Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
Nadie tiene duda que, ante un gobierno que se autodestruye cada día y que entra en proceso de descomposición, esta elección de la Mesa Directiva del Congreso pasa a ser un tema muy importante.
De esta elección va a depender la agenda parlamentaria próxima, la posibilidad de que se inhabilite a la Vice Presidenta, que se destituya a Pedro Castillo y, finalmente, si hay o no un nuevo presidente o presidenta.
Por ende, la elección debiera estar regida por las calidades personales, políticas y morales de los elegidos y no, por los acuerdos, las componendas o los intereses de las atomizadas bancadas que conforman nuestro Congreso. La trayectoria profesional, la ejecutoria personal, la vocación democrática, la sensatez económica, la capacidad de lograr consensos y la limpieza de la foja de servicios debiera ser el común de una mesa directiva llamada a enfrentar la mayor crisis de gobernabilidad que ha visto el país en muchas décadas.
Lamentablemente, la realidad parece ir en dirección distinta.
El ultra izquierdismo de Cerrón y Perú Libre le hace creer al país que está distante de Palacio de Gobierno para meter algún topo en la nueva directiva.
La derecha no da señales suficientes de que apuesta por una opción viable antes que por una opción propia.
Las huestes del gobierno deben estar doblando las ofertas con ministerios, proyectos, faenones, puestos y presupuestos para seguir sumando la complicidad de las bancadas de Somos Perú, de lo acólitos de Verónica Mendoza, de Podemos, de los Morados y del ala izquierdista de Acción Popular.
Sin embargo, quien debe estar trabajando como cancha para poder convertirse en el fiel de la balanza debe ser César Acuña, buscando que el acuerdo político de la primera elección de la mesa directiva del Congreso le otorgue esta vez a uno de sus partidarios de APP el turno de la presidencia del Congreso. Acuña, tan responsable en la descomposición política que estamos viviendo por ser el aval parlamentario del gobierno, tendría antes que dar garantía suficiente de que su interés no es seguir siendo el cómplice de su émulo plagiador y gestor de plata como cancha para sus gobernadores, congresistas, consejeros, alcaldes y regidores. Esa garantía sólo sería posible haciendo que alguien elegido por su partido, pero que no dependa de él, como la Dra. Echaiz o el General Chiabra, sean quienes porten el estandarte de APP en la próxima Mesa Directiva.
Sin una garantía personal de ese tipo, los esfuerzos de Acuña terminarían siendo un pedido de votar por el premio al plagio y a la complicidad.
A opciones como estas debieran sumarse las bancadas cómplices de Pedro Castillo, si no quieren desaparecer del mapa electoral en las próximas elecciones, donde el elector que compraba 6 panes con un sol y ahora compra 3, les cobrará la factura. Lampadia