Los dimes y diretes entre los políticos de todas las tiendas de los últimos meses y, recientemente, el escándalo de la protección policial a la casa de López Meneses,han exacerbado una crisis política que ya corre riesgo de convertirse en crónica. De pronto, los peruanos y el mundo contemplan un país trenzado en batallas y guerras políticas propias de una sociedad sumergida en una crisis generalizada y sin retorno. No parecemosun país que, en la última década, ha crecido por encima del 6% anual; que ha reducido la pobreza en más de la mitad, que ha hecho retroceder la desigualdad, que se ha convertido en Campeón Mundial en el cumplimiento anticipado de los Objetivos del Milenio y que tiene uno de los mejores desempeños macroeconómicos del planeta. Al margen de quienes son los responsables y de dónde viene la crisis, es evidente que el humo de las batallas políticas está haciéndonos perder de vista los verdaderos problemas del Perú, las cosas que tenemos que hacer para mantener el crecimiento, mejorar nuestra competitividad y no perder la oportunidad de enrumbarnos seriamente hacia el desarrollo duradero, integral y sostenible.
Algunas veces nos gusta consolarnos y aceptar el dicho que nos señala que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Solemos reconocer que la economía peruana se desacelera, pero nos reconfortamos porque aún estamos entre los mejores de Latinoamérica. Sin embargo, ¿cuánto hemos perdido por no abordar la Agenda Pendiente? ¿Cuántas inversiones detenidas por la tramitología y por la falta de un clima de inversión adecuado? La lista es interminable: Desde Conga, pasando por Tía María hasta el Gasoducto del sur. ¿Cuántos puntos hemos perdido en el crecimiento? Preguntas necesarias, pero no es hora de la lamentarnos, es hora de voltear la página de la crisis política y enfocarnos en lo que vamos a llamar los “Triángulos del Futuro”.
Todos los peruanos, al margen del color político, deben apostar por otorgarle al país una buena Gobernanza. El Diccionario de la Real Academia Española define este concepto de la siguiente manera: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. ¡El Perú, pues, necesita una buena Gobernanza!
Para alcanzar ese objetivo necesitamos un buen clima de inversión, un espacio en el que la confianza se convierta en uno de los combustibles de los proyectos de inversión y emprendimientos. Para eso la política no puede entorpecer la economía. Hoy vemos un divorcio creciente entre la política y la economía. ¡Es hora de terminar con esa situación! Desde Lampadia invocamos al oficialismo y a la oposición a cancelar esta etapa de enfrentamientos y a crear un camino común para un buen clima para las inversiones.
No hay futuro para el país si es que descuidamos la formación de capital humano y no existirá capital humano si, de una vez por todas, no abordamos las reformas en Educación y Salud. Por ejemplo, si la dictadura magisterial del Sutep se sigue imponiendo en las aulas públicas, en realidad, es como si les estuviéramos cortando los brazos a nuestros niños. Sin un buen sistema educativo y buenos servicios de salud, el Perú perderá el carro de la competitividad y los logros de las últimas décadas en crecimiento y reducción de pobreza se convertirán en otra oportunidad perdida.
Mediante diversas investigaciones, AFIN ha sostenido que el déficit en infraestructuras en el país es del orden de los US$ 88 mil millones. Es decir, cualquier crecimiento de la economía se estrellará por la escasez de energía, carreteras y puertos. ¿Cuál es la razón, por ejemplo, para que proyectos como La Longitudinal de la Sierra y el Túnel Trasandino estén retrasados? Así como no podemos descuidar el capital humano, tampoco podemos postergar los proyectos de capital físico.
De igual modo, es absolutamente prioritario emprender una revolución en los aspectos institucionales del país. Tenemos que reformar el sistema político, el sistema judicial, la policía y el aparato burocrático del Estado.
Finalmente, tenemos el deber para con las próximas generaciones de poner en valor nuestros recursos naturales en bosques, pesca, minería y energía. En el artículo El reto de los economistas peruanos ante el Bicentenario hemos demostrado cuán retrasados estamos en la explotación de nuestros recursos naturales y hemos mostrado que los campeones en cuanto al Índice de Desarrollo Humano son Noruega y Australia, países que explotan su potencial de recursos naturales al máximo.La eventual disminución de ingresos por exportaciones que se registró el año pasado-dada la disminución del nivel de precios- hubiese podido ser largamente compensada por el quantum; es decir, el mayor volumen de producción que exportaríamos si desarrollamos nuestros recursos con el propósito de acercarnos a nuestro verdadero potencial, seguramente el triple de nuestra producción actual.
La historia nos demuestra que solo las sociedades que han puesto el futuro como el centro de la agenda del presente, son aquellas sociedades que han alcanzado la prosperidad, pues, de lo contrario, si ignoramos el futuro, si nos dedicamos a regar pantanos, el presente se ensombrecerá por las heridas del pasado y se apagarán las luces del futuro. En la crisis política que ha vivido el Perú estos días hay algo de eso. Es hora, entonces, de voltear páginas y mirar el mañana.