Alejandra Benavides
Para Lampadia
Es curioso escuchar a candidatos presidenciales, como Verónika Mendoza, hablar del Perú como si fuera un planeta aislado en el universo, adonde no hay posibilidad de movilidad de personas, bienes ni riqueza. Habiendo vivido fuera gran parte de su vida en Francia y graduarse de la carrera de psicología, resulta increíble que pretenda llegar al poder para gobernar a los peruanos a punta de restricciones a la individualidad y libertad, la concentración del poder a través de la planificación central de la economía y el control absoluto de la vida de los ciudadanos, desconociendo la naturaleza propia de cada ser humano. La señora Mendoza contempla la economía y la sociedad como una reserva estática, sin considerar que las personas siempre vamos a tener una alternativa mejor, y que ante más restricción, más movilización.
La señora Mendoza se olvida de que las personas siempre tienen la alternativa de ir adonde les “dejen ser” y donde creen que pueden cumplir sus sueños, ya sean monetarios, de tranquilidad/seguridad y alcanzar su propia felicidad. Esto lo hemos visto los peruanos, y lo seguimos viendo, con la migración masiva de venezolanos, quienes huyen de la miseria creada por el gobierno comunista de Nicolás Maduro – similar a la migración de cubanos a EEUU, salvo por las balsas. A fines del 2019, se tenía el registro oficial de 4 millones de venezolanos que salieron de su país para ir a otros países de la región, siendo Colombia (1.6 millones) y Perú (900 mil) los países con mayor absorción de inmigrantes, y que a la fecha debe ser bastante más.
Lo mismo vemos dentro de EEUU, donde por segundo año consecutivo California tiene migración negativa, con más de 130,000 personas huyendo a otros estados en 2020, en búsqueda de mejores condiciones de vida y oportunidades. Empresas como Oracle, Palantir, HP salieron de California, así como personajes destacados como Elon Musk a Austin y Miami, llevándose riqueza y capital humano a otro lado. En primer lugar, por un tema de impuestos, ya que el impuesto a las ventas es de 8% en California, mientras que en Florida es 6%, y más importante, el impuesto a la renta en California es 13.3%, mientras que en Florida no existe. En segundo lugar, el gobernador de California, Newsom, se ha mostrado anti-empresa, proponiendo beneficios distorsionadores para los trabajadores parciales del “gig economy” – como trabajadores de Uber, queriendo obligar, sin éxito, a dichas empresas a tratar a esos trabajadores como empleados permanentes. Asimismo, la influencia “progre” de California ha motivado leyes como el “rent control” (control de precio de alquileres) para no perjudicar a arrendatarios – quienes además tienen beneficios para evitar ser echados de sus casas, así como beneficios a los “homeless” (indigentes), quienes han contribuido a la inseguridad e inundado las calles de drogas.
La historia ya es sabida, pero es importante recordarles a aquellos que buscan el control absoluto, que no vivimos en un planeta aislado y que siempre podemos ir a otro lugar y aspirar a algo mejor, algo como “el sueño americano”, que no es nada más que la libertad para lograr lo que queramos.
Referencias: