Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Exclusivo para Lampadia
En agosto de 2009, en un trabajo denominado “EL NUEVO LIBRETO AUTORITARIO LATINOAMERICANO. El fin de la democracia y el triunfo del autoritarismo mayoritarista” presentado para rendir un curso de post grado en la Universidad de Buenos Aires, explique como así “En los últimos años del siglo pasado se ha ido perfilando un nuevo libreto autoritario. La diferencia entre el primero y el segundo estaría, según este trabajo, en la importancia que ahora adquiere el factor electoral, el factor constitucional y los factores internacionales, hechos que permiten a su vez mostrar la esperanza del derecho como instrumento de límite del poder político. El trabajo no se limita al autoritarismo tradicional desde el poder. Abarca también el libreto de lo que el autor denomina como autoritarismo en las calles”.
En ese mismo trabajo se definieron los dos tipos de autoritarismos presentes, desde aquella época en la escena política latinoamericana:
“el autoritarismo desde el poder y el que está en las calles. Ambos tipos de autoritarismo darán lugar, en su momento, a su vez a dos variantes del libreto. Estas manifestaciones autoritarias son las siguientes:
- Cuando el grupo o la persona que ejerce al poder sea autoritario, y como su mandato proviene de una decisión mayoritaria (porque estamos en sociedades democráticas), lo imponga a los demás por la fuerza tanto a partidarios como a opositores, que no busque al consenso, más aún, que este le incomode; que elimine las minorías o sus canales de expresión y que rompa las formas legales para imponer sus puntos de vista, que se dice es mayoritario, en buena cuenta que incumpla los requisitos democráticos mínimos. Este proceder, a la postre, hará que este régimen pierda el calificativo de democrático y deje de ser una periferia interna, para convertirse en un anverso de la democracia”
- Cuando grupos sociales al interior de sociedades democráticas, distintos al poder central o incluso contrarios a él, buscan imponer su visión y fines políticos mediante la fuerza a otros grupos, al propio Estado o a la sociedad en su conjunto. Estos grupos actúan con la autoridad que les otorga su pretensión mayoritaria y su apelación al pueblo[1], en donde reposan su legitimidad y a partir de la cual emana su actitud autoritaria. Estos grupos, que puede tener la forma de movimientos indigenistas, asambleas populares paralelas a los poderes políticos constituidos, conglomerados sindicales o frentes de defensa o similares, dejan también de ser democráticos en tanto prescinden de muchos de los elementos mínimos del concepto de democracia y buscan el poder para ejercerlo, precisamente al margen de ellos, en procura de sus objetivos presentados como mayoritarios.
Estos dos tipos de autoritarismos, a su vez caracterizan dos tipos de autoritarismos. Unos autoritarismos desde el gobierno y otros desde las calles, cuando no se tiene el poder o se ha perdido.
Lo ocurrido estas semanas en Chile con los actos de protesta, los atentados contra su infraestructura pública, sus empresas y sus sistemas político y económico, con un nivel de violencia que se explica de manera necesaria más no suficiente en la injerencia extranjera, nos reedita la idea del autoritarismo callejero, ese según el cual grupos sociales al interior de sociedades democráticas, distintos al poder central o incluso contrarios a él, buscan imponer su visión y fines políticos mediante la fuerza a otros grupos, al propio Estado o a la sociedad en su conjunto.
Lo ocurrido en La Paz esta semana, luego de la renuncia de Evo Morales Ayma, donde hordas de partidarios de este ultimo agreden, atacan, asesinan y saquean, también nos da cuenta del estreno de una nueva función de este libreto en Bolivia. Más propiamente de un reestreno, ya que fue precisamente Morales quien paso del autoritarismo callejero con el Bloqueo de La Paz contra Gonzalo Sánchez de Lozada, al autoritarismo en el poder durante 13 años de Gobierno y regresa ahora, desde su cómodo asilo en México con la complicidad de AMLO, para buscar perturbar la transición democrática, afectar las elecciones libres y lo que es aún más cínico, ofrecer el cese de la función autoritaria si el vuelve al poder.
¿Hasta cuando América Latina deberá seguir presenciando estas funciones autoritarias? ¿Hasta cuando nuestras democracias seguirán siendo víctimas de los autoritarismos mayoritaristas?
La entereza de la ciudadanía boliviana tal vez sea el ejemplo a seguir para resistir la violencia de este autoritarismo callejero y para defender nuestras democracias y libertades en el resto de la región. El silencio, la indiferencia, la complicidad con los lugares comunes o la conformidad con las afirmaciones políticamente correctas son por el contrario, el caldo de cultivo para estos libretos autoritarismos callejeros cuyas funciones se estrenaran y reestrenarán en nuestros países. Lampadia