Jaime de Althaus
Para Lampadia
Algo importante ha ocurrido en estas elecciones municipales: se ha revertido la tendencia a la fragmentación política creciente que el país venía experimentando desde los años 90. Es algo que ya vaticinábamos en un artículo anterior (ver Lampadia Se revierte la tendencia a la fragmentación política), cuando descubrimos que por primera vez desde el 2002 descendía el número de candidatos al gobierno regional presentados por los movimientos regionales y subía el de los partidos. Ya producidas las elecciones, podemos ver en el siguiente gráfico cómo el porcentaje de alcaldes provinciales electos pertenecientes a partidos políticos nacionales recupera terreno luego de haber venido cayendo ininterrumpidamente desde el 2002. Pasa de un exiguo 23% el 2014 a un 43% el 2018. Lo inverso ocurre con los alcaldes pertenecientes a movimientos regionales, que habían llegado a ser el 77% el 2014 y bajan a un 57% el 2018. Las cifras del 2018 podrían variar en uno o dos puntos, porque podría haber algunas impugnaciones, pero la tendencia es clara.
El problema es que la relativa recuperación de los partidos tiene poco sentido si ella ha sido la consecuencia simplemente de un cambio normativo que eliminó los movimientos locales y puso más exigencias a la inscripción de los movimientos regionales, y no de la acción política de partidos sólidos que formen parte de un sistema partidario reconstituido. Porque tampoco se trata de tener 23 organizaciones partidarias en el territorio, la mayor parte de ellas simulacros de partido. Lo ideal es que los partidos políticos que tengan alcaldes sean los que están en el Congreso, para que haya comunicación entre los alcaldes y sus representantes parlamentarios y facilitar así la representación y solución de los problemas.
La pregunta, entonces, es cómo hacer para que este cambio positivo se convierta en una inflexión real que lleve en pocas elecciones más no sólo a una presencia efectiva de los partidos en todas las provincias y distritos, a fin de reconstruir los canales de representación e integración vertical que el país necesita para ser gobernable, sino también cómo hacemos ahora para dar inicio a una segunda tendencia tan importante como la anterior: la reducción del número absurdamente grande (23) de falsos partidos que hoy tenemos, de modo de pasar a un sistema de unos pocos que funcionen realmente como tales, dejando atrás los partidos cascarón.
¿Qué clase de partidos ganó?
¿Qué clase de partidos alcanzaron las 83 alcaldías provinciales (43%) que han ganado? Son 15 y son los siguientes:
Lo deseable hubiese sido que partidos que sí tenían cierta consistencia hubieren aprovechado este espacio recuperado para consolidarse. Pero vemos que ello no ha ocurrido en tres casos lamentables: Fuerza Popular, el APRA y el PPC, que no gana –este último- alcaldía provincial alguna. El caso de Fuerza Popular es particularmente penoso porque se trata del único esfuerzo persistente de construcción partidaria en los últimos 15 años.
Se confirmó, sin embargo, un fenómeno casi milagroso, considerando que los partidos en el Perú no suelen sobrevivir a sus fundadores: el reverdecimiento de Acción Popular (que además fue, luego de Alianza para el Progreso, el partido que más candidatos presentó a nivel nacional). Acción Popular tiene un grado de institucionalidad, pero básicamente aprovecha un logo no contaminado por la corrupción para atraer candidatos.
Del lado de la izquierda, llama la atención la desaparición electoral de Juntos por el Perú, dentro del cual participaron, entre otros, los candidatos de Nuevo Perú de Verónika Mendoza. El Frente Amplio de Arana consigue apenas 4 municipalidades provinciales, aunque una de ellas en una provincia minera importante como es Chumbivilcas. Más alcaldes (8) puso Democracia Directa, el partido de los fonavistas, en el que Gregorio Santos (ex Patria Roja) colocó varios candidatos antes de que fuera retirado de esa organización. Uno de ellos ganó en Espinar, otra provincia minera importante.
El gran triunfador de este proceso ha sido Alianza para el Progreso, de Cesar Acuña. No cabe duda que Acuña tiene una organización, tributaria del apoyo financiero y logístico de sus universidades. Pero es una organización de tipo clientelista, que aún tiene por delante la tarea de convertirse en un partido político serio.
No sabemos qué partidos finalmente quedarían si estableciéramos incentivos para ir hacia un sistema de pocos partidos relativamente estables. ¿Somos Perú es muy diferente de Acción Popular? ¿Las izquierdas se unificarían? ¿Fuerza Popular sobreviviría?
Reglas para reducir el número de partidos y fortalecerlos
Es imposible predecir. Lo que sí podemos hacer es poner reglas que lleven a reducir el número de partidos. Estas son de dos tipos:
- Incentivos positivos: sistema electoral basado en distritos electorales pequeños, uninominales o binominales, para que las agrupaciones pequeñas tengan que juntarse con otras si quieren ganar en un distrito.
- Reglas restrictivas:
- Restablecer la pérdida de inscripción si el partido no presenta candidatos a la presidencia y al Congreso, y si no pone candidatos municipales por lo menos en la mitad de las municipalidades
- Subir la valla electoral para las alianzas, que se han convertido en una manera de burlar la valla del 5%.
Al mismo tiempo debería bajarse la barrera de entrada, pues el número de firmas necesario para inscribir un partido es demasiado alto. No debe reprimirse la emergencia de corrientes renovadoras. Lo ideal es tener barreras de entrada relativamente bajas y barreras de permanencia altas.
Luego hace falta reglas para favorecer el fortalecimiento de los partidos. Serían tres:
- Eliminar el voto preferencial
- Obligar a que las elecciones internas sean organizadas por la ONPE, sobre todo si no se reducen las barreras de entrada para la inscripción de partidos, a fin de darles garantías a los ciudadanos que deseen ingresar a un partido para participar en la vida política.
- Permitir que las empresas puedan financiar, de manera pública y transparente, a los partidos políticos, y crear el mecanismo de “impuestos por partidos” para que las que las empresas puedan financiar con sus impuestos think tanks en los partidos políticos. Esto será más importante aún en la medida en que se apruebe, en el referéndum, la no reelección de los parlamentarios, como un lugar de refugio intelectual y programático para los periodos sabáticos.
Y a fin de seguir reduciendo el número de movimientos regionales, lo que debe hacerse es endurecer los requisitos para su inscripción y para su permanencia. Es algo que se hizo en alguna medida para las últimas elecciones y por eso tuvimos una disminución del número de candidatos presentados por movimientos regionales. Hay que profundizar paulatinamente ese proceso. Una medida podría ser la obligación de presentar candidatos en más de un departamento.
Conclusión
En resumen, deberíamos concentrarnos en dar las medidas necesarias para consolidar y darle contenido positivo real a esta reversión de la tendencia a la fragmentación política que se ha producido en la última elección sub nacional.
Las siguientes metas deberían ser:
- Reducir el número de partidos,
- Eliminar los partidos cascarón,
- Fortalecer los partidos que vayan quedando y
- Consolidar la tendencia a la reducción de la cantidad de movimientos regionales.
Tener un número relativamente pequeño de partidos reales presentes en todo el territorio nacional, es fundamental para integrar políticamente al país y darle gobernabilidad. Lampadia