerio de Salud.
Credit…Ernesto Benavides/Agence France-Presse — Getty Images
El rápido descenso de Perú —de historia de éxito a calamidad regional— ha desanimado a sus 32 millones de habitantes y provocado un examen de conciencia nacional.
Años de fuerte crecimiento económico impulsado por las exportaciones mineras y agrícolas, así como por políticas financieras prudentes, habían convertido al país en una rara estrella en el horizonte de estancamiento latinoamericano. Bajo una serie de presidentes proempresariales, millones de peruanos escaparon de la pobreza en este siglo, lo que les permitió enviar a sus hijos a escuelas privadas, instalar agua potable o iniciar pequeños negocios.
Pero el confinamiento ha expuesto la fragilidad del progreso económico de Perú, dijo Pablo Lavado, economista de la Universidad del Pacífico en Lima. Dos décadas de crecimiento económico elevaron muchos ingresos pero no abordaron la profunda desigualdad y trajeron pocos empleos estables y poca inversión en atención médica, lo que redujo la efectividad de las medidas contra la pandemia del presidente Vizcarra.
Lavado dijo que muchos peruanos se encuentran en la misma situación que Domínguez: obligados a correr el riesgo de contraer el coronavirus en lugar de quedarse en casa y caer en la pobreza y el hambre.
Funcionarios del Ministerio de Salud rodean un cadáver
que alguien dejó en una acera de Lima.Credit…Reuters
“En Perú nos congratulábamos por empezar a ser un país de clase media”, dijo. “Pero resulta que es una clase media muy vulnerable, muy frágil”.
Otro obstáculo ha sido la corrupción arraigada que Vizcarra prometió enfrentar cuando asumió el cargo hace dos años. Tres expresidentes de Perú han estado en la cárcel en relación con una investigación en curso sobre sobornos, al igual que la líder de la oposición. Otro expresidente se suicidó el año pasado para evitar ser arrestado y otro más está encarcelado después de múltiples condenas por violaciones a los derechos humanos, malversación de fondos y abusos de poder.
Los fiscales anticorrupción han abierto más de 500 investigaciones desde que comenzó el confinamiento, el 16 de marzo, y a menudo investigan informes sobre funcionarios que se embolsaron dinero destinado a ayuda alimentaria o equipos de protección personal. Más de veinte casos tienen que ver con la policía o las fuerzas armadas.
Los programas de ayuda no han llegado a muchas de las personas que los necesitan. Sin trabajo y temerosos del virus en las ciudades abarrotadas, decenas de miles de peruanos han regresado a sus pueblos de origen, muchos de ellos a pie. Algunas personas han empezado a mendigar de puerta en puerta.
Entre los más vulnerables está el casi millón de migrantes venezolanos que desde 2016 habían llegado en masa a Perú desde su devastada tierra natal en busca de mejores condiciones de vida. No son candidatos para recibir los estipendios del gobierno y carecen de redes familiares cercanas en las cuales apoyarse, por lo que miles de ellos han emprendido el arduo viaje a pie de regreso a Venezuela.
Un sacerdote en el cementerio de El Ángel antes del funeral de una víctima de la COVID-19
en Lima.Credit…Ernesto Benavides/Agence France-Presse — Getty Images
Domínguez, quien llegó a Perú hace dos años, estaba entre los venezolanos que se quedaron.
Había ganado lo suficiente como para que él y Ponte tuvieran un segundo hijo el otoño pasado, una decisión que habían pospuesto durante años. Este año planeaba visitar Venezuela con sus primos, ansioso por presentarles a su hijo recién nacido.
Cuando una ambulancia llegó a su casa, minutos después de su muerte, los médicos le dijeron a Ponte que no disponían de pruebas para confirmar si tenía coronavirus; su esposo sería uno más entre las legiones de posibles víctimas no incluidas en el recuento oficial. Y dijeron que no tenían dónde almacenar su cuerpo.
“La ayuda no llegó. La ayuda no llegó. Yo lloraba a gritos y nadie vino”, dijo Ponte, mientras lloraba y el cuerpo de su esposo yacía en una bolsa afuera de la habitación donde estaba sentada en una cama con su hijo de diez años y su bebé de ocho meses.
“Era todo para nosotros”. Lampadia
Mitra Taj reportó desde Lima, Perú, y Anatoly Kurmanaev desde Caracas, Venezuela.