Gonzalo Castro de la Mata Valdivia
Biólogo
Voluntario del ensayo clínico de la Universidad Cayetano Heredia
Para Lampadia
Fraude. Lo que empezó como una ilusión para ayudar a que lleguen las vacunas al Perú, ha terminado en una gran decepción, una raya más al tigre dentro de la colección de mentiras y fraudes que como peruanos, nos hemos acostumbrado a vivir todos los días.
Participé como voluntario en el ensayo clínico de la vacuna Sinopharm, convencido que contribuiría con mi grano de arena a la llegada de las vacunas al Perú. En setiembre, y cuando no había vacunas en el horizonte, la de Sinopharm avanzaba rápido y se vislumbraba como una opción para el Perú. La prensa informaba que los países participantes en el estudio de fase 3 serían los primeros en poder adquirirla. Por lo tanto, no tuve reparos en participar. Y si bien sentía los temores naturales por tratarse de un ensayo clínico, como exalumno de Cayetano conocía la seriedad y rigurosidad con que ahí se practica la ciencia. Además, la vacuna de Sinopharm usa la técnica del virus inactivado, un método que ha demostrado seguridad a lo largo de los años.
Al principio, todo fue como una luna de miel. Un laboratorio de primer nivel, acondicionado para examinarnos, hacernos exámenes de sangre, ayudarnos a llenar cuestionarios, etc. Durante un total de 5 visitas a la clínica, recibió dos inyecciones en un intervalo de 3 semanas. Ningún voluntario sabe que le inyectaron, pero un tercio recibimos el virus inactivo proveniente de una cepa de Beijing, un tercio el virus inactivo proveniente de una cepa de Wuhan, y un tercio el placebo. El compromiso del estudio era informarnos a fines de diciembre que habíamos recibido, y los voluntarios que habían recibido el placebo recibirían la vacuna, asumiendo que había sido aprobada.
La vacuna se aprobó en diciembre, pero llegó enero y nada. Siguieron pasando las semanas y estalló el escándalo. Resulta que 470 personas se habían vacunado sin ser parte del estudio, con las vacunas de verdad. Algunas habían recibido hasta 3 dosis. Los investigadores a cargo del estudio decidieron jugar a Dios. Eran todopoderosos, mimados por la prensa, se sentían importantes, hacían lo que les daba la gana, al margen de los protocolos, y aparentemente, al margen del alcance del Comité de Ética del estudio, como si hubieran sido los virreyes que antaño amañaban sus juicios de residencia. Y mientras tanto, los voluntarios seguíamos sin saber que pasaba.
Al día de hoy, el hecho concreto es que doce mil voluntarios nos encontramos en una situación de abandono y engaño. No hay vacunas para los placebos. Lo que es peor, y de acuerdo a la revelación que se hizo en el programa de Beto Ortiz, parece que la vacuna de Wuhan tiene una efectividad similar a la del placebo, es decir, no sirve. En otras palabras, habría que vacunar no solo a los placebos, sino también a los que recibieron la vacuna de Wuhan. Pero al no saber que hemos recibido, no podemos tomar nuestras propias decisiones. Algunos voluntarios seguramente podrían vacunarse en otros países, como algunos peruanos ya lo están haciendo. Otros, los que están en primera línea, ya hubieran podido vacunarse dentro del calendario oficial, pero no lo pueden hacer porque no saben si ya están vacunados. Y así sucesivamente.
En la Divina Comedia, Dante coloca en el octavo círculo del infierno a aquellos que usaron la malicia, de modo fraudulento, contra los que depositaron la confianza en ellos. Hay un lago de brea hirviente para los malversadores, enfermedades que deforman a los falsificadores, y mutilaciones con heridas que se abren tan bien se cierran para los sembradores de la discordia. Es lo menos que merecen los felones a cargo del estudio, aquellos que han puesto a los voluntarios del ensayo de Sinopharm en situación tan angustiosa. Lampadia