Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
El paisaje no es solamente un obsequio de la naturaleza y un legado histórico. El hombre, con su acción o su omisión, interviene en su configuración y lo preserva, modifica o destruye.
En el Perú, los peruanos hemos dejado que nuestros paisajes se vayan destruyendo paulatinamente.
En la costa, las invasiones, los basurales, los muros para insulsa publicidad electoral, los carteles publicitarios y el crecimiento urbano precario, inconcluso y feo, le ha cambiado el rostro al borde marino, de Tacna a Tumbes y especialmente en la periferia limeña.
En la selva, la deforestación de la tala ilegal y la minería ilegal, han convertido el “gran verde peruano” de nuestra Amazonía en lodazales marrones, contaminados y áridos.
En la sierra, una mala idea de progreso ha llevado a mis paisanos a renegar de la teja, el adobe y la madera, los materiales que perfilaron nuestro paisaje en armonía con el entorno natural, para sustituirlo por la bloqueta, el cemento, los pisos cerámicos convertidos en paredes y el policarbonato, en una fea combinación de emergencia urbana inconclusa y mal gusto, que no sólo está destruyendo los pueblos de la sierra sino también las carreteras, todo el paisaje rural y su potencial turístico.
URUBAMBA Y SU “PLAN DE DESARROLLO URBANO”
Lo que ocurre en Urubamba, en la sierra del Cusco, con un Alcalde cuya aspiración es convertir la Villa de Urubamba (creada en 1825 y convertida en benemérita en 1839 por Agustín Gamarra), en una ciudad de tercera, no es una novedad.
Es una muestra más, tal vez la más grave, de lo que el hombre y sobre todos sus autoridades, pueden hacer para destruir el paisaje y el futuro. Convertir el Valle Sagrado de los Incas en una “urbe” puede ser una aspiración personal o social de algunos, pero no por ello deja de ser un grave error.
El Valle Sagrado de los Incas ya está deteriorado, como toda la sierra, por la acción, la inacción y el mal gusto de sus habitantes y autoridades. No ha sido necesario que llegue el Aeropuerto de Chinchero para que lo destruya. Lo que urgía era recuperarlo, preservarlo, conservar este espacio rural como una gran reserva rural que tenga pequeños centros urbanos modernos (Urubamba, Calca) cuya emergencia y crecimiento se debe encauzar y ordenar.
Convertirlo todo en una gran urbe es un grave error de concepto. Este es un espacio rural del cual nos tenemos que sentir orgullosos y preservarlo. Es su potencial agrícola, con especies con denominación de origen y cultivos alternativos el que debe ser potenciado, no el uso irracional y efímero del suelo para fines inmobiliarios. Es su potencial turístico, compatible con su desarrollo agrícola el que debe ser protegido no espantado. Convertirlo en un todo urbano, amorfo, sobrepoblado, tugurizado, habitacionalmente denso, puede ser una medida popular entre la clientela política pero es un grave error. Convertir la carretera de Pisaq a Ollantaytambo en una fila de edificios puede ser la bendición para la edificación ilegal de algunos amigos, pero no una muestra de compromiso con el futuro ni el desarrollo.
¿Y EL TURISMO?
Ni qué decir del daño que una medida de estas termine de causar al potencial turístico del Valle Sagrado, aún existente por estar en la ruta actual a MachuPicchu, ya que ante tal degradación del paisaje, tal vez se obligue al turismo a buscar otro camino por Mollepata, Santa Teresa y Quillabamba, espacios que podrían ver en la conservación del paisaje una oportunidad que las autoridades de Urubamba no ven. Gran legado el que dejarán para la provincia: haber retirado al Valle Sagrado del eje turístico.
LA HISTORIA
Tal vez si nuestras autoridades volvieran a la historia y la leyeran, recordarían que el Valle, por su baja altitud respecto del Cusco, sus ventajas climáticas y su recurso hídrico, fue concebido por los incas como un espacio rural agrícola, incluso sagrado, antes que una zona de asentamiento poblacional vulnerable por la crecida del río Urubamba de tiempo en tiempo. La historia le podría recordar a las actuales autoridades que Manco Capac y sus antecesores poblaron el Cusco y preservaron el valle como espacio rural. También les podría recordar que los príncipes incas como Sayri Tupac no se asilaron en el Cusco poblado sino en el espacio rural de Yucay, ahora gravemente amenazado.
NOTA FINAL
Hace más de 1 siglo, en un viaje por la sierra peruana en 1912, José de la Riva Aguero reflexionó sobre el país a partir de la observación del paisaje, en lo que sería luego su libro póstumo Paisajes Peruanos. Entendió el Perú y lo describió. Tal vez nos hace falta a los peruanos y a sus autoridades, voltear, como lo hizo Riva Aguero, a ver el paisaje y reflexionar sobre el país. No es casualidad que la degradación del paisaje viene de la mano de la degradación actual de la política y la institucionalidad.
IDEAS
Hay un grave error en la regulación de la construcción. Está pensada para entornos urbanos. Para darte licencia de construcción, te exigen que tu terreno tenga “habilitación urbana”. Hablemos de “habilitación rural”, legislemos para eso de manera adecuada y flexible, pero tengamos alguna regulación, para que las construcciones en zonas rurales tengan parámetros, sin tener que convertirse en espacios urbanos previamente.
Si la ley está mal hecha, cambiémosla. La consecuencia de este estado de cosas es que la construcción rural no está regulada y para regularla hacen algo peor: vuelven en urbano lo que no debe ser. Lampadia