Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
El mensaje presidencial del 28 de julio, es una extraordinaria oportunidad de comunicación y conexión con la ciudadanía. Los gobernantes que tienen claras las ideas respecto al destino que quieren para el Perú y las acciones requeridas, pueden transmitirlas con claridad esquemática y hacer ver el destino que la historia guarda para nuestro pueblo, generando su compromiso individual y colectivo para la acción.
Caso contrario, lo único que se logra es una larguísima lista de lavandería de cosas inconexas, que no captará la atención de los ciudadanos, ni estos comprenderán las ideas centrales.
Sólo cuando uno sabe lo que quiere, puede apelar a su capacidad de síntesis y abordar su mensaje con claridad y pasión. Sólo de esta forma conseguirá el compromiso de su auditorio. A contramano, este mensaje presidencial, ha sido un largo documento de 72 páginas, tomó más de tres horas, y siendo un conjunto inconexo de hechos pasados y propuestas de obras, terminó por aburrir, no sólo a los congresistas allí presentes, sino al público que quiso seguirlo por radio y televisión. El problema es pues, que “lo que no está claro en la mente, no estará claro en la lengua”.
Qué oportunidad más formidable para compartir el punto de partida, el destino que buscamos, las tareas de remediación para recuperar en el más breve plazo la situación alcanzada al 2019, antes de la pandemia, y las acciones que debemos ejecutar para llevarnos con éxito al año 2026, con una mirada al futuro, más allá de 2030 o 2050.
Pero no, en esta oportunidad se ha vuelto a recurrir a la práctica tradicional de pedirle a 19 ministerios que alcancen sus listas de obras, proyectos o tan solo las ideas del ministro y ponerlo todo junto. Ciertamente, esto, acompañado de una clara falta de rumbo y de sentido de las magnitudes, ha llevado a poner acciones de algunos cientos de millones de soles de varios “Con punche …”, junto con inversiones sin base, como mencionar un proyecto petroquímico en el sur y enorgullecerse de haber otorgado 20 certificaciones ambientales para exploración minera (no siquiera el inicio de las exploraciones), que alcanzarían a una inversión de US$316 millones. Ningún anuncio sobre la construcción de algún megaproyecto minero de los que hoy tenemos en cartera, ni siquiera del otorgamiento de certificaciones ambientales para permitir la construcción de alguno, o al menos, el esfuerzo del Estado para que algunos que cuentan con las aprobaciones legales, se puedan construir. Muy interesante hablar del destrabe de Majes-Siguas II o de Chavimochic III, de la culminación de Palo Redondo, pero no se mencionó ni el cómo, ni el cuándo y menos el con quién. Tampoco se han contemplado trabajos de descolmatación de Poechos, Gallito Ciego, San Lorenzo y Tinajones, para aumentar la acumulación de agua. Se mencionó la construcción de varias líneas de transmisión eléctrica (LT) (aquí un jalón de orejas a ministro y viceministro de energía. Las LT se definen en “kilovoltios, no en kilovatios”).
En educación, se habla de dinero para los jubilados, pero ni una palabra sobre la mejora de la calidad de la educación, ni de mayores exigencias a los maestros, ni del nuevo rol para ellos mediante el uso de nuevas tecnologías. En turismo, se habló de otro “Con punche …” de S/316 millones, pero nada sobre la generación de un ambiente social propicio, que permita atraer el turismo internacional, que nos regrese al menos a los 4.4 millones de visitantes que tuvimos en 2019, sabiendo que estamos a la mitad de esa suma. Se habló de innovación, pero ¿aprobar 500 normas técnicas es innovar? Se debía haber planteado, en cambio, un esquema de trabajo para innovación tecnológica, investigación y desarrollo, orientado a universitarios y profesionales jóvenes, financiado con los fondos provenientes del canon, que se encuentra disponible y sin uso adecuado en muchas universidades. Promover esfuerzos conjuntos de varias universidades con estudiantes talentosos, al igual que una campaña para atraer a las carreras de ingeniería a nuestros estudiantes, al igual que ofrecer las carreras técnicas que nos hace falta.
De la larga lista de obra pública, me quedan dos grandes interrogantes: ¿Tenemos los recursos económicos suficientes para su construcción? Y, de otro lado, ¿Tenemos la capacidad técnica y de gestión en el Estado para acometerla? En ambos casos la respuesta es negativa, por lo tanto, el cómo cumplir tales enunciados es fundamental.
En esencia, el mensaje presidencial no sólo debe hacer un recuento, sin tanto número, de lo ejecutado, sino que debe ser la oportunidad del líder, para compartir su visión, plantear sus objetivos y bosquejar sus estrategias y líneas de acción para promover inversión privada.
¿Alguien en el Estado ha analizado la economía global y su situación?
¿Alguien ha identificado las necesidades específicas de países del primer mundo, ante la crisis de la guerra de Ucrania y nuestras oportunidades de invertir y crecer?
¿Hemos considerado posibilidades de estimular, que inversiones americanas, alemanas u otras en China, puedan trasladarse a Perú y plantearles alianzas estratégicas?
Muchos políticos, especialmente de izquierda, se llenan la boca denostando el modelo “primario exportador”, pero, ¿alguno ha identificado el qué, el cómo, ¿el cuándo y el con quién desarrollar opciones? ¿Qué calificaciones debe tener nuestra población para eso? ¿Qué infraestructura debemos tener para ser competitivos?
Obviamente, desde el gobierno, nadie ha pensado en esos términos y, cual burócratas, han hecho llegar la “pastilla” que sería hilvanada junto con las demás, de otros sectores, para que salga un discurso. Pero nadie es capaz de decir adónde vamos.
¿Quo vadis Perú? Lampadia