Jaime de Althaus
Para Lampadia
La entrega de Bruno Pacheco cambia drásticamente el escenario político. Súbitamente la vacancia se vuelve posible, más aún si las declaraciones de Pacheco llegaran a comprometer a los “niños”, lo que podría provocar su detención preliminar a pedido de la fiscalía o su suspensión del Congreso a recomendación de la comisión de ética.
Castillo no tiene muchas alternativas. Su mejor opción sería designar a un primer ministro encargado de presidir un Gabinete de consenso y transición, que intente negociar la salida del presidente, un puente de plata de ser necesario, y al mismo tiempo enmendar los despropósitos mayores del Ejecutivo a fin de entregar un gobierno más ordenado y serio. Es decir, recuperar un mínimo nivel de gestión pública, desandar iniciativas destructivas y atender problemas acuciantes.
Gestionar la salida del gobierno no debe hacer olvidar que el problema mayor para la población, sobre todo para la población urbana, es y será los próximos meses, la inflación, combinada con la falta de empleo y de ingresos. Alimentos y medicamentos estarán fuera del alcance adquisitivo de mucha gente en la cantidad mínima necesaria. El hambre y la enfermedad no darán tregua. Ese es el tema inmediato prioritario.
La primera tarea de un nuevo gabinete, por lo tanto, debería ser devolver un mínimo de confianza para reactivar en lo que se pueda la inversión privada, que significa empleo e ingresos. Para ello debería comenzar por cambiar de línea en el ministerio de Trabajo. Poner fin a la Agenda19. Derogar los decretos supremos sobre la tercerización y sobre las relaciones sindicales que se han dictado, que destruyen trabajo y atacan al capital, y designar allí un ministro que intente poner en funcionamiento real el Consejo Nacional de Trabajo.
Al mismo tiempo, empezar a reconstruir los aparatos de gestión social de la PCM y del Ministerio de Energía y Minas con personal profesional y conocedor de la gestión y prevención de conflictos, a fin de recuperar la inversión y la producción minera, acosada por demandas radicales o extorsivas. Debe cesarse a los operadores políticos de Perú Libre que aún permanecen. Es clave, además, cumplir con los compromisos que el Estado ha adquirido en las mesas de diálogo.
En general, debe retirarse de los ministerios e instituciones públicas todo ese personal incapacitado y venal que ha sido contratado este último año, y tratar de recuperar personal calificado. Debe contenerse la degradación de la institucionalidad estatal.
Pero para compensar el incremento de los precios de los alimentos y medicamentos, mientras la gente carece de empleo e ingresos, se requiere un MIDIS mucho más profesional y proactivo, capaz de focalizar mejor la ayuda y coordinar con el sector privado el abastecimiento a ollas comunes y comedores populares.
Y en Salud, un sistema que le permita a la población acceder a medicamentos gratuitos en el primer nivel de atención. Eso no existe. El primer nivel de atención, para comenzar, ha sido reducido a su mínima expresión, lo que es fatal desde el punto de vista social.
La falta de medicamentos, existiendo los recursos, es inexcusable, y se debe a una mezcla de corrupción con pésima gestión. Por ejemplo, se licita una cantidad anual de un medicamento, pero los hospitales no entregan al ganador de la licitación las órdenes de compras mensuales, generan deliberadamente escasez y entonces aprovechan para hacer comprar al menudeo por su cuenta, con sobre precio por supuesto. Una medida simple sería firmar el contrato de abastecimiento junto con todas las órdenes de compra, para evitar esa corruptela.
Es hora de poner fin a la pretensión del ministerio de Desarrollo Agrario de importar urea, cosa que no sabe ni puede hacer mientras los agricultores de papa, maíz amarillo duro de la costa dejan de poner fertilizante esperando el regalo del Estado, que no llegará. Es hora de coordinar con las empresas privadas importadoras un esquema de distribución y subsidios.
Es importante detener el despido o la renuncia de cuadros técnicos del Mincetur comenzando por retirar a un ministro que ha convertido el sector en un coto de designaciones clientelistas sin las calificaciones suficientes. No existe, por ejemplo, una estrategia para captar eslabones de las cadenas productivas globales que están abandonando parcialmente del Asia y relocalizándose en otros continentes. Tampoco una para potenciar la Alianza del Pacífico, que es adonde nuestras Pymes exportan en mayor medida.
Es imposible agotar todos los temas que un primer ministro de transición debería abordar. Entre los más gruesos, fuera de lo anterior, está la necesidad de rectificar la política de drogas, que, como sabemos, es, por decir lo menos, contemplativa. Y restablecer la moral policial favoreciendo la autonomía de los cuadros policiales para perseguir los casos que involucran a funcionarios estatales.
No esperemos hasta un nuevo gobierno para empezar a restablecer políticas adecuadas, tratar de recuperar algunos niveles de gestión pública y tranquilizar a la población atendiendo sus necesidades más urgentes. El pueblo no tiene la culpa. Lampadia