Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Lima, 10 de febrero de 2025
Para Lampadia
El tema preferido de los detractores de la agricultura empresarial iqueña es la sequía o escasez de agua. Conozco a varios seudo especialistas – llenos de maestrías y doctorados, eso sí – que despotrican de las empresas agroexportadoras de la región. – El consumo de agua para sus cultivos es insostenible – anuncian apocalípticamente. Y agregan – la agricultura iqueña está condenada a una sequía de muerte –.
Ahora, vamos a los hechos.
El 2 de febrero pasado, el Río Ica – a su paso por la ciudad – estuvo a punto de desbordarse.
El jueves de la semana pasada – el 6 de febrero, para ser preciso – el Río Tierras Blancas (Nasca) se desbordó, e inundó numerosas viviendas y caminos.
Hoy – a mediados de febrero de 2025 – todos los ríos de nuestro país (TODOS) están de bote a bote. Es decir, están con mucha agua.
Como se ve, luego de los anuncios agoreros, no solo no aparece la sequía, sino todo lo contrario; los ríos se cargan y los agricultores brindamos por ello.
Primera pregunta: ¿acaso no ven la gran cantidad de agua que traen nuestros ríos – todos los años, desde toda la vida, entre los meses de diciembre y abril – que se pierden en el mar? Claramente, muchos detractores de nuestra agricultura exportadora no quieren ver – seguramente por temas de soroche – la belleza de las lagunas altoandinas llenas, las pasturas de Huancavelica y Ayacucho verdes y frondosas, y el ganado sano y bien nutrido.
Al contrario… ellos sólo ven sequías. Incluso, sólo ven sequías provocadas – malamente – por empresarios “agroexplotadores”. “Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de virtudes. Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia, no trae sino disgustos, rencores y rabias.” (Gracias don Quijote… genio de genios)
Más bien, cuando acabe la temporada de lluvias 2024 / 2025, a mediados de mayo – junio próximo, entraremos al estiaje nuevamente, y (acuérdense de mí) muchos se lamentarán por la escasez de agua.
Segunda pregunta: ¿qué hicieron esos quejumbrosos para retener parte de las abundantes aguas de lluvias que tuvieron frente a sus narices y que se perdieron en el mar? La respuesta es… nada. Nada de nada.
Entonces, en vez de quejarse – más bien – hay que actuar como corresponde. Desde las cabezadas de nuestras cuencas – en hermandad entre la Costa y la Sierra, tal como lo hicimos entre Ica, Huancavelica y Ayacucho en el período 2015 / 2018 – hasta las desembocaduras de nuestros ríos en el mar, debemos llevar a cabo lo que se denomina la “Siembra y Cosecha de Agua”.
Arriba – donde más llueve – debemos construir muchos reservorios… pequeños, medianos, y grandes. No importa el tamaño, sino el volumen de agua almacenable por todos los reservorios en conjunto. De eso se trata; de guardar la mayor cantidad de aguas de lluvias posible, para disponer de ellas en los estiajes.
También debemos reforestar y revegetar todas las cabezadas y quebradas. La tala indiscriminada de bosques nativos de las últimas décadas ha dejado a nuestros cerros pelados, lo cual – ante cualquier lluvia, por más pequeña que sea – deviene en mortíferos huaicos que arrasan todo lo que encuentran en su camino. La vegetación compuesta de bosques y pastizales fungen de gigantescas esponjas naturales, que retiene las aguas de lluvias, y evitan la erosión de nuestras quebradas.
La agricultura de secano debe cederle el paso a la agricultura bajo riego. Y el riego en sí, debe tecnificarse a todo nivel. Hay que instalar aspersores de agua en las planicies y quebradas altoandinas, y riego por goteo en las partes medias y bajas de nuestros valles maravillosos.
Los acuíferos deben manejarse sosteniblemente. En efecto, el subsuelo sirve muy bien para almacenar grandes cantidades de agua. En ese sentido, los acuíferos se rellenan naturalmente; a través flujos de aguas superficiales (ríos, acequias, surcos, etc.) y artificialmente; a través de procesos de infiltración inducida, tal como se está haciendo en Ica, con resultados muy favorables.
Excepto – ¡cuándo no! – cuando la política regional corrupta e inoperante mete su cuchara en el tema. A ese respecto – una vez más – debemos deplorar el revestimiento (léase, impermeabilización) del cauce del Río Ica, que está llevando a cabo – con mucha corrupción de por medio – el Gobierno Regional. En buena cuenta, el Estado está invirtiendo una millonada (más de S/. 200 millones) en revestir con concreto el cauce del río (atentando contra la infiltración del acuífero de Ica) … en vez de construir reservorios aguas arriba, para tener agua en los estiajes, y de paso, evitar las consabidas inundaciones de la ciudad. ¡Oh corrupción… cuánta inoperancia, cuánta insensatez, cuánta coima, cuánto daño nos haces a los peruanos!
En fin. El manejo eficiente del agua implica – también – acciones administrativas innovadoras, tales como tarifas diferenciadas, o lo que en su momento planteamos como “tomas libres”. ¿Qué significa eso? Pues que en épocas de abundancia – llámese, en las temporadas de lluvias, como ahora – casi no se debe cobrar por el agua. Y todas las compuertas deben abrirse para que el agua discurra libremente por todos los cauces y acequias.
En cambio, el agua regulada; aquella proveniente de reservorios y represas debe cobrarse a tarifas que cubran los costos de inversión y distribución del agua. De esa forma, promovemos la infiltración de las aguas de avenida, para – precisamente – recargar al máximo los acuíferos, y hacer uso de las aguas subterráneas en los estiajes. Y todo ello, sin afectar las finanzas de las Juntas de Usuarios
Gracias Papa Lindo, y gracias Pachamama, porque las últimas temporadas de lluvias – incluida la actual 2024 / 2025 – hayan sido tan generosas para Ica… y para todo el Perú.
Sin embargo, también quisiera rogarles al milagrosísimo Señor de Luren y a la milagrosísima Virgencita de Yauca, que curen la sequía mental de los detractores de nuestra agricultura empresarial, quienes ven sequías apocalípticas, allí donde hay agua en abundancia.
Lampadia