Carlos Paredes Gonzales
Coordinador Nacional Sierra Productiva
Para Lampadia
El mundo se disponía a recuperarse de los daños causados por dos años de pandemia dura buscando remontar niveles de producción, empleo y calidad de vida. Nada sencillo para encarar una pobreza que en Perú se elevó de 20 a 30%. Sin embargo, la guerra de Rusia con Ucrania potenció factores negativos como la elevación de precios de la energía y fletes del transporte internacional de mercancías y agregó el desabastecimiento de granos, aceites y fertilizantes.
Naciones Unidas, mediante la FAO, comunicó al mundo que estamos ante una crisis alimentaria que tendrá manifestaciones de hambruna. Semanas después, estimando posibles impactos, se elevaron las alarmas. The Economist resaltó en su portada “catástrofe alimentaria” y otros medios internacionales señalan que la hambruna tendrá dimensiones apocalípticas.
El Perú, pre crisis alimentaria, ya tiene preocupantes expresiones de “hambre”. Se expresa en ollas comunes existentes en zonas urbanas marginales, donde hay familias que consumen sólo una comida al día. La FAO señala que 15 millones de peruanos están en riesgo de sufrir hambre.
La hambruna se presentará en las ciudades donde hay mayor concentración de habitantes, por dificultades de conseguir alimentos, por precios elevados y desabastecimiento. En la sociedad rural compuesta por 1,600 distritos predominantemente agropecuarios, los cultivos y crianzas de unidades productivas de pequeña producción campesina, continuarán siendo la principal fuente de abastecimiento.
Lo urgente y prioritario es evitar el hambre. ¿Qué hacer?
Implementar una revolución tecnológica productiva.
Se debería instalar riego tecnificado y tecnologías de altas productividades en pequeños espacios a razón de 200 mil familias campesinas por año, que lograrían seguridad alimentaria con alta calidad nutricional. A su vez, cada familia productora abastecería a 5 familias consumidoras vendiéndoles una canasta biodiversa por semana, que ese modo también lograrán seguridad alimentaria. Se conseguiría un millón 200 mil familias entre productoras y consumidoras, alrededor de 5 millones de personas, libradas de la hambruna. En 3 años, los 15 millones de personas que la FAO identifica que se encuentran en mayor riesgo, estarían protegidas y a satisfacción.
El Perú tiene 2.3 millones de unidades productivas. 97% son de pequeña producción campesina. Se estima que 2 millones de estos predios fertilizan sus tierras con abonos orgánicos. 300 mil unidades productivas se dedican a la agricultura comercial que abastece mercados mayoristas de las grandes ciudades, pero para cultivar son dependientes de agroquímicos.
Tenemos la potencialidad de incrementar la oferta de alimentos, usando fertilizantes naturales.
Primero, capacitar para que la mayoría de familias campesinas que fertilizan sus tierras con el método atrasado de esparcir estiércol seco en la chacra, den un salto en el manejo de la técnica y procedan a elaborar compost, bocashi y biol. Esto les permitirá disponer de mayores volúmenes de abonos, los terrenos serán más fértiles por la buena y abundante comida que dispondrá la vida microbiana existente en las chacras. La elevación de productividades y las bondades saludables de los frutos se constatarán de inmediato.
Segundo, las unidades productivas que ya elaboran compost, bocashi y biol, será bueno que incorporen otras prácticas como agregar harina de rocas, que resulta de chancar piedras de diversos colores, para mejorar la dotación de micronutrientes minerales. También usar fosfatos para fosfo-compost y aprender a preparar caldos minerales que son abonos orgánicos líquidos.
Tercero, saludar el nacimiento de pequeñas empresas que están elaborando abonos orgánicos y que han surgido en el Perú en base a la innovación y creatividad. De momento son 16 empresas que han constituido el Gremio Nacional de Fabricantes de Abonos y Fertilizantes Orgánicos (GRENAFAFO) que están fabricando 60 mil toneladas mensuales. Esta nueva oferta ya está disponible en el mercado peruano.
En base a esta experiencia, sería deseable que surjan alianzas estratégicas de organizaciones campesinas con Municipalidades distritales, que instalen y manejen campos de compostaje en base al tratamiento de basura orgánica constituida de desechos de los mercados que comercian alimentos y desperdicios de alimentos que día a día botan familias y restaurantes.
Es perfectamente posible construir un camino que nos conduzca a que el 100% de unidades productivas utilicen abonos y fertilizantes orgánicos.
Esta ruta, de labor de hormiga, podrá además ser generadora de grandes cantidades de puestos de trabajo y espacios propicios para la innovación científica tecnológica, que además ayude a mejorar la calidad de la educación escolarizada y la educación superior.
Esta opción es cualitativamente superior a la idea de construir una gran fábrica de fertilizantes sintéticos, que requiere inversiones millonarias, tomaría un largo tiempo en concretarla y seguiría complicando la fertilidad de los suelos de los cultivos y dando frutos que dañan la salud de las personas.
Otro gran reto es cambiar de hábitos de consumo, para reemplazar productos caros y escasos. Elaboremos pan de papa con 70% de papa estrujada que se amasa con 30% de harina de trigo natural y una dosis de levadura. Pan de camote. Pan de quinua que no requiere harina.
La principal proteína de carne que consumimos los peruanos es el pollo y somos el país número uno de América Latina en consumo de pollo con 64 millones de pollos al mes. Su crianza requiere alimentos balanceados elaborados con insumos que se compran en el extranjero, varios de los cuales estarán desabastecidos.
Un reciente censo de cuyes realizado por el INEI y MIDAGRI detectó que se tienen 18 millones de cuyes en crianza tecnificada a cargo de 800 mil familias campesinas. Como se trata de una crianza reproductiva, se estima que se venden unos 40 millones de cuyes por año. Esto puede crecer si se duplicara el número de familias criadoras.
- Además, se requiere diversificar la crianza de pollos de chacra, sin uso de balanceados.
- Potenciar el consumo de pescado fomentando acuicultura de mar y de aguas dulces.
- La selva y ceja de selva debieran ser productoras de aceites prensados al frío usando coco, sacha inchi, aguaje, castaña, ungurahui y otros frutos del bosque.
Para la producción de leche de vaca y carnes de vacunos y porcinos, igual que en el caso del pollo, las crianzas que abastecen los grandes mercados son sustentadas en alimentos balanceados cuyos insumos se compran en mercados extranjeros. Una solución pronta consistiría en innovar tecnológicamente mediante alimento en verde sin praderas, en base al forraje verde hidropónico que se produce en ambientes techados con grandes ventanales para facilitar acceso de luz difusa. Son germinados de cebada o maíz que se realizan en bandejas ubicadas en andamios y se riegan por micro pulverización. De un kilo de grano seco se obtiene 7 kilos de alimento para el ganado. Un kilo de forraje verde hidropónico equivale a 3 kilos de alfalfa. El ahorro de agua es fabuloso. Para un kilo de alfalfa en terreno se requieren 200 litros de agua, mientras que el forraje hidropónico sólo 2 litros.
La crisis alimentaria con hambruna podría convertirse en una oportunidad, para innovar, mejorar técnicas productivas, lograr seguridad alimentaria con avances en soberanía alimentaria y el crecimiento y progreso económico de un gran generador de empleo que es el sector agro alimentario.