Gerardo Eto Cruz
Ex-Magistrado del Tribunal Constitucional
Para Lampadia
Corresponde en esta entrega, como epílogo final, reflexionar fundamentalmente sobre lo que viene planteando un científico norteamericano llamado Robert Sapolsky quien ha publicado una reciente obra titulada: Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío (cf. trad. de Mariano Guirao. Madrid. Capitán Swing. 2023).
Sapolsky es un reconocido científico, profesor de Ciencias Biológicas y Neurología en la universidad de Stanford. Este científico ha venido planteando la tesis de que nuestras decisiones y acciones -tanto de los comunes mortales como de los gobernantes y líderes-, están determinadas por una compleja red de factores biológicos, genéticos y ambientales y que, por tanto deja poco espacio para una verdadera libertad de elección. [Planteamiento también postulado por Yuval Noah Harari en su libro: Homo Deus].
Sapolsky se interroga lo siguiente
¿Qué significa tomar conciencia de una decisión consciente?
¿Qué significa realmente «decisión» o «intención»?
Y luego señala que los filósofos se desbocan en formas muy sutiles y que dejan boquiabiertos y desarmados a muchos neurocientíficos. Pero insiste en que todas nuestras decisiones se toman de forma no consciente, y, por tanto, no libre, agregando que la consciencia no es más que un epifenómeno, una sensación ilusoria y reconstructiva de control irrelevante para nuestro comportamiento real.
Su extenso pensamiento arriba en afirmar que nuestras acciones están condicionadas por procesos cerebrales que ocurren en un nivel subconsciente mucho antes de que seamos conscientes de tomar una decisión, esto significa cuestionar al libre albedrío como la capacidad de elegir entre diferentes opciones en forma autónoma.
Bajo esta tesis, en declaraciones a la prensa un periodista le pregunta: “¿qué ocurriría si, por poner un ejemplo, mañana se despierta y resulta que todo el mundo ha asumido que no somos dueños de nuestras decisiones? A lo que responde “[…] el mundo se derrumbaría completamente. Este tipo de cosas requiere un plan de 500 años. Confío en que la gente entienda que el tema que aparece de manera recurrente en el libro es que si realmente crees que no tomamos las decisiones libremente no debe haber culpa ni elogios por ser quienes somos o por comportarnos bien o mal”. Esperar de aquí a quinientos años nos parece mucho tiempo para exonerar a los que nos gobiernan ahora con decisiones torpes y malas. Además, la propuesta de este científico que estructura una redacción articulada y coherente, llevaría a conclusiones extremas bajo el axioma que ninguna persona sería responsable de la toma de sus decisiones delictivas e incorrectas; sino también de orden ético.
El libre albedrío en la ciencia y en la filosofía
Rüdiger Safranski un reputado filósofo alemán y biógrafo de otras celebridades filosóficas ha publicado un demoledor libro titulado El mal o el drama de la libertad y ha señalado que «No hace falta recurrir al diablo para entender al mal. El mal pertenece al drama de la libertad humana. Es el precio de la libertad». Y así esgrime que todo sería más sencillo si la consciencia fuera simplemente ser consciente.
Basta citar a este filósofo que se contrapone al científico, por lo que en toda la historia de la filosofía el tema del libre albedrío siempre ha sido un tópico en los predios de la metafísica (Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, Descarte, Spinoza, Kant y Nietzsche); por lo que bien corresponde plantear la interrogante si el libre albedrío es un ámbito estrictamente de naturaleza científica o tiene que ver con la ética, la moral y la filosofía.
El libre albedrío ha sido abordado desde diversas vertientes disciplinarias a lo largo de la historia. Si bien la tesis que plantea Sapolsky ofrece perspectivas subyugantes sobre cómo se toman las decisiones a nivel neuronal y psicológico; sin embargo, estimamos que la discusión en torno a si tenemos libre albedrío, va mucho más allá de lo científico, porque también está en ellos subyacente lo ético o moral y la propia filosofía.
En efecto, en este ámbito el libre albedrío se encuentra vinculado con la responsabilidad personal, el concepto de culpa o mérito, así como con la idea de que nuestras acciones y decisiones son producto de nuestra propia voluntad consciente. El debate en los predios de la filosofía estará siempre presente en las diferentes corrientes del pensamiento, tanto desde el determinismo hasta el existencialismo, cada una con sus propias interpretaciones y argumentos sobre la naturaleza humana.
De manera tal que hoy, con la Cuarta Revolución Industrial (4RI) en la que probablemente su ciclo final es la inteligencia artificial (IA) debe llevar a conciliar extremos entre el raciocinio epistemológico de la ciencia y la reflexión axiológica de la filosofía que no deben ponerse en orillas contrapuestas, son posturas que deben complementarse antes que excluirse.
Las decisiones tanto como el libre albedrío siempre seguirán bajo el escrutinio de la filosofía, aunque lo exonere la neurobiología.
Es evidente que las decisiones gubernamentales sean del país en que se defina a través de sus hombres de estado se encontrarán siempre bajo el escrutinio no sólo de la prensa que está al acecho de cualquier decisión tonta o de conducta axiológicamente reprochable; y esto es parte del actual mundo bajo el paradigma de la sociedad de la transparencia y forma también parte de lo que Richard Sennett aludía en su obra El declive del hombre público, puesto que hoy, los que entran en los predios de la política deben ser conscientes que se entra para servir y no para servirse de ella.
Una anarquía de candidaturas provenientes del propio sistema electoral
Según la información consignada por el Jurado Nacional de Elecciones en el Registro de Organizaciones Políticas (ROP), los partidos inscritos son 27 partidos o agrupaciones políticas y el grueso recién se les conoce con sus flamantes nombres y otros que son ranqueados partidos que forman parte de nuestra moderna historia republicana. Estas agrupaciones son:
Acción Popular, Alianza Nacional de Trabajadores Agricultores Universitarios Reservistas y Obreros, Alianza para el Progreso, Avanza País, Fe en el Perú, Frente Popular Agrícola FÍA del Perú, Fuerza Popular, Juntos por el Perú, Partido Político Perú Primero, Libertad Popular, Partido Aprista Peruano, Partido Democrático Somos Perú, Partido Demócrata Unido Perú, Partido Demócrata Verde, Partido Frente de la Esperanza 2021, Partido Patriótico del Perú, Salvemos al Perú, Partido Político PRIN, Partido Morado, Perú Libre, Perú Moderno, Primero la Gente, Podemos Perú, Renovación Popular, Partido Político Perú Acción, Partido Político Sí Creo, Partido de los Trabajadores y Emprendedores PTE-Perú, Partido Popular Cristiano (PPC).
No cabe duda que parte de la estupidez de esta anarquía de candidaturas proviene del propio sistema electoral que, a su vez, proviene de los legisladores que no han hecho un sistema electoral que cumpla tres grandes fines: generar representatividad, generar legitimidad y generar gobierno. Hoy el cuadro de candidatos con partidos que identifican nuestro sistema evidencian una manifiesta ruptura con la sensatez y el buen juicio, dado que el elector no va a elegir con conocimiento de causa de los presuntos lineamientos filosóficos, ideológicos y programáticos de un verdadero partido político. En fin, es lo que hay y como dice el adagio «sabemos los bueyes con los que aramos».
Sensatez y juicio en la futura elección
Lo más probable es que algunos candidatos pueden acercarse mínimamente al ideal de lo que podría ser un buen gobernante; el gran problema es que la primera estupidez que aquí se encuentra es la del electorado y que muy bien un caricaturista peruano lo calificara como «electarado» porque una gran decisión es probablemente el momento del estado emocional más que cognitivo y racional al momento de estar en el ánfora y marcar a un idóneo candidato.
Luis Alberto Sánchez en algún momento en su Testimonio personal: memorias de un peruano del siglo XX, señalaba que de los diversos candidatos que habían en nuestro sistema electoral —y para su época aún eran pocos frente al tsunami de la masiva concurrencia que hoy vive el país en la fiebre electoral que ya se avecina—, muchos tranquilamente podrían ser llevados a que comieran alfalfa; si bien la sardónica expresión no es «políticamente correcta»; no deja ciertamente de tener razón que constituye una insensatez que existan un conglomerado de movimientos bajo el liderazgo de personas que no tienen la más mínima idea de lo que significa gobernar bajo el ideal de un verdadero líder o de un mesiánico gobernante con espíritu profético que enrumbe al país al desarrollo y al bienestar general bajo el marco de libertades y seguridad jurídica y del respeto a las libertades fundamentales.
Sólo si un gobernante pasa por el barniz de ser el elegido con las proyecciones de un verdadero líder político, podremos tener una garantía mínima que la democracia peruana se preserva con verdaderos decididores del poder; pero también puede ocurrir la estupidez colectiva de que se elijan a alucinados personajes que constituye el principio del fin como ocurrió con el régimen de Pedro Castillo, precedido por dos grandes fariseos de nuestra democracia contemporánea como Martín Vizcarra y Francisco Sagasti. Lampadia