Con las elecciones del 26 de enero pasado parece haberse instalado en el Congreso un mayor espacio para el populismo y una presencia vocinglera de radicalismo anti sistema.
Si esa agenda radical se mantuviera en los confines del Congreso, la aritmética de la estructura del Parlamento la constreñiría a su correspondiente participación proporcional. Lamentablemente no será así. Esa agenda radical percolará en los medios de comunicación, contaminando la salud institucional de la República.
Los medios van a llevar las propuestas radicales al primer plano, aprovechando su tono filo escandaloso. Esto va a alterar el diálogo nacional y sesgar la atención de los ciudadanos.
Ya la entrevistadora de Canal N intentó sacarle al presidente de la República, Martín Vizcarra, una posición cercana a la necesidad de una nueva Constitución.
Otro mecanismo que redundará en los mismos impactos, es el de la presencia en “la calle” de los grupos más extremistas, como son y es su práctica habitual, el FREPAP con sus predicadores y UPP con sus reservistas.
Pero analicemos un poco los resultados de las elecciones. Si bien han emergido un par de grupos radicales, hay que tomar debida medida de su tamaño.
El verdadero peso de ambos partidos es de 5.30 y 4.44% respectivamente. Una ínfima representación del sentir ciudadano.
De igual forma podemos evaluar el voto de la sierra sur, que de una primera mirada se ve como que asume el radicalismo de UPP. Pero midiendo la representación de ese voto sobre el total de la población, pasa a ser casi anecdótico.
En resumen, esta elección es poco representativa del sentir ciudadano y deja abiertos todos los espacios de la evolución de la estructura política del país, más allá del 2021.
Aún así, como hemos explicado líneas arriba, el impacto mediático de ambas agrupaciones, a través de los medios, será notorio.
Lamentablemente, quién sabe lo peor de esta situación, es que en principio no hay quienes asuman el rol de contrarrestar la prédica anti sistema. Por un lado, casi todos los demás partidos son del mismo peso, y por otro, tenemos una clase dirigente inerme y ausente del debate nacional.
Tenemos pues que multiplicar los esfuerzos de ilustrar a la ciudadanía sobre cuales son las políticas públicas que deben defenderse en aras de consolidar una economía que crezca, reduzca la pobreza y aminore la desigualdad.
Esa es la agenda del Perú, más velar por la seguridad ciudadana, la educación y la salud públicas. En eso no podemos descuidarnos. Hay que sembrar con esmero, si queremos tener un mejor país hacia nuestra tercera centuria. Es el momento del compromiso ciudadano con la patria. Lampadia