Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Desde hace mucho tiempo nos encontramos en la discusión de cómo mejorar nuestra situación carcelaria. Para esto, es muy importante contar con las estadísticas penitenciarias y la adecuada clasificación de los internos, pues nuestra solución dependerá de las características de dichos internos.
El Perú tiene a la fecha 95,500 internos en unos 69 establecimientos penitenciarios, 80% de los cuales son hombres y a la fecha unos 51,500 tienen entre 20 y 39 años; hombres fuertes, muchos con necesidad de aprender un oficio, con capacidad de trabajar y de ganarse el sustento, mientras están en cárcel. También es cierto que unos 60,100 son reos primarios y entre ellos, unos 19,000 tienen penas de un año o menos.
Por otro lado, la desesperación de la autoridad penitenciaria es que nuestras cárceles están sobrepobladas, pues la capacidad total a la fecha bordea las 73,000 vacantes y la población penitenciaria la excede, en número globales, en más de 30%. Ante eso, inmediatamente algunos plantean soluciones efectistas, con mensaje populista, tales como: “Debemos reabrir El Frontón”. Otros piensan en términos de las soluciones como las adoptadas en El Salvador, pero debemos hacer el distingo entre el perfil de la gente de las Maras, para quienes se diseñó una super cárcel y el tipo de soluciones mixtas que podríamos desarrollar.
Un análisis de la diversidad de características de nuestros presos, debería de llevarnos a soluciones más acordes a nuestra realidad y, además, permitirá orientar mejor los recursos para resolver el problema, adecuándonos a los tiempos en que podremos actuar.
En primera instancia, debiéramos separar a esos 19,000 presos con penas menores de un año, quienes deberían ser trasladados a prisiones de mucho menor nivel de seguridad, pero sujetos a la amenaza de incrementar la severidad de la pena en caso de fuga o mal comportamiento.
Por otro lado, tenemos unos 6,000 internos que, teniendo penas superiores a los 5 años, son sentenciados por delitos contra la administración pública, contra el orden financiero, contra la fe pública, contra el Estado y la defensa nacional, delitos ambientales, contra la buena fe en los negocios o delitos contra la ecología, muchos de ellos adultos y adultos mayores, quienes no ofrecen peligrosidad y, por lo tanto, también podrían purgar prisión en cárceles de menores niveles de seguridad.
También tenemos cerca de 8,000 internos sentenciados por delitos contra la vida, el cuerpo y la salud, 80% de los cuales están por homicidio. Para ellos debemos construir una prisión de alta seguridad, separando a los de altísima peligrosidad para que purguen pena en Yanamayo, Challapalca o similar.
En consecuencia, nos quedan cerca de 53,000 internos, hombres, jóvenes con capacidad para realizar trabajo físico y que quisieran reducir el plazo de su condena, mediante redención de la pena por el trabajo.
Para ellos construiría cárceles de diferentes niveles de seguridad, en las cercanías de accidentes geográficos, que permita el trabajo en descolmatación de cauces de ríos, reforzamiento de taludes, operación de equipos de construcción de carreteras, incluso trabajo agrícola y, de esta manera podrían aprender un oficio, ganarse el sustento y reducir la pena.
Estoy seguro que me dirán, que la propuesta de trabajo va contra los derechos humanos, que es difícil de poner en práctica por razones de seguridad y muchos etc. Pero podríamos eliminar el hacinamiento en las cárceles, reducir los costos de sostenimiento de los presos que hoy es del orden de los S/25/día y que se pagarían con el producto del trabajo del interno.
Para ejecutar la propuesta referida a los reos primarios con penas de hasta un año, se podría hacer uso de varias de las grandes propiedades expropiadas por el Estado al aplicar la “pérdida de dominio” de muchos inmuebles o bien algunos cuarteles que, para fines prácticos han caído en desuso, con relativo bajo costo y gran prontitud.
Igual modalidad se aplicaría para los reos que no ofrecen peligrosidad, aunque hayan merecido penas mayores. Sin embargo, debemos ser conscientes que la delincuencia está creciendo en número y peligrosidad y, en consecuencia, debemos ir ejecutando la construcción de al menos una cárcel de alta seguridad, para reos peligrosos y, que les quite las ganas de llegar a pagar su pena en ellas.
Debemos ser creativos y muy rápidos en resolver, porque tenemos algunos penales largamente sobrepoblados y la situación se ha vuelto insostenible. Lampadia