Alejandro Camino D.C.
Para Lampadia
Limas, 6 de octubre 2020
Iniciativa HimalAndes
Han pasado algo más de cien años para que la población de llamas en el Perú se haya reducido de unos 30 millones a menos de dos millones y medio. Paradójicamente en otros países estas poblaciones se han ido creciendo y no solo de la alpaca. Les han dado nuevas tareas que cumplen con destreza. Hoy, fuera de su habita original, en unos 15 países se crían unas 500 a 400 mil llamas, alpacas, y las poblaciones siguen creciendo. La China se ha embarcado en el desarrollo de una población de 6 millones de alpacas, con sus padrillos comprados en Australia. Hoy una buena llama padrillo en Australia puede costar unos US$25,000. En el Perú, en su territorio ancestral, se puede comprar una con 200 soles.
Nuestras exportadas llamas y alpacas han incursionado en forma creciente en la industria textil, desde sueters, abrigos, chalinas, tapices, alfombras y peluches, fuente de trabajo de asiáticos, europeos, norteamericanos y otros más. Bien alimentadas y desparasitadas producen una fibra de calidad que ya no se encuentra fácilmente en nuestros Andes. En Canadá, en menos de 20 años la población de llamas bordea los 80,000 ejemplares a las que se suman unas 30 mil alpacas, siendo su crecimiento anual de un 55%. El negocio de la fibra de alpaca y de llama va desplazando al mercado andino, su producto singular. Así como en EEUU, Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Francia, Suiza, Japón, Austria, México, Alemania, Suecia, y otros más, las llamas son un creciente negocio, con ejemplares bien alimentados y salidos como de peluquerías. Se les ve en campos de Golf reemplazando a los caddys (la llama solo defeca en “su” inodoro, no en cualquier sitio). Se crían desde México hasta Canadá para cuidar los enormes hatos de ovinos para defenderlos de zorros, logrando que ninguna oveja sea atacada. Han tenido enorme éxito y son muy solicitadas.
Asimismo, otro singular negocio es el llamado “llama theraphy”. Al igual que la equinoterapia, esta influye en procesos terapéuticos físicos y mentales ofreciendo un abanico muy amplio de posibilidades a personas con problemas físicos, psíquicos, sensoriales y comportamentales, en forma más efectiva que los caballos. Se les lleva a los pabellones de enfermos terminales de clínicas y hospitales, subiendo en ascensores hasta las mismas habitaciones de los pacientes, generando efectos sorprendentes.
Recientemente se han vuelto las estrellas dadoras de su natural inmunidad a diversos virus. Hace unos pocos años científicos venidos de otras latitudes descubrieron dos componentes de la estructura celular de la llama con propiedades para el reforzamiento de la inmunidad humana. Como siempre, fueron registradas dos patentes en el extranjero, quedando con los derechos a su explotación en manos de sus descubridores, sin beneficio alguno para el país, ni a los pastores, o para que se proteja a la especie. Hace menos de un mes, se divulga que en la Universidad Austral de Chile en consorcio con una universidad británica se investiga el potencial de estos camélidos en la lucha contra el coronavirus. Trabajando con estos nobles animales vienen desarrollando anticuerpos capaces de neutralizar al virus bloqueando al COVID19 para que no penetre en la célula. Experimentalmente son utilizados como herramientas neutralizantes del virus que causa la enfermedad del COVID-19. La noticia recorrió el mundo, en el Perú pasó inadvertida. Nadie sabe nada…
El negocio más extendido, creciendo, en el mundo hoy con las llamas son su aprovechamiento turístico para guiar y acompañar caminatas en medios naturales y parques nacionales, excursiones que duran de un día a una semana. La llama carga con carpas, mochilas, pertrechos y alimentos, avanzan pausadamente y se encariñan con los acompañantes. El costo por día es de un promedio de US$ 200, y con pernoctes y alimentos, más del doble y el triple. En el mundo tengo registradas más de 80 empresas que prestan esos servicios, un turismo creciente en Norteamérica, Europa y Oceanía. A este paso pronto lo veremos desarrollándose en los Himalaya, ya que aquel vacuno nativo del Himalaya, el yak, eco-tipo puna, es tan ligado a terrenos por encima de los 3,500 metros, de inviernos muy rigurosos, y que cuando bajan a altitudes menores se enferman. El Yak sirve, como la llama, como animal de carga, pero de su cremosa leche se producen quesos y yogurts y su pelo se teje en primorosos chales y bufandas.
En el Perú se cuenta tan solo con tres experiencias de trekking con llamas. La más destacada es Llama Pack en el Valle Sagrado del Cusco, que moviliza a unas seis comunidades de llameros ancestrales. Servicios muy esporádicos se ofrecen ya en el Colca, y en Ancash se ofrece una caminata con llamas hasta Chavín de Huántar. Ciertamente, estas caminatas acompañadas de llamas son de atractivo para extranjeros ya que el turista peruano no acostumbra aún caminar sobre su bendita tierra.
Acá, en el Perú los pocos ejemplares de llamas devaluadas van escasamente sobreviviendo ya que crecientemente se venden a camales infectos en donde se les beneficia para vender un “alpaca stake” al turista ávido de probar culinarias exóticas. Empujadas a los más pobres pastizales para dar paso a vacunos y ovinos que defecan indiscriminadamente en cualquier parte de las sobre-pastoreadas e infectadas praderas andinas, es allí donde se va inoculando en el camélido a la mortal fasciola hepática. Debilitadas y enfermas llamas y alpacas son presa de la sarna y la caracha. Los llameros, insuperables conocedores de sus llamas consuetudinarias, son el escalón más bajo de la pobreza, también peruanos de raíz, olvidados y marginados. Paradójicamente un sueco soñador y que trajo iniciativas creativas al Perú, convocaba a su proyecto con el lema de “Te llama la llama”. El peruano de llamas solo sabe que son fósforos, y que se van quemando.
Nuestro ícono Perú más significativo en el mundo, la llama, va desapareciendo, cual el suicidio en la ignorancia de una nación milenaria.
Lampadia