Carlos Milla Vidal
Desde Cusco
Para Lampadia
Hace un par de días, las redes explotaron al viralizarse un video donde un airado poblador de la provincia Cusqueña de Andawaylillas insultaba procazmente a un turista argentino que venía caminando varios kilómetros y quería llegar de alguna manera a Cusco (faltaban aún más de 30 kilómetros).
El Poblador de Piñipampa, era parte de un grupo de cinco personas que se habían apoderado de la vía, y no permitían que nadie pase, ni en vehículos ni a pie.
“La huelga es un derecho constitucional” sostenían, y en un alarde de intolerancia se sentían ofendidos por las personas que se atrevan a transitar por la vía, ya no en vehículos, sino a pie¡¡
Esto que es definitivamente una barbaridad para cualquier persona que quisiera vivir en sociedad, no ha indignado a todos.
Inmediatamente se viralizó este inaceptable incidente salieron algunas voces, (lamentablemente no pocas) que daban la razón al agresor: Los argumentos, de lo más insólitos:
- “Si sabían que había paro, ¿para qué vienen?”.
- “La culpa es de los transportistas que no acatan el paro”
- “Las agencias que organizaron el viaje deberían prohibir que vengan.”
- “Los turistas deben solidarizarse con los huelguistas”.
Una vez identificado el agresor, éste buscó a los medios de prensa, ante quienes se ratificó en sus expresiones y se victimizó, tratando de amenazar a quienes hubieran difundido el video.
Hubo otras manifestaciones, esta vez de las autoridades, que nos hacen pensar en que estamos en “un mundo al revés”:
La Policía Nacional, en su comunicado 522-2022, expresa que “Está garantizado el derecho a la libertad de expresión y manifestación pública”.
El Fiscal de prevención del delito dice a su vez: “Se sugiere a los operadores de Turismo, advertir a sus turistas que no vengan”.
¿Qué está pasando?
¿Es que hemos claudicado como sociedad a nuestros derechos fundamentales a la libre circulación y al trabajo?
Y es que nuestras autoridades, ponen por delante los “derechos a la protesta” a los derechos elementales a la libre circulación y el trabajo.
¿Por qué hemos aceptado que sean parte de las reglas de juego el bloqueo de vías, el vandalismo y el ataque a la propiedad privada?
¿Por qué entendemos que es natural que un grupo de personas empoderadas por el chantaje sean capaces de paralizar el país?
¿Por qué estamos perdiendo el poder de indignación cuando nuestras autoridades no sólo no actúan para ante la ilegalidad sino la propician?
¿Por qué la policía decide privilegiar el derecho a la protesta sobre el derecho al tránsito?
Tenemos la respuesta:
- Primero porque la costumbre de la impunidad nos ha hecho entender que las cosas no van a cambiar, y menos con este gobierno que desde el ministerio del interior relativiza y anula la acción de los buenos policías que resultan castigados si actúan como lo dicta la ley y su conciencia.
- Porque las fiscalías no hacen seguimiento a las denuncias.
- Porque muchas empresas, prefieren pagar chantajes que hacer respetar sus derechos, y la ley.
LA INDIGNACIÓN Y EL APROVECHAMIENTO
La corrupción, el copamiento del Estado, la destrucción de las instituciones, el des manejo de la economía, el despilfarro, el nepotismo y el mal gobierno, que indigna al país, se expresa en justas protestas en todo el territorio.
Pero… ¿quién canaliza las protestas?
Hábiles operadores políticos que son capaces de torcer la voluntad de protesta contra la corrupción del gobierno, y convertirlo en pedidos de nueva constitución que ya no son agenda de nadie.
El Congreso, por su lado, se ha convertido en un precario baluarte de la institucionalidad, es también en blanco fácil de las protestas.
UNA REFLEXIÓN DE FONDO
Los peruanos celebrábamos hasta antes de nuestra crisis sanitaria y política, el excepcional crecimiento, y la espectacular reducción de la pobreza.
Los Cusqueños tuvimos buenas noticias con el crecimiento económico que nos llevó a cifras espectaculares (17% anual entre el 2008 y 2013).
Sin embargo, el crecimiento impulsado por el canon del gas y de las minas, fue distribuido vía corrupción más que vía inversión… por eso tenemos grandes brechas en infraestructura productiva y en indicadores de desarrollo humano.
Como ejemplo tenemos a nuestro “agresor de Andawaylillas” quien es un próspero negociante que hace su plata como dirigente de una asociación pro vivienda, (trafico de tierras) y otros negocios de exportación. El problema es no económico, es moral.
¿Cuántos más hay como él?
Nunca nos dimos cuenta que ese crecimiento no fue de la mano con la construcción de ciudadanía.
Nunca entendimos que el primer rudimento de toda sociedad es el respeto al derecho ajeno.
El crecimiento económico produjo una “clase media” económicamente fuerte, pero moralmente precaria.
El dinero (fruto del crecimiento económico) ha empoderado a las personas…, Y muchas veces vemos que ese poder se expresa en irrespeto y vulneración de los derechos del prójimo.
Entendamos que la crisis política puede pasar, pero, superar la crisis moral es nuestra gran tarea. Por consiguiente, ¿Cómo hacer para construir ciudadanía, en base a valores? Lampadia