Fernando Rospigliosi
CONTROVERSIAS
Para Lampadia
La anunciada “toma de Lima” solo tiene por objetivo producir violencia, en lo posible muertos y heridos, para intentar mantener viva la mortecina llama del rechazo a Dina Boluarte. No obstante, está destinada al fracaso, como naufragaron los anteriores intentos, a pesar de la enorme desaprobación del Gobierno, que refleja el descontento de la mayoría.
Va a salir mal en el sentido que no van a poder movilizar a grandes masas, ni van a alcanzar su objetivo de derrocar a Boluarte y convocar elecciones adelantadas. Su propósito de obtener muertos heridos dependerá de la capacidad de las fuerzas del orden para controlar a los violentistas, pero sobre todo, de la decisión y la pericia del Gobierno, que en anteriores oportunidades ha mostrado incompetencia y debilidad.
Lo curioso ahora es la incapacidad de los comunistas y violentistas de toda laya que, en este caso aliados de los caviares, no pueden movilizar a las masas a pesar de todos los problemas que sufren las mayorías: desempleo, bajos ingresos, delincuencia, plagas, etc.
Parecen existir varias razones para ello.
En primer lugar, la falta de liderazgo. No hay un caudillo ni una organización que sea capaz de dirigir y representar la insatisfacción popular. Son muchos grupos y aspirantes a caciques que se disputan la dirección. Y si alguno descuella, habrá varios tratando de hundirlo.
Peor aún, sus antiguos cabecillas, los que están hoy en la vitrina –congresistas, jefes de partidos como Vladimir Cerrón o Verónika Mendoza- están completamente desacreditados, tanto por su absoluto fracaso al ser parte del corrupto gobierno de Pedro Castillo, como por las sucias componendas en las que están involucrados.
En segundo lugar, los objetivos que plantean son inalcanzables, por lo menos en las circunstancias actuales. Ya se demostró durante las violentas algaradas de meses atrás y no hay ninguna razón para que sea distinto ahora. No tienen un programa de reivindicaciones que motiven a la gente y que sea posible conquistar con movilizaciones, aunque sean violentas.
En tercer lugar, el ánimo de la población no es de flamígera indignación, sino de resignación, cinismo, pasividad. Es decir, el rechazo no solo al Gobierno sino a los políticos y al Estado se puede manifestar en las encuestas o en expresiones atrevidas y procaces, pero la mayoría está más interesada en sobrevivir como pueda, que en tratar de realizar grandes transformaciones políticas, cosa que parece imposible ahora.
Así las cosas, lo que realmente pretenden los organizadores de la asonada es mantenerse ellos en vigencia, haciéndose notar en el curso de los alborotos que promueven. Y conseguir muertos y heridos para acusar a las fuerzas del orden y al Gobierno de asesinato, al tiempo que las ONG y activistas políticos que viven de la supuesta defensa de los DDHH y la democracia, pueden seguir ordeñando a sus financistas del primer mundo, cosa que se está dificultando en época de vacas flacas. Lampadia