Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 24 de junio de 2022
Para Lampadia
El presidente Castillo no podrá permanecer en su cargo por mucho tiempo. Me refiero a unos cuantos meses más. Hace rato cavó su tumba. Él, sólo él, y nadie más que él la cavó. En realidad, empezó a cavarla en el 2017, cuando lideró – a la bruta – la huelga magisterial de aquel año.
En aquella ocasión, Castillo demostró ser una persona sin escrúpulos.
¡Cómo olvidar las irrupciones y destrozos perpetrados por él mismo en los aeropuertos de Jauja, Cusco, Juliaca y Arequipa!
¡Cómo olvidar los bloqueos de cuantas carreteras y vías férreas se le cruzaron por el camino!
¡Cómo olvidar las pedradas y agresiones a los maestros iqueños que no acataron su huelga!
Entre paréntesis ¿con qué autoridad moral – un tipo así – pretende evitar las huelgas de transportistas y de agricultores que vienen ocurriendo en todo el país? Eso se llama: tomar de su propia medicina. En fin…
Por otro lado, Castillo se opuso tajantemente a la evaluación de los maestros. Esa fue la principal causa de su lucha magisterial. Sin embargo, como la verdad siempre sale a la luz, revelado el escándalo de su tesis trucha, queda claro que su reticencia a ser evaluado se debía a que el tipo es un ignorante. ¡Jamás habría aprobado ninguna prueba de conocimientos!
Ahora bien, la cereza de la torta la puso cuando – teatralmente… y a la voz de tírate – en plena marcha se dejó caer al suelo, para simular una agresión policial inexistente. ¡De ahí le viene el cinismo! Ahí, en ese preciso momento, Castillo empezó a cavar su propia tumba.
Luego, en el 2021, primero como candidato presidencial y luego como Presidente de la República, siguió cavando su tumba. Efectivamente, mintió, mintió… y sigue mintiendo. Castillo es un mentiroso compulsivo sin ningún propósito de enmienda, ni vergüenza, ni sentido de arrepentimiento.
Designó a lo peor de lo peor para que lo acompañaran en su organización criminal. Ahora todo el mundo sabe de las coimas en las obras del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) y en los asensos de los oficiales de las Fuerzas Armadas y Policiales. Los audios y WhatsApp que aparecen un día sí y el otro también lo involucran directamente. Así – lampeada tras lampeada – Castillo terminó de cavar su propia tumba.
Ahora sólo falta que caiga en ella. Y va caer. La pregunta es ¿cuándo? O, mejor dicho ¿qué debemos hacer para que caiga definitivamente y salgamos – por fin – de la pesadilla Castillo?
A ese respecto, debemos mantenernos firmes y vigilantes, como lo hemos sido en estos primeros meses de gobierno de Perú Libre. Es decir, denunciando la corrupción del Presidente Castillo y de su entorno, y desenmascarando la inoperancia de su equipo de gobierno. Resistiendo con paciencia, criticando en redes sociales y medios de comunicación, y protestando a voz en cuello por calles y plazas… sigamos así.
Recordemos, Castillo entró con el moño alto, y se lo tuvo que bajar en menos de lo que canta un gallo. Quiso cerrar el Congreso y no pudo. Quiso imponernos una asamblea constituyente para perpetuarse en poder y tampoco pudo. Quiso controlar el Congreso, el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas y Policiales, la prensa y hasta el clero, y no ha podido. Hasta ahora, el tiro le está saliendo por la culata.
El desempleo y – consecuentemente – el empobrecimiento de millones de peruanos le están pasando factura. El hambre – creciente – reflejado en la proliferación de ollas comunes y mendigos en las calles, hacen insostenible a este gobierno comunista, corrupto e inoperante.
Respaldemos a los congresistas que están dando la batalla por la libertad y la democracia.
Defendamos a los periodistas que se están comprando el pleito de la lucha por la verdad.
Aplaudamos a los jueces y fiscales – y policías – que contra viento y marea están investigando y confrontando a Castillo y su pandilla.
Firmeza, valentía, paciencia, perseverancia… y mucho amor por el Perú. Eso es lo que se necesita para que Castillo caiga – finalmente – en la tumba que él mismo cavó. Además, prohibido perder el buen humor. Un pisquito de vez en cuando nunca viene mal. A mal tiempo… buena cara. Ya vienen tiempos mejores. Falta poco. ¡Va caer! Lampadia