Jaime de Althaus
Para Lampadia
La izquierda nunca ha entendido la importancia de la propiedad. Por eso, cuestiona la ley aprobada por insistencia en el Congreso que permite formalizar la propiedad de agricultores de la Amazonia que tienen posesiones o propiedades en suelos que en principio eran de uso forestal, pero que hace mucho tiempo se convirtieron a la agricultura.
Lo que no entienden es que la formalización de la propiedad precisamente ayuda a no seguir deforestando, porque los agricultores, al tener la propiedad segura, podrán conseguir crédito para pasar a cultivos permanente o plantaciones forestales.
Es decir, podrán hacer inversiones mayores incluso en preservación ecológica, de modo que ya no tengan que migrar a otras zonas a deforestar precisamente para seguir sembrando. Titular es una manera de frenar la agricultura migratoria, de la misma manera como concesiones forestales bien gestionadas ayudan a preservar el bosque, porque impiden el ingreso de arrasadores y taladores informales.
Pero para eso se requería modificar la ley forestal, que prohíbe titular el “suelo forestal” (en lugar de prohibir titular el bosque) y que impide el cambio de uso del “suelo forestal” luego de que ese suelo ha sido en los hechos convertido en agrícola -y eventualmente abandonado-, de modo que quienes tienen terrenos agrícolas con título posesorio o de propiedad en zonas de uso forestal, ya no pueden hacer cambio de uso, y por lo tanto enfrentan el problema de permanecer en la informalidad o que su título carece de valor o puede ser revocado.
La ley aprobada regulariza esa situación consolidando la propiedad de estos predios exceptuándolos de la obligación de haber obtenido el cambio de uso antes de iniciar su explotación.
Esto permitiría asegurar derechos de propiedad para cientos de miles de productores. Entre ellos, por ejemplo, alrededor de 350,000 familias productoras de café y cacao que exportan a Europa unos 600 millones de dólares y que tenían sobre sus cabezas la espada de Damocles de una reciente norma de la Unión Europea que limita la importación de productos de café y cacao que se produzcan en suelos que hayan sido deforestados después del 31 de diciembre de 2020 y que no haya cumplido la legislación nacional, lo que implicaba que su producción se encontrara en suelo agrícola y no forestal.
Con esta ley en la práctica se consideran estas tierras de uso agrícola, lo que permitirá titularlas y formalizarlas, algo que habrá que ejecutar aceleradamente porque la ley europea entra en vigor en enero del 2025.
No solo eso. La formalización hace posible el sembrío de plantaciones forestales en zonas degradadas por la agricultura itinerante, con el positivo efecto de regenerar ecosistemas. Debería aprovecharse para lanzar un programa para invitar a invertir en plantaciones forestales.
Pero, naturalmente, ONG’s como SPDA y DAR, que prefieren vivir de donaciones conseguidas con el expediente de inventar afectaciones ambientales, ya saltaron hasta el techo y quieren hacer creer que con esta ley se está autorizando a deforestar la selva, cuando en realidad solo se aplica a quienes están cultivando en este momento o a las tierras ya degradadas -para reconstituirlas precisamente- y no a los bosques ni a futuros agricultores. Cubre solo lo ocurrido hacia atrás. Y más bien ayudará a contener la agricultura migratoria, que es la que deforesta, como hemos dicho.
Esto último es lo que concluye precisamente el ecologista más destacado del Perú, Marc Dourojeanni en un ensayo recientemente publicado:[1]
“¿Es realista pretender una deforestación cero? La revisión y discusión anterior demuestra que eso sí es posible. Como se ha descrito, existe un enorme desperdicio de tierra deforestada y habilitada para la producción. Apenas una de cada cinco hectáreas es plantada y produce cosechas cada año; las otras cuatro están abandonadas, subutilizadas o degradadas. Sin embargo, como se ha visto, la mayor parte de estas puede ser aprovechada para la producción agropecuaria o forestal —plantaciones— sostenible utilizando técnicas bien conocidas y disponibles. La principal causa de su abandono o subutilización es la falta de seguridad de la posesión de la tierra que ocuparon, que actualmente es patrimonio nacional y que por eso no puede ser privatizada. De otra parte, cada hectárea en producción actual puede rendir tanto o más del doble de lo que produce en la actualidad si dispusiera de asistencia técnica y crediticia, además de buenas vías de comunicación, entre otros servicios. La respuesta que se propone es otorgar en propiedad esa tierra deforestada a sus ocupantes y brindarles el apoyo técnico y financiero que requieren, además de concentrar la inversión en infraestructura vial en mejorar el acceso ya existente a esas tierras en lugar de dispersarla por toda la selva haciendo carreteras nuevas en bosques naturales que promueven más deforestación. Adoptar la medida de otorgar en propiedad las tierras de aptitud forestal deforestadas requiere de un cambio simple en la legislación vigente”.
Ese cambio simple es el que ha aprobado el Congreso. Sería bueno que la opinión pública nacional e internacional escuche al más reputado ecologista nacional y no a entidades que no entienden la lógica de la solución o responden a intereses particulares o políticos contrarios al bien común. Lampadia
[1] DOUROJEANNI M. (2022). (2022). «¿Es posible detener la deforestación en la Amazonia Peruana?». En A. Castro y M. I. Merino-Gómez (Eds.) Desafíos y perspectivas de la situación ambiental en el Perú. En el marco de la conmemoración de los 200 años de vida republicana. Lima: INTE-PUCP, pp. 247-285. https://doi.org/10.18800/978-9972-674-30-3.013
Enlace al libro completo: https://doi.org/10.18800/978-9972-674-30-3