Sebastiao Mendonca
Centro Wiñaq
Para Lampadia
En el Perú se ha desarrollado un relato que procura alimentar una corriente de pensamiento que plantea que los conflictos sociales, y los conflictos mineros en particular, son oportunidades para el país. En esta lógica, las poblaciones rurales son sectores sociales oprimidos, las empresas mineras son saqueadoras de las riquezas locales y abusivas con la población, y el Estado está dedicado a defender los intereses de las empresas mineras en desmedro de los derechos de la población local. Con esta interpretación social, filo-marxista, los conflictos mineros son vistos como oportunidades para cambiar una realidad injusta y cerrar asimetrías entre actores sociales. Además, los intelectuales y políticos que defienden esas interpretaciones se creen agentes justicieros a cargo de una noble causa.
Fuente: elmercantil.com.do
Sin embargo, la realidad social es bastante más compleja que esa concepción maniquea. Si vemos de cerca los conflictos sociales, y los analizamos desapasionadamente, apreciaremos que en la gran mayoría de ellos hay un alto componente de extracción de rentas de la minería (emprendedorismo destructivo), combinado con la percepción de riesgo ambiental. Existen abundantes evidencias que demuestran que el uso de la violencia es un componente muy frecuente de esos conflictos, y que ese componente de violencia es muy funcional para forzar a las empresas a acceder a las exigencias de los grupos conflictivos. Es claro, además, que, con raras excepciones, los temas ambientales son temores exagerados y exacerbados por algunas ONG o simplemente son discursos justificadores de acciones violentas, como en los casos de Tía María y Las Bambas.
Según esas corrientes de pensamiento los conflictos son inevitables, por una idea artificial de conflictividad estructural. Basados en ese supuesto ideológico, opinan que hay que dejar que los conflictos ocurran y priorizar las intervenciones en los procesos de negociación que ocurren con posterioridad de los conflictos. Creen que estos procesos de negociación, marcados por un conflicto reciente, son una oportunidad para cerrar las brechas generadas por una institucionalidad funcional a la minería y disfuncional a la población. En las negociaciones ellos consideran que es imposible llegar a las soluciones ganar-ganar, y que los costos económicos y sociales de los conflictos no son importantes o son costos colaterales justificables.
Si queremos contribuir realmente a solucionar los conflictos sociales necesitamos aprender a diferenciar las narrativas conflictivas de los motivos reales de los conflictos, y para entender los motivos detrás de las narrativas debemos observar quienes se benefician con los conflictos, quienes adquieren relevancia política o mediática, y beneficios económicos promoviéndolos.
Elaborar teorías de conflicto sin considerar esos hechos de la realidad, sin analizar como los incentivos influencian la conducta de los diversos actores, puede satisfacer el ego de algunos intelectuales, pero su contribución real al desarrollo del país es, en el mejor de los casos, poco relevante,y en la mayoría de los casos resulta siendo una distracción de los temas que realmente contribuyen al progreso social, y en el peor caso, se reduce al desarrollo conceptual de una narrativa que busca a justificar un accionar conflictivo.
Los creyentes de las teorías pro-conflicto deberían responder algunas preguntas:
- ¿Es adecuado en una democracia estimular los conflictos y la violencia para extraer rentas de la minería?
- ¿Son los conflictos sociales una forma civilizada y productiva de redistribuirlos beneficios de la riqueza generada por la minería?
- ¿Por qué creen que la conflictividad es una buena opción para la población rural?
- ¿Por qué niegan a la población rural el derecho a progresar en forma pacífica?
- ¿Acaso no es una manipulación usarlos conflictos sociales para promover los intereses políticos y económicos de grupo
s, tal como ocurre hoy en las zonas mineras?
El Perú ya ha perdido bastante con los conflictos mineros. Es tiempo de abandonar las teorías pro-conflicto, dejar de usar los conflictos para obtener rentas personales o de grupo, y buscar soluciones sostenibles.
Existen marcos teóricos alternativos a las ideologías y paquetes de métodos rigurosos para realizar esos estudios. Sólo como ilustración: Está la economía, la teoría de juegos, las teorías políticas modernas, las ciencias cognitivas, las teorías institucionales, las teorías de los movimientos sociales, los estudios sobre los conflictos no-violentos, los métodos estadísticos, etc. Hay que poner a un lado las explicaciones influenciadas por ideologías y estudiar los conflictos con ánimo sincero de resolverlos y no de aprovecharse de ellos.
No tenemos la intención de convencer a quienes se benefician con los conflictos sociales, sino de dialogar con quienes apuestan por que la minería vuelva a ser un motor de desarrollo del país y buscan el desarrollo de un marco institucional que lo viabilice. Lampadia