Eduardo Ponce Vivanco
Ex Vicecanciller de la República
Para Lampadia
Aunque en sus primeros años fue pastor de llamas, lo que empujó a Morales al sindicalismo fue la coca del Chapare boliviano en la provincia de Cochabamba, donde se convirtió en un desaforado sindicalista para defender el insumo matriz de la cocaína que inunda los mercados mundiales y es causa de la adicción que atormenta y envilece la vida de tantas personas.
Su sindicato creció como un árbol frondoso, transformado luego en Movimiento por la Soberanía de los Pueblos y luego convertido en el Movimiento al Socialismo, el MAS, que lo haría diputado por Cochabamba en 1997.
Compitió como candidato con el brillante empresario y economista Gonzalo Sánchez de Lozada, al que derrotó.
Se mantuvo en la presidencia de Bolivia del 2005 al 2019, cuando tuvo que partir al exilio que México le ofreció para escapar de la trama truculenta que había orquestado para perpetuarse en el poder.
Había conseguido que se aprobara una interminable Constitución que estableció un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, que establecía el derecho del primer mandatario a ser reelegido por el período siguiente.
No obstante, Morales maquinó la normativa constitucional para gobernar un tercer y cuarto mandatos, a pesar que un referéndum se opuso mayoritariamente a su última reelección, lo que dio lugar a violentos enfrentamientos políticos.
El prolijo Informe de la importante Auditoría Electoral solicitada por el propio gobierno boliviano a la OEA puso en evidencia el manejo sucio del Tribunal Electoral para favorecer la reelección. La situación de zozobra que se generó fue cada vez mayor, hasta que las propias Fuerzas Armadas recomendaron la renuncia del presidente.
Es así como Evo abandonó Bolivia para asilarse en México, acompañado de su inseparable vicepresidente y maestro Álvaro García Linera, el cerebro creador del cáncer de la “plurinacionalidad”, caballo de batalla de la subversión que Morales promueve descaradamente en el sur del Perú, en complicidad con el Gobernador de Puno y otros antipatriotas que pretenden desmembrar a la Nación.
La prensa del 28 informa de una verdadera revuelta de los pueblos aymaras en todo el sur de Puno, designándola como un segundo “aymarazo”. Han tomado las carreteras y han llegado al extremo de bloquear el libre tránsito con la construcción de rejas de metal a lo ancho de las vías. Las exigencias son extremas, como la salida de la presidente Boluarte y la monserga de la asamblea constituyente que, según prueban las encuestas, es de última prioridad para la mayoría de peruanos.
Pero lo más indignante para todos es la perentoria exigencia del Gobernador de Puno, autoridad regional que, increíblemente, pretende la anexión de ese departamento peruano a Bolivia.
Tanto este funcionario como el extraviado ciudadano arequipeño Felipe Domínguez están incurriendo en los delitos tipificados como “Atentados contra la independencia o integridad del Estado” y “Traición” según los artículos 325º y 326º del Código Penal por los que deberían ser acusados sin contemplaciones, teniendo presente que esta insurrección es parte del proyecto “plurinacional” de Evo Morales. Un descarado intento de revolución que cuenta con el apoyo del Foro de Sao Paulo y el financiamiento de los narcóticos que cultivan los terroristas del VRAEM.
Una situación que amenaza con el desmembramiento de la Nación reclama un severo estado de sitio en Puno, la enérgica intervención de las Fuerzas Armadas y la denuncia penal de la Procuraduría del Estado, si no queremos retornar a la situación de violencia generalizada que parecía en trance de dominarse después de su período más virulento, después del desgobierno de Castillo y de su ridículo autogolpe televisivo.
Los extravíos paranoicos de Morales y el corrosivo pensamiento de García Linera han causado más problemas en Chile que su fracasada campaña para lograr un acceso soberano al Pacífico liquidado por la Corte Internacional de Justicia. La “plurinacionalidad” ha originado peligrosos enfrentamientos gubernamentales con la etnia Mapuche en la zona de la Araucanía y su extensión a territorio argentino a través de lo que ahora se denomina Wall Mapu. Muchos recuerdan en Chile la relación amistosa del presidente Boric y García Linera, vinculándola a esas derivaciones poco saludables para la nación.
Pero la primera explosión internacional del binomio Morales/García Linera tuvo lugar en Buenos Aires, desde donde tuvo el atrevimiento de convocar una reunión inaugural de “Runasur” en el Cuzco, como si fuera territorio boliviano. Un movimiento – felizmente frustrado – “para luchar por una América plurinacional, la unidad de los pueblos originarios, así como los movimientos populares y sindicales”.
Un grupo de ex Cancilleres y ex Vice Cancilleres peruanos (del que formé parte) alertó oportunamente sobre los peligros que entrañaba esta fracasada iniciativa.
Pero el hecho de que Evo Morales pensara en el Cuzco para lanzar RUNASUR (pudo haber pensado en La Paz o Sucre, en Bolivia) evidencia su enfermiza fijación con el Perú y, sobre todo, con el Sur de nuestro país. ¿No fue acaso en el Cuzco donde un gobierno anterior le permitió establecer un local partidario del MAS boliviano? ¿Y no fueron Castillo y Cerrón quienes le abrieron las puertas del país y recibieron sus nefastos consejos?
Es posible que en el fondo de la peligrosa y extraña mente de Evo Morales, el Perú sea objeto de una malsana envidia que mezcla la historia con el delirio de grandeza de un político propenso a provocar insospechadas dificultades y problemas. Es esa inocultable envidia la que hace de este personaje un enemigo de nuestro país. Lampadia