Líneas abajo publicamos un artículo muy fuerte de Martin Wolf, el principal comentarista económico del Financial Times, en el que critica duramente a las élites de derecha e izquierda de los EEUU y otros países ricos.
Wolf acusa a estas élites de haberse alejado de los ciudadanos e identifica los graves riesgos que las pobalciones desencantadas caigan en los ominosos abismos del populismo.
En verdad, la debilidad del liderazgo global es muy preocupante. Por ejemplo, entre los líderes más notorios de hoy, por un lado tenemos a Putin (de Rusia) acusado de asesinato y de mil tropelías más; y por otro, a un posible presidente de EEUU, que tendría vocación de asesino, pues declara que: «Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida [en Nueva York] y disparar a la gente y no perder votos». No dejemos de tener en cuenta una última declaración muy despectiva de Putin hacia nosotros los latinoamericanos: «y ahora nos viene una porquería de América Latina» [Zika].
El mundo está en una etapa de muchos cambios y ajustes. No es un momento cualquiera. La historia nos enseña que un aspecto crucial es tener buenos líderes en momentos difíciles, como los tuvimos durante la Segunda Guerra Mundial con Winston Churchill.
Este debate tan complejo en sus implicancias es el que determina posiciones muy particulares sobre los temas de pobreza, desigualdad, el capitalismo, el Estado del Bienestar y otros, en los países más desarrollados. Lamentablemente, muchas veces, por descuido o mala intención, se extrapolan a nuestra realidad, algo de lo que tenemos que cuidarnos.
Para el Perú, los próximos cinco años serán determinantes de nuestro futuro y de la calidad de vida de nuestros hijos y nietos. Ahora tenemos que elegir las nuevas autoridades con especial meditación y esmero.
Los perdedores económicos se rebelan contra las élites
Martin Wolf
Financial Times
26 de enero 2016
Traducido y glosado por Lampadia
Los populistas ‘nativistas’ no deben ganar. Conocemos esa historia: definitivamente termina muy mal
Los perdedores también tienen votos. Eso es lo que significa democracia – y con razón. Si se sienten lo suficientemente engañados y humillados, votarán por Donald Trump, el candidato a la nominación presidencial del Partido Republicano en los EEUU, Marine Le Pen del Frente Nacional en Francia o Nigel Farage del Partido Independiente del Reino Unido. Hay quienes, en especial la clase obrera nativa, se dejan seducir por los cantos de sirena de los políticos que combinan el nativismo de la derecha dura, el estatismo de la extrema izquierda y el autoritarismo de ambos.
Por encima de todo, rechazan a las élites que dominan la vida económica y cultural de sus países: a aquellos reunidos la semana pasada en Davos para el Foro Económico Mundial. Las consecuencias potenciales son aterradoras. Las élites tienen que pensar en respuestas inteligentes. Puede que ya sea demasiado tarde para hacerlo.
[En los países más desarrollados…] Durante mucho tiempo, los proyectos de la elite de derecha han sido bajar las tasas marginales de impuestos, inmigración liberal, globalización, cortar costosos «programas de ayuda social», mercados laborales desregulados y buscar la maximización del valor para el accionista. Los proyectos de las élites de izquierda han sido la inmigración liberal (de nuevo), el multiculturalismo, el laicismo, la diversidad, la elección sobre el aborto y la igualdad racial y de género. Los libertarios toman las causas de las élites de ambos lados; es por eso que son una pequeña minoría.
En el proceso, las élites se han desprendido de las lealtades y preocupaciones nacionales, formando en su lugar una súper-elite global. No es difícil ver por qué la gente común, en particular hombres nativos, se sienten alienados. Son perdedores, al menos relativamente; no comparten por igual las ganancias. Se sienten usados y abusados. Después de la crisis financiera y la lenta recuperación en los niveles de vida, ven a las elites como incompetentes y depredadoras. La sorpresa no es que muchos estén enojados, sino que no lo estén todos.
Branko Milanovic, ex funcionario del Banco Mundial, ha demostrado que sólo dos segmentos de la distribución del ingreso mundial prácticamente no tuvieron aumentos en sus ingresos reales entre 1988 y 2008: los cinco percentiles más pobres y los que se encuentran entre el percentil 75 y 90. Este último incluye a la mayor parte de la población de los países de altos ingresos.
[Esto quiere decir que quienes perdieron más en términos relativos, fueron los más pobres y los que ya tienen ingresos altos, excepto los más ricos, que junto con el restante 60% (de los pobres no extremos y la clase media), fueron más bien los que ganaron. Ver el gráfico].
Del mismo modo, un estudio realizado por el Instituto de Política Económica en Washington muestra que la compensación de los trabajadores ordinarios se ha quedado muy por detrás del aumento de la productividad desde mediados de la década de 1970. Las explicaciones son una mezcla compleja entre la innovación tecnológica, comercio, cambios en el gobierno corporativo y la liberalización financiera. Pero el hecho es incuestionable. En los EEUU (pero también, en menor medida, en otros países de altos ingresos), los frutos del crecimiento se concentran en la parte superior.
Por último, la participación de los inmigrantes en las poblaciones ha aumentado considerablemente. Es difícil argumentar que esto ha traído grandes beneficios económicos, sociales y culturales a la masa de la población. Pero, sin duda, se han beneficiado los que están en la parte superior, incluidas las empresas.
A pesar de ofrecer apoyo a las prestaciones sociales (se podría pensar que es algo muy valioso para las clases trabajadoras nativas), la respetable izquierda ha perdido cada vez más su apoyo. Esto parece ser particularmente cierto en los EEUU, donde los factores raciales y culturales han sido particularmente importantes.
La «estrategia sureña» de Richard Nixon, ex presidente republicano de EEUU, destinada a atraer el apoyo de los blancos del sur, generó resultados políticos. Pero la estrategia central de la élite de su partido -la explotación de la clase media (especialmente hombres) exacerbaron el cambio racial, de género y cultural- está dando un fruto amargo. El enfoque en la reducción de impuestos y la desregulación ofrece poco consuelo a la gran mayoría.
Los ideólogos republicanos se quejan que Trump no es un verdadero conservador. Ese es precisamente el punto. Él es un populista. Al igual que los principales candidatos, propone recortes de impuestos inalcanzables. De hecho, la noción de que los republicanos se oponen al déficit fiscal parece absurda. Pero, sobre todo, Trump es proteccionista en el comercio y hostil a la inmigración. Estas posiciones apelan a sus seguidores, ya que entienden que tienen un activo valioso: su ciudadanía. Ellos no quieren compartir esto con innumerables forasteros. Lo mismo es cierto para los partidarios de Le Pen o Farage.
Los nativistas populistas no deben ganar. Conocemos la historia: termina muy mal. En el caso de los EEUU, el resultado tendría graves consecuencias mundiales. América fue el fundador y sigue siendo el garante de nuestro orden liberal mundial. El mundo necesita desesperadamente un liderazgo bien enfocado de EEUU. Trump no puede proporcionar esto. Los resultados podrían ser catastróficos.
Sin embargo, incluso si ese resultado se evita este año, las élites han sido advertidas. Los de la derecha toman grandes riesgos al cultivar la rabia popular por asegurar la reducción de impuestos, aumento de la inmigración y una regulación más débil. Las élites de la izquierda también están tomando riesgos al ser vistos sacrificando los intereses y valores de la sufrida masa de ciudadanos por el relativismo cultural y el control laxo de las fronteras.
Los países occidentales son democracias. Estos estados todavía proporcionan los fundamentos jurídicos e institucionales del orden económico mundial. Si las élites occidentales desprecian las preocupaciones de los muchos, este último retirará su consentimiento para los proyectos de las élites. En los EEUU, las élites de la derecha, después de haber sembrado vientos, están cosechando tormentas. Pero esto ha ocurrido sólo porque las élites de izquierda han perdido la lealtad de las clases medias nativas.
No menos importante, la democracia significa el gobierno de todos los ciudadanos. Si los derechos de residencia, aún más, de ciudadanía no están protegidos, este peligroso resentimiento crecerá. De hecho, ya lo ha hecho en muchos lugares. Lampadia