En América Latina en general, y en el Perú en particular, estamos habituados a soportar abnegadamente, los impactos del populismo en las políticas públicas, que, década tras década, han impedido que realicemos nuestro potencial de desarrollo. Un país de un potencial, prácticamente infinito para nuestras necesidades, sigue siendo un país pobre. Un crimen social que ya nadie reclama, ser pobres por mala gestión pública, y no por falta de capacidades. ¡Inaceptable!
Es increíble que no nos indignemos con semejante performance. Sobre todo, después de haber tenido una escuela práctica de economía en nuestro propio país. Los peruanos no tenemos que mirar otras realidades para entender que la inversión (fundamentalmente privada), trae crecimiento, que este reduce la pobreza, crea empleo y le permite al Estado desarrollar programas sociales para los más pobres.
Lecciones desaprovechadas
En pocas décadas hemos experimentado el estatismo de izquierda que, sin inversión, nos llevó al estancamiento, empobrecimiento y pérdida de confianza en el futuro. Al año 1990 llegamos en ‘artículo mortis’. Luego, con una nueva filosofía política, el liberalismo de la Constitución de 1993 y el énfasis en la inversión privada, crecimos más que el resto del mundo, redujimos la pobreza a menos de la mitad, generamos empleo en todo el país, transformamos los espacios de vivienda en nuestras ciudades, y creamos un Estado donde se llegó a declarar, que lo que nos sobraba era dinero.
¡Más claro el agua! Pero como explicamos en nuestro análisis: No nos olvidemos que también sabemos hacerlo bien, entre el negacionismo, las agendas políticas partidistas, la pobreza de nuestros políticos, la debilidad de nuestra clase dirigente, y la ‘sociedad del espectáculo’ de los medios de comunicación; se nublaron las lecciones y se escondieron las realizaciones.
En ese ambiente; sin verdaderos partídos políticos comprometidos con agendas de desarrollo de largo plazo; las representaciones congresales se llenaron de oportunistas y cortoplacístas, que juegan al alimón con las cajas de resonancia de los medios; sin un Senado que pueda convocar a los más reflexivos ‘viejos de la tribu’; y con liderazgos políticos desconectados del Congreso de la República; el Congreso de la República a devenido en una caja de sorpresas, que puede producir normas sin sentido de propósito, por intercambio de firmas, por ignorancia, por desconexión con el mundo que espera nos incorporemos a los espacios de prosperidad, tan notorios en el Ásia, por ejemplo.
Las angustias causadas por el Congreso
¡Qué lejos estamos de aquellos tiempos! ¿Qué les pasa hoy a nuestros congresistas? Lo que están haciendo ya no se puede calificar como populismo. Aún no sabemos cómo llamarlo. Es entendible que cualquiera se desenfoque de vez en cuando. Pero hacerlo casi en todas las ocasiones, y generar despropósito tras despropósito es inaceptable.
Ya hace varios gobiernos que uno escucha a ministros de varios gobiernos afirmar, que sacar una buena ley del Parlamento, era prácticamente imposible. Que no es posible confiar en que las leyes tengan un proceso de gestación racional. Que es mejor sacar normas que no pasen por el Congreso. Y así vemos que una y otra vez, se tira la toalla, ya ni se hace el esfuerzo de buscar normas para el largo plazo.
Los despropósitos
Algunos ejemplos recientes de diseños congresales que algún día terminarán en la galería de esperpentos que destruyeron las posibilidades de desarrollo del Perú:
- El retiro de fondos privados de pensiones a los 65 años de edad.
- La ley de las cabeceras de cuencas.
- La nueva ley universitaria.
- El proyecto de ley 1410 que empeoraba el DU 003.
- La ley de comida chatarra.
- La prohibición de importar leche en polvo.
- Las antojadizas regulaciones sobre las denominaciones de la leche, que van más allá de las normas internacionales, y que estos días, están en plena efervescencia.
- La ley de carrera del trabajador judicial que lo exime de la meritocracia.
- La ley que pasa los CAS de Essalud a la 728, en vez de incluirlos en la ley de Servicio Civil.
Las leyes que no salen
Por otro lado, el Congreso no avanza en las leyes referidas a las reformas estructurales, como la reforma política, laboral, judicial y de la descentralización.
Cuidado con las inversiones
No puede ser que el Congreso de la República sea uno de los espacios que genera más angustias y temores en el sector privado, que es el llamado a dinamizar la economía, aumentando su propensión a invertir, especialmente en proyectos de largo plazo.
Las inversiones de largo plazo requieren cierta seguridad regulatoria. La sorpresa y la inmediatez de normas caprichosas, que muchas veces responden a iniciativas oportunistas, y de coyuntura, son la mayor traba a las apuestas empresariales de largo plazo. Son las responsables de la mala calidad de las inversiones, que, ante la precariedad normativa, privilegian inversiones oportunistas, de corto plazo y rentistas.
Los representantes de los partidos políticos deben fijar, ante los ciudadanos, sus líneas programáticas. Y liderar una consistencia legislativa, en vez de dar a sus congresistas, un simple pase a la feria regulatoria, donde cada uno ve como acumula horas de vuelo en los medios.
El ejemplo de Luis Bedoya Reyes
En estos días estamos celebrando los 99 años de un gran peruano, el ínclito Luis Bedoya Reyes. Ya se han publicado algunos homenajes, pero hasta ahora no se ha destacado su mayor aporte, que, por supuesto, no es una obra física como el zanjón, sino lo más valioso que un político puede dar a su patria: su compromiso con los intereses de largo plazo de sus ciudadanos y, el haber sabido convocar a otros grandes hombres a la actividad política. Un ejemplo que extrañamos profundamente. Felicidades don Luis.
Nuestra invocación
Más seriedad y compromiso. Es hora de recuperar un Congreso que nos de esperanza y no miedos, que todos respetemos y que convoquen a nuestros mejores ciudadanos. Lampadia