Antes del aniversario patrio, a Vizcarra se le reclamaba gobernar. Ampliar su mira y abocarse a combatir la anemia infantil, la inseguridad ciudadana e impulsar el crecimiento de la economía.
Pero, ante su incapacidad para lograrlo, prefirió patear el tablero y buscar la profundización de la crisis política, pretendiendo recortar el período de gobierno.
Como siempre, su disculpa ha sido la intransigencia del Congreso, que no cedió, al cuestionable Poder Judicial, la definición de la impunidad de los congresistas.
En su discurso, el presidente dijo: “Esta situación tiene que cambiar. No queremos frenar el crecimiento del país, ni frenar la inversión, ni quebrar la confianza de los peruanos una vez más. No podemos seguir dándole la espalda al Perú”. Pero eso es, justamente, lo que ha hecho, frenar el crecimiento y frenar la inversión. Y por supuesto, dejar intocados los problemas de seguridad ciudadana y la lucha contra la anemia infantil, dándole la espalda al Perú.
Vizcarra no fue capaz de contagiarse del ‘espíritu olímpico’ de los Panamericanos, que llama a la armonía y el juego limpio. No, prefirió exacerbar la confrontación y crear zozobra.
No fue capaz de saludar la elección de Pedro Olaechea como presidente del Congreso, quién hizo el gesto de extender la mano y proponer el trabajo conjunto: “extiendo la mano del Congreso para trabajar juntos”. (Ver el importante discurso de Pedro Olaechea).
La impronta de Vizcarra es ciertamente cuestionable desde el punto de vista constitucional, como afirman los constitucionalistas Natale Amprimo y Domingo García Belaunde. La Carta Magna es clara al establecer que el mandato legislativo no puede ser recortado como lo propone el mandatario. Ojo que, como dice Mauricio Mulder, si se pudiera recortar el mandato, también se podría prolongar, algo evidentemente imposible.
Lo que sí es posible es acortar el mandato ante la renuncia del presidente y vicepresidente. Lo cual llevaría a que el presidente del Congreso asuma el mandato temporalmente para convocar, a la brevedad, a elecciones generales.
No puede pasar desapercibido el que las izquierdas celebraran efusivamente la propuesta del presidente, pues como bien sabemos ellas tienen una agenda disruptiva que quieren llevar hasta la convocatoria de una nueva Asamblea Constituyente. Dime con quién andas y te diré quién eres.
Otro anuncio muy criticable del discurso es el de una nueva Ley General de Minería, algo solicitado pocos días antes por el gobernador de Arequipa como parte de su actitud levantisca. Una medida muy grave y cobarde, que lleva a la inmediata paralización de la inversión minera.
Cuando se esperaba que el presidente anunciara alguna vía de solución al problema de Tía María, fuga hacia delante y se ampara en una nueva norma para no tomar decisiones.
Por otro lado, el planteamiento de Vizcarra sabotea las reformas económicas, políticas y judiciales, pues los tiempos pueden no ser suficientes y los ánimos contrarios.
El discurso del 28 de julio pasado, es sin duda uno de los peores de muy largos años. Quién sabe si desde los nefastos discursos del primer gobierno de Alan García.
Es un discurso con dos guiones, uno tradicional de recuentos y promesas, y el otro, desencajado, de ruptura del ciclo democrático.
Muy mal Vizcarra. Ahora esperamos que el congreso, bajo la conducción de Olaechea, sepa guardar las formas y cuidar escrupulosamente sus actos. Lampadia