Jaime de Althaus
Para Lampadia
Hoy se abren los conglomerados y centros comerciales y en 9 días más se levanta la cuarentena. Es obvio que la pandemia puede repuntar mortalmente si es que la población no ha interiorizado profundamente los comportamientos que permiten prevenir los contagios, sobre todo el distanciamiento social y el uso de la mascarilla. Es decir, si no los ha convertido en hábitos incluso inconscientes.
Para eso no basta con la adopción formal de protocolos o con las indicaciones del presidente o del gobierno. Hace falta una estrategia de cambio conductual orientada a inducir esos comportamientos para que se produzcan de manera automática, natural.
Esa estrategia existe. En el Perú ha sido diseñada por el economista conductual Enver Figueroa, sobre la base de intervenciones que en ese sentido se han realizado en Italia, China, Reino Unido, Suecia y Noruega, y de los resultados de la “Encuesta de respuestas COVID-19 para entender el comportamiento” (SCRUB) realizada por especialistas de ciencias del comportamiento de 50 países, liberada por BehaviorWorks de la Universidad de Monash de Australia.
Esa encuesta se ha realizado en tres momentos distintos y llega a conclusiones tales como que quienes cumplen menos las recomendaciones son los hombres menores de 30 años, que el cumplimiento se reduce con el tiempo, que influye mucho en el incumplimiento la norma social (si otros salen de su casa, yo también) y el rechazo a la imposición o a los mensajes coercitivos (crowding out), y el simple olvido (de no tocarse la cara o de ponerse la mascarilla, por ejemplo).
Enver Figueroa explica que los seres humanos toman 35 mil decisiones por día de las cuales el 99,7% son automáticas, y que toma muchos días desarrollar un hábito. Señala que el recuento diario de contagiados y fallecidos no forma hábitos, tampoco el culpar a los “indisciplinados”.
Respecto de las reglas que debemos cumplir para no contagiarnos, hay algunas, como lavarse las manos y cubrirse al toser, que son antiguas, nos las han enseñado desde chicos y están en el plano inconsciente, aunque no necesariamente en toda la población. En cambio “quédate en casa”, “mantén 2 metros” y “no tocarse la cara”, son reglas nuevas que están en el plano consciente, que solo las aplicamos luego de un esfuerzo consciente. Se trata de convertirlas en hábitos inconscientes precisamente.
La idea entonces, explica Figueroa, “es inducir los comportamientos inconscientes, con mensajes no impositivos, que sean aceptados”. La herramienta clave acá es el celular, que permite mediante el chip GPS que tiene incorporado, identificar los patrones de desplazamiento de las personas y a partir de ellos enviarles mensajes de texto o WhatsApp que las induzcan a los comportamientos recomendados.
Figueroa explica que así fue como Noruega atenuó considerablemente la propagación del COVID-19. Reino Unido envía 2 millones de SMS y MMS por semana. La empresa X-Mode de EEUU envía más de 60 millones por mes.
Figueroa tiene el apoyo de la Universidad de Monash y de especialistas de Reino Unido e Italia que aportarán su experiencia, y del BID. Pero requiere que el gobierno (Ministerio de Salud) acepte implementarla. Y hasta ahora no ha tenido éxito en ese cometido. No es de extrañar. Lo mismo ha ocurrido con propuestas relativas al seguimiento de contagiados y sus contactos, por ejemplo.
Requeriría entonces del apoyo de empresas privadas, comenzando con las de telecomunicaciones, que acepten llevar a cabo un estudio piloto para probar la efectividad de los mensajes, que se comprobaría si las personas receptoras salen menos a lugares concurridos y cuando están en ellos mantienen la distancia necesaria respecto de los demás.
Esta estrategia es absolutamente vital para que la apertura de la economía y el levantamiento de la cuarentena no produzcan un rebrote letal de la pandemia en el país, que tendría consecuencias aún más catastróficas para la vida y la economía de los peruanos. Tenemos que llevarla a cabo. Lampadia