Alejandro Deustua
11 de febrero de 2025
Para Lampadia
Si América Latina pierde peso en el escenario global, su alto nivel de fragmentación es, al respecto, un responsable mayor. Este factor define también a sus sociedades y a sus sistemas electorales.
Entre otros, éste es el caso del Perú de cara a las elecciones del próximo año y del Ecuador donde la primera vuelta ha mostrado gran polaridad a ser resuelta en abril próximo.
Estas dos pequeñas potencias son calificadas como “economías de ingreso mediano alto” por el Banco Mundial que a tales efectos no considera su intensa vulnerabilidad al comportamiento de los mercados externos.
Este factor tiene un rol creciente bajo condiciones de inestabilidad sistémica y de manipulación comercial por la gran potencia que debería generar estabilidad. El riesgo de un shock externo mayor al mero impacto proteccionista se ha incrementado. Los pequeños estados de alta vulnerabilidad deberían haber previsto coberturas económicas y políticas del caso.
Éste no es el caso en el Ecuador donde los resultados de la primera vuelta electoral muestran una diferencia de apenas 0.2% entre la candidatura del presidente Noboa y su rival, Luisa González. Los problemas de gobierno que anticipa esa pequeñísima diferencia no han sido resueltos en las provincias (donde el oficialismo obtuvo la mayoría) ni en los cantones locales (donde la oposición triunfó). La esperanza de que el presidente Noboa fuera reelecto en primera vuelta se disolvió indicando que el consenso frente a la crisis externa será difícil de lograr.
De momento, el “empate técnico” en la contienda presidencial implica conflicto latente entre dos propuestas.
La oficialista de orden social (que requiere triunfo en el “conflicto armado interno” contra las “organizaciones terroristas”) y económico (que requiere equilibrio de cuentas para “fortalecer la seguridad, el empleo y la protección a los más vulnerables”).
Y la de la oposición que enfatiza prevención y respeto de los derechos en la lucha contra la violencia y justicia redistributiva y democracia participativa para el orden social.
Por lo demás, el origen ideológico de los contendores tampoco augura ese consenso. Un conservador moderado en busca de transición liberal en el Partido de Acción Democrática (Noboa se autodefine como de centro-izquierda mientras su antagónica vicepresidente, Verónica Abad, se identifica como “liberal clásica”) y una populista de izquierda que representa al correísmo en el Movimiento Revolución Ciudadana afiliado, a su vez, al Foro de Sao Paulo no son proclives a la cercanía. El nudo gordiano sería desatado por las minorías (como el indigenista Movimiento Pachacutik, que alcanzó 5.3% de los votos).
De otro lado, la simultaneidad de crisis complejas que afectan al Ecuador agudizan el antagonismo político. A él contribuye la persistente crisis de seguridad a pesar de la disminución de los homicidios en 16% (que sigue superando las tasas de 2022 -HRW-), de los más de 60 mil arrestos y de la incautación de 280 toneladas de droga ilícita (que no implica aún la disminución terminal de organizaciones criminales, InSightCrime). Y también la crisis hidroenergética que, debido a la sequía, implicó apagones generales durante meses en un país abundante en hidrocarburos mientras la hidroenergía representa más del 70% de la oferta. Esta crisis se ha reflejado en una contracción económica de -0.4% en 2024 con una proyección de crecimiento de apenas 1.2%-1.6% este año (FMI).
Por lo demás, la implicancia de la elección ecuatoriana no es sólo interna.
Si triunfa la Sra. González, la región volverá al atascadero regional del socialismo del siglo XXI quizás con mayor implicación de China y Rusia.
Y si triunfa el Sr. Noboa, la asociación con Trump quizás se torne más visible que la de su concurrencia a la trasmisión de mando del presidente norteamericano.
Allí fue acompañado por los presidentes de Argentina y El Salvador, Javier Milei y Nayib Bukele.
En efecto, teniendo como referencia la relación especial establecida entre el presidente Milei y el presidente Trump (y el movimiento Patriotas europeos) y el propósito del Secretario de Estado Rubio de establecer mecanismos de cooperación con los países centroamericanos en torno a los intereses norteamericanos de atajar la migración ilegal y el flujo de narcotráfico, es posible esperar que un nuevo gobierno del presidente Noboa empiece a extender ese vínculo de Centroamérica a Suramérica. Especialmente si el presidente Trump desea asociaciones con líderes afines antes que con aquellos que pueda forjar intereses compartidos. Ello sería ventajoso para una parte de la región pero no para otra que la Sra. González representa.
En el ámbito vecinal, las relaciones del Perú y Ecuador están institucionalizadas en los gabinetes binacionales y el Plan Binacional de Desarrollo Fronterizo. Eso es bueno. Pero en tiempos de fuerte cambio sistémico estos mecanismos pueden ser insuficientes. Especialmente en un escenario regional donde la integración no remonta la deficiencia de sus economías y de sus líderes. Lampadia