Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Pocas veces reparamos en lo importante de la mística en la calidad de los servicios de los trabajadores.
En el Perú tenemos dos ejemplos opuestos para reflexionar sobre ello, uno de la falta de mística entre los servidores públicos y otro del alto nivel de mística entre los trabajadores de nuestra gastronomía.
I. La falta de mística entre los servidores públicos
Hoy es común calificar peyorativamente al servidor público como un burócrata que se sirve así mismo antes que al ciudadano que se supone debe servir. Efectivamente, como comprobamos todos los días los servicios públicos son de muy mala calidad. Hay varias razones que lo explican, como la organización, gestión e infraestructuras, pero también es notoria la falta de profesionalismo, compromiso y mística del servidor público.
Efectivamente, los servicios públicos de los maestros, médicos, enfermeras, jueces y fiscales, policías y soldados, dejan mucho que desear. Esto viene de atrás, pero no fue siempre así.
La calidad del trabajo de los servidores públicos fue destruida por la gran inflación peruana que superó el 25% anual a partir de 1975, con la dictadura militar de Velasco y llegó a 7,600% anual con García I, para ceder hacia fines de los años 90.
Me explico. En esencia el servidor público recibe ingresos fijos, 25% de inflación anual, y después 50% anual, etc., destruye su capacidad adquisitiva y lo obliga a descuidar sus funciones, para ver cómo puede conseguir otros ingresos en la calle, vendiendo empanadas o haciendo taxi.
Así, durante largos años sus ingresos por la función pública desaparecieron una y otra vez, así su preocupación principal pasó a ser la búsqueda de ingresos complementarios, que poco a poco se convirtieron en sus ingresos principales.
El propio Estado tuvo que reconocer su incapacidad de remunerar adecuadamente a los servidores públicos y empezó por reducir las jornadas de trabajo. Ejemplos claros se dieron con los maestros, enfermeras, médicos y policías, que en algunos casos pasaron a pasaron a trabajar hasta solo cuatro horas.
Poco a poco el servidor público se fue alejando de su oficio, malogrando su vocación y perdiendo la mística de trabajar para los ciudadanos. El buen maestro, como teníamos antes de Velasco, la buena enfermera y el respetable policía, dejaron de ser servidores públicos, para vivir a salto de mata, empobrecidos y despreciados por los ciudadanos.
La inflación de los militares, con sus controles de precios, sus cuotas de dólares, y la discrecionalidad del Estado para fijar arbitrariamente todo tipo de tasas, tarifas y tipos de cambio, destruyó la mística de servicio en el Estado.
En el caso de los maestros, cayeron en las garras de un sindicato reivindicativo y clasista, que hasta hoy en su estatuto se adhiere a la lucha de clases, antes que a la calidad de su magisterio. Solo así podían negociar con un Estado indolente, incapaz y corrupto (el modelo ganar-perder).
Pero en un Perú donde privilegiemos la inversión, el crecimiento y la meritocracia, podemos ofrecer a los maestros, desde la perspectiva de un modelo ganar-ganar, ser tan respetados y prósperos como los maestros de Finlandia y Japón. Solo tenemos que superar la mala política.
Tres lecciones:
- Cuidado con la inflación, carcome nuestra calidad de vida.
- Cuidado con la intervención del Estado en la economía, rompe todos los equilibrios y trae corrupción.
- Cuidado con tener funcionarios públicos mal capacitados, mal equipados y mal remunerados, los devalúa y les quita dignidad.
¡Recuperemos la ¡Mística de los servidores públicos!!!
II. La mística entre los trabajadores de nuestra gastronomía
Que diferencia la que vemos entre los trabajadores de ese inmenso e importante sector de nuestra revolución gastronómica.
Da gusto ver las expresiones de los chefs, de los asistentes, de los mozos y porteros de nuestros hoteles, restaurantes, puestos de comida y carretillas, ver sus sonrisas, su compromiso, su gusto por lo que hacen y su mística, eso que te lleva un paso más allá en la calidad de servicio.
También hemos tenido grandes avances en otros sectores, como con las agroexportaciones, que generan empleo de calidad en el espacio rural, con la minería, la pesca, el arte y la educación y salud privadas.
Recuperemos la mística de los servidores públicos. Queremos que regresen al Estado los grandes maestros, enfermeras y policías. Lampadia