Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Lo que hace interesante a la ciencia económica, es la abrumadora carga de lógica y sentido común requerida para comprender los fenómenos económicos.
Solía repetirnos un profesor de teoría económica que, si queríamos ser exitosos como economistas, deberíamos ocuparnos mucho de la psicología de los seres humanos. Tanto es así, que hasta existe un libro de Gary Becker (premio Nobel de Economía 1992), titulado “Teoría económica y el comportamiento humano”, sustentando las acciones o reacciones de las personas frente a los impulsos económicos.
Por su lado, Milton Friedman (Premio Nobel de Economía 1976), reflexiona y explica cómo gastan el dinero las personas, bajo distintas circunstancias. Así, decía:
- Si gasto mi dinero en mí, buscaré minimizar el costo, pero tratando de maximizar mi beneficio.
- Si gasto mi dinero en otros, trataré sólo de minimizar el costo.
- Si gasto el dinero de otros en mí, el objetivo central sólo será maximizar mi beneficio.
- Si gasto el dinero de otros en otros, no interesa ni el costo, ni el beneficio.
Esto lo repetía, resaltando que la figura número 4, es la típica posición del Estado y, es por eso, que debemos tener control sobre los gobiernos y evitar populismos desenfrenados.
Por otro lado, cuando uno reflexiona respecto al financiamiento de los gastos de los que hemos hablado, ocurre que:
- Si debo financiar mis necesidades con mis propios ingresos, tendré que maximizar mis esfuerzos de trabajo o empresariales, para asegurarme que pueda cubrirlas y, eventualmente, generar algún margen de ahorro para eventualidades.
- Si sé que debo financiar las necesidades de otros con el producto de mis esfuerzos, será suficiente un esfuerzo y productividad mediocre, “como para cumplir”.
- Si está garantizada la financiación de mis necesidades con el esfuerzo de otros, no hay duda que mis esfuerzos y productividad serán mínimos o nulos.
- Si debo financiar las necesidades de otros con el producto del esfuerzo de otros, seremos muy exigentes con el requerimiento a los demás (más impuestos), para asegurarnos de disponer con holgura para gastar (en lo que permita gobernar).
Por las razones anteriores, es que debemos ser muy cuidadosos con las estrategias de gobierno y planes sociales.
No dudo que habrá quien crea, que un buen plan de gobierno consiste en ampliar masivamente la cobertura de los programas de alimentación y de ingreso mínimo de la población, sin tomar conciencia de los efectos colaterales en el comportamiento humano.
Es aquí donde empieza la discusión sobre los planes de los socialistas y los liberales, por lo que debemos entrar en ese análisis.
Los liberales, a diferencia de los socialistas, demandan libertad absoluta para desarrollar ideas que solucionen algunas necesidades observadas por su creador, atraer inversión privada y desarrollar todos los proyectos que su creatividad permita. Lo bueno de este esquema, es que, como todo es competitividad, se plantearán muchas ideas y desarrollarán aquellas que los clientes potenciales (el mercado) consideren valiosas; las que fallen se descartan, pero se desarrollan y fortalecen las más exitosas. Aquí ebullen las ideas, se crean bienes y servicios, se crea oportunidades de trabajo para muchos, con capitales privados, y si fracasan, el riesgo de las pérdidas, es absolutamente privado. No se socializan las pérdidas.
Si en cambio, se sigue la vía socialista, la economía es planificada, no hay incentivo para la creatividad, ni la competencia. No hay estímulo para la inversión privada y se reduce la posibilidad de crear puestos de trabajo productivos. Si se invierte, será inversión pública, y el éxito o fracaso será socializado, por lo que a nadie le interesará las ganancias o las pérdidas. El esfuerzo por producir y maximizar beneficios será mínimo y no habrá estímulo, premio o castigo por los resultados.
Bajo estas circunstancias, “no se liberan los espíritus animales” de los empresarios, sino que todo se reduce a la pasividad del burócrata. Nadie arriesga, pues no tiene por qué arriesgar y, nadie ganará, a menos que ascienda en la escala burocrática, por designios del partido de gobierno.
El gran éxito de la economía de mercado, consiste en el ánimo permanente de búsqueda de una idea, para desarrollar un bien o servicio que resuelva un problema o satisfaga una necesidad, hasta ese momento insatisfecha. El primero que lo logre, será el creador de un monopolio temporal (hasta que salga una competencia de mejor calidad o menor precio), monopolio del que disfrutará y se enriquecerá, hasta que lo “destronen”.
Necesitamos educar para producir creadores de ideas y soluciones a necesidades insatisfechas. Debemos generar desde la sociedad, condiciones óptimas para atraer inversión privada, pues, si no somos capaces de atraer la inversión privada suficiente, nos veremos obligados a distribuir dinero a los desempleados.
Regresando al inicio del artículo, si no estimulamos la creatividad y oportunidades para que los ciudadanos puedan financiar sus propias necesidades, produciendo y gastando de manera óptima, caeremos en el peor de los mundos, esto es, la maximización del “government take” en una economía famélica, para que sea gastado mal y con dispendio para “resolver problemas sociales”.
Asegurémonos de transmitir claramente estas ideas para que, a partir de las próximas elecciones, podamos reencaminar nuestro futuro.
¡Es cuestión de sentido común! Lampadia