Jaime de Althaus
Para Lampadia
El Perú debe estar muy atento a las políticas de comercio exterior del presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, porque nada afectaría más nuestro crecimiento que la imposición de aranceles a nuestras exportaciones a Estados Unidos -aunque el TLC con ese país debería impedirlo- y un bloqueo del comercio internacional que reduzca el crecimiento y la demanda china de nuestros productos, consecuencia a su vez de los altísimos aranceles que Trump ha prometido imponer a las importaciones chinas.
Por ello, ahora más que nunca el Perú debiera liderar un movimiento global pro-comercio-internacional, como ha propuesto Pablo Bustamante. Incluso contra la tendencia suicida norteamericana al proteccionismo. Ver en Lampadia: Harris y Trump contra el comercio.
Decimos tendencia suicida porque la primera afectada por el proteccionismo norteamericano será la propia economía de Estados Unidos. Altos aranceles a las importaciones y repatriación artificial de industrias traerán varias consecuencias negativas: incremento del precio de los bienes de consumo, en perjuicio de los consumidores, y, más profundamente aun, anulación relativa de la capacidad de la economía de asignar los recursos a los usos más productivos, pues al proteger a industrias o sectores que en condiciones de libertad económica no podrían competir, se anula el proceso de destrucción creativa,[1] se deja de invertir en sectores en los que sí se es más competitivo, y se deja de innovar para desarrollar esos sectores. Resultado: pérdida de productividad de la economía y menor crecimiento. Menos peso norteamericano en la economía global.
El proteccionismo es una respuesta a narrativas falsas o equívocas. Una de ellas es que la idea de que la economía norteamericana se ha desindustrializado y ha perdido buenos puestos de trabajo en la industria manufacturera debido a las importaciones baratas de la China. Johan Norberg[2] lo explica con claridad: “Es verdad que cada vez menos gente trabaja en la industria manufacturera. Pero esto no es un signo de decadencia social. Esto se ha repetido en todos los países industrializados. Japón y Alemania comenzaron a desindustrializarse en 1970. Corea del Sur en 1990. La China también se está desindustrializando. La proporción de trabajadores chinos con empleos en fábricas alcanzó su punto culminante en el 2013. Las empresas chinas están reduciendo su cuota en el mercado mundial de ropa calzado y muebles. Todos esos puestos de trabajo han ido a parar al África subsahariana”.
En realidad, no ha habido una desindustrialización. Lo que hay es una nueva industria mucho más productiva, con menos trabajadores. Dice Norberg: “Desde 1980 la producción industrial en Estados Unidos se ha más que duplicado sólo que con menos trabajadores. Alrededor del 87% de los empleos industriales perdidos se debieron a la mejora de la producción, mientras que sólo el 13% se debió al comercio internacional”. Los puestos de trabajo perdidos no fueron hurtados por los chinos y los mexicanos sino por robots. Pero “eso no significa que nos quedemos sin trabajo. Al contrario, la automatización crea industrias complementarias y libera poder adquisitivo para contratar más personal. Las investigaciones actuales demuestran que un aumento del 1% de la automatización en una fábrica incrementa en realidad la mano de obra en 0.25% al cabo de 2 años y en un 0.4% al cabo de 10 años”. Pero no es el mismo trabajo. Es mejor.
China no es la mala de la película. Antes de que China entrara a la economía mundial tras su adhesión a la OMC en el 2001, la proporción de empleos en el sector manufacturero de Estados Unidos se había reducido a una velocidad porcentual mayor que luego del 2001. Norberg explica:
“Los críticos afirman que la competencia de las importaciones chinas eliminó en Estados Unidos unos 130,000 puestos de trabajo al año entre 2000 y 2015. Parece una gran cifra hasta que se compara con los aproximadamente 6’000,000 de puestos de trabajo que desaparecieron en la economía estadounidense cada año durante el mismo período. Esto significa que por cada puesto de trabajo que desapareció debido a las importaciones chinas, 150 trabajadores perdieron su empleo por una causa completamente distinta”.
Norberg añade: “Cada año se pierden 6’000,000 de empleos en Estados Unidos, y cada año se crean más que esa cantidad de empleos nuevos. ¿Y quiénes son los que crean esos nuevos empleos? La respuesta es un poco inesperada: las empresas más expuestas a las importaciones chinas. Pierden algunos puestos de trabajo, pero en respuesta a la competencia se especializan en áreas en las que pueden crear mayor valor. Un estudio reciente demuestra que las empresas expuestas a las importaciones chinas aumentan el empleo un 2% más al año que las demás. Los críticos dicen que no es el mismo empleo, lo cual es cierto. Son empleos mejores: empleos manufactureros con salarios más altos porque están en las fases de producción donde pueden añadir más valor y en empleos de servicios completa complementarios como ingeniería diseño investigación y desarrollo y en marketing. Por lo tanto, si es cierto que China se llevó nuestros empleos, también es cierto que nos dio empleos mejores a cambio… Un estudio reciente mostraba que, si se analiza toda la cadena de valor de 2000 a 2007, el efecto neto del comercio con China es más empleo en Estados Unidos.”
“Los puestos de trabajo siempre desaparecerán. Lo único que tenemos que decidir es si debemos perder puestos de trabajo desde una posición de debilidad, en la que hemos intentado conservar todos los sectores antiguos que desaparecen y, por lo tanto, tenemos menos productividad y riqueza, o desde una posición de fortaleza, en la que tenemos los recursos y las industrias en expansión que nos ayuden a reestructurarnos y a contratar personas en empresas nuevas y competitivas. Si elegimos esta última opción, es difícil de imaginar un aliado mejor que el comercio internacional, ya que éste nos permite actualizar constantemente nuestros métodos y especializarnos en lo que mejor sabemos hacer de modo que creamos constantemente empleos mejores que los que perdimos”.
En suma, para mantener el liderazgo económico global, Estados Unidos debe volver a lo que lo hizo fuerte: la libertad económica, hacia afuera y hacia adentro. Ojalá Elon Musk ayude a ese propósito.
Lampadia
[1] Destrucción creativa: concepto introducido por el economista Joseph Schumpeter que se refiere al proceso de innovación y cambio tecnológico que conduce a la destrucción de las estructuras económicas existentes, como las industrias, las empresas y los puestos de trabajo. Esta destrucción allana el camino para que surjan nuevas estructuras, creando así crecimiento económico y progreso a largo plazo. Leer también el informe del Banco Mundial: The Middle Income Trap, 2024
[2] Johan Norberg, El Manifiesto Capitalista. Por qué el libre mercado global salvará al mundo.