CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia
Ni el presidente Francisco Sagasti, ni los ministros Oscar Ugarte y Violeta Bermúdez, hablan ya de los 38 millones de vacunas chinas que estaban prácticamente empezando a llegar en este mes, según habían declarado varias veces. Ahora silencio total sobre el asunto. ¿Qué raro no?
Ahora nos cuentan que el próximo mes empezarán a llegar más vacunas Pfizer a un ritmo de 250,000 por semana. Ojalá que por lo menos llegue esa cantidad. Si fuera así, se podría terminar de vacunar a todos los ciudadanos a principios de 2025. Pero la realidad es que están llegando solo unas 50,000 por semana ahora.
También dicen que traerán la Astra Zeneca, que a pesar de los cuestionamientos parece tener un desempeño razonable.
No obstante, lo que según el Gobierno iba a permitir la vacunación rápida y masiva de los peruanos, era la china Sinopharm.
El silencio oficial actual probablemente se debe a que ya no la van traer por su poca eficacia y alto precio, que es precisamente lo que se descubrió en un programa de Willax TV de Beto Ortiz donde el doctor Ernesto Bustamante hizo una explicación didáctica y sencilla del problema.
Luego ambos han seguido aportando más elementos que apuntan en la misma dirección.
El tema es importante porque a raíz de la primera revelación, los denunciantes sufrieron un cargamontón mediático y político brutal. Medios que antes eran serios, como El Comercio, publicó editoriales lapidarios, además de numerosos artículos de opinión de supuestos observadores imparciales y reportajes negando que la vacuna china fuera mediocre y acusando a los denunciantes poco menos de traición a la patria.
El Gobierno también atacó. El presidente y sus ministros se escandalizaron por las revelaciones, lo negaron todo y dijeron que se trataba de una campaña de desinformación. Violeta Bermúdez amenazó con sanciones legales y un grupo de paniaguados del Gobierno interpuso una acción judicial contra los denunciantes.
Verónika Mendoza, por supuesto, aprovechó la ocasión para atacar la libertad de prensa y amenazar con sanciones. Julio Guzmán la siguió de cerca.
Pues ahora resulta que lo que dijeron Beto Ortiz y Ernesto Bustamante era verdad, a tal punto que el Gobierno ya retrocedió y simplemente dejó de hablar de las vacunas chinas. Naturalmente, no se atreven a reconocerlo explícitamente, porque implicaría rectificarse y darles la razón a sus críticos.
Que esas vacunas son mediocres ya lo sabe todo el mundo. El Washington Post acaba de publicar un artículo que lo confirma. (“La tercera dosis de la vacuna contra el coronavirus de Sinopharm es necesaria para algunos en los Emiratos Árabes Unidos después de una baja respuesta inmune”, 22.3.21).
La importancia de este asunto reside en que la prensa crítica, como Ortiz, y expertos como Bustamante, han ayudado a evitar una mala -y quizá corrupta- compra. Y ha quedado nuevamente al descubierto que son precisamente el Gobierno, sus medios de comunicación adictos y toda la legión de analistas y opinólogos a su servicio, los que constituyen la auténtica fábrica de mentiras en el Perú de hoy. Lampadia