Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
El tiempo presente mandaba un gabinete de guerra para derrotar la angustia de la población, la pandemia y la crisis económica y social que ha destruido el empleo, la salud de las empresas y la caja fiscal.
Así lo esperábamos después de escuchar el discurso de investidura de Francisco Sagasti, que ofreció un gabinete pluralista.
Pero en lugar de un gabinete pluralista con capacidades ejecutivas tenemos uno de habilidades discursivas, orientado a los derechos humanos y la igualdad de género, formado por ONGs y reductos universitarios de izquierda como la PUCP y la Universidad del Pacífico.
Para la lucha contra la pandemia necesitábamos un gabinete que recogiera las experiencias internacionales exitosas para el control sanitario, y supiera enmendar los errores del gobierno de Vizcarra, empezando por adoptar el uso de las pruebas moleculares y comprometerse con la estrategia de identificación y seguimiento de los infectados. Pero el gobierno de Sagasti ha preferido mantener en el ministerio de salud a Pilar Mazzeti, que no supo contrarrestar la inclinación política del manejo de la pandemia del gobierno de Vizcarra.
El otro difícil frente que tenemos que enfrentar es el de la crisis económica y de empleo. Para hacerlo se necesitaba una orientación estratégica dirigida a reconstruir la economía. Algo que solo se podía hacer privilegiando el crecimiento del empleo y de la inversión, especialmente la inversión privada. Teníamos que flexibilizar, como mínimo, el empleo temporal, corregir los protocolos obstruccionistas, eliminar los excesos regulatorios e impulsar los grandes proyectos en irrigaciones, minería y comunicaciones.
¿Permite el perfil del gabinete prever un buen manejo de los conflictos sociales vinculados a los proyectos de inversión? ¿O un manejo equilibrado de las protestas, sin validarlas y haciendo uso legítimo de la fuerza pública?
No parece ser el caso. Por ejemplo, el flamante gobierno no ha dado ningún mensaje en cuanto las indebidas presiones contra periodistas, académicos y empresas que no se acomodan a la voluntad de los activistas políticos. Es el caso de los ataques y amenazas a Beto Ortiz, a los auspiciadores de Willax, como Blanca Chávez del Rocoto, a Juan Sheput para que se le corte la cátedra en San Marcos, las críticas absurdas contra Diego Macera, etc. etc.
La caída de nuestra economía ha sido muy abrupta y profunda. Para recuperarnos tenemos que tratar de hacerlo muy rápido, de lo contrario, la crisis nos puede acompañar por muchos años. La pobreza está creciendo de 20 a 30% de la población. El Perú tiene suficientes recursos y capacidades para volver a crecer rápido y sostenidamente, pero eso requiere una agenda asertiva y enfocarnos en movilizar las inversiones con claridad, liderazgo y comunicaciones inteligentes a la población.
No aprovechar nuestras capacidades es condenar a muchísimos peruanos a una innecesaria pobreza y postración. Repito lo dicho en otras ocasiones, pudiendo hacer las cosas bien y pudiendo superar la pobreza aceleradamente, no hacerlo, es profundamente inmoral. Lampadia