Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Han pasado 27 años desde que se capturó a la cúpula de Sendero Luminoso y 23 del rescate de los rehenes de la residencia del embajador de Japón, con lo que se terminó de neutralizar a los grupos terroristas, que habían operado salvajemente por años en el Perú.
Igualmente, han transcurrido unos 15 años desde la payasada de los hermanitos Humala en Andahuaylas, que terminó con el asesinato de cuatro miembros de nuestra Policía Nacional.
Dentro de estos tres grupos, entre terroristas y levantiscos, hay individuos que han sido asesinos directos, puros y duros. Otros, miembros de “grupos de apoyo”, otros “adoctrinadores” de estudiantes y pobladores, otros abogados y médicos. Pero todos, delincuentes dispuestos a asesinar para imponer sus ideas en contra de la democracia, que aún después de capturados sus dirigentes, unos aún en cárcel y otros ya en libertad, por haber cumplido la breve sentencia que nuestra débil democracia les impuso, siguen efectuando actividad subversiva; en poblados, en colegios y en cualquier dependencia del Estado que se los haya permitido.
Hay quienes se han infiltrado como “asesores de congresistas”, otros están infiltrados en el sistema educativo, algunos enseñando en las escuelas, particularmente en las rurales. Otros están infiltrados en el ministerio de educación y en las UGELES. Del mismo modo, otros se han infiltrado en el sistema judicial y otras dependencias del Estado, con diferentes asesorías y consultorías; ambientales unas, culturales y sociales otras, etc.
Independientemente de donde estén, lo grave es que el Estado se está dejando infiltrar por gente que no debiera tener acceso a ninguna función pública. En esencia, no deberían tener ninguna oportunidad de trabajar y cobrar una remuneración en el sector público.
Por supuesto que, como si los estuviera escuchando, me dirán: “si ya cumplieron su pena, la sociedad los debe reivindicar”. Habrá otros que no quiero calificar, que propugnarán la “tesis del olvido”, reclamando se eliminen los registros de sus antecedentes penales. Lo que considero sería gravísimo.
Ciertamente, me reclamaran que explique el por qué de mi posición y para eso, recurriré al catecismo que se enseña a los niños, haciendo la analogía de la confesión.
Este sacramento contiene cinco elementos:
. Examen de conciencia.
. Dolor de corazón.
. Propósito de enmienda.
. Confesión de boca.
. Satisfacción de obra.
Lo importante es que, para que haya el perdón de los pecados, se debe cumplir con estos cinco elementos y basta que uno de ellos no se cumpla, para que tal confesión quede invalida.
Lo mismo ocurre con nuestros delincuentes terroristas, asesinos, sus cómplices y colaboradores. Muchos han sido capturados y sometidos a la justicia, muchos de ellos; directamente o porque tuvieron que aceptar la evidencia, reconocieron sus actos ante la justicia, confesaron sus acciones y finalmente, ante la sentencia judicial, estos cumplieron penitencia en la prisión.
Pero si revisamos lo ocurrido, la mayoría no tuvo el examen de conciencia, ni el dolor de corazón y, por supuesto, menos han tenido el propósito de enmienda. En esas condiciones, su liberación de la prisión, no significa que esté rehabilitado, “resocializado” y listo para reincorporarse a la sociedad, menos aún, para ocupar un puesto de trabajo en el aparato estatal.
En esa línea y con mucho mayor razón, estos individuos jamás debieran estar permitidos de ser candidatos a puesto público de elección alguno, porque ahí sí, le estamos entregando el arma al asesino.
No entiendo la lógica de aquellos congresistas que, haciendo con toda razón, campaña para impedir que ciudadanos con sentencia penal de más de cuatro años en primera instancia, puedan ser candidatos a cualquier cargo de elección en el Estado, estén sin embargo, “poniéndose de perfil”, ante el caso de asesinos y terroristas sentenciados, permitiendo que, luego de su liberación, puedan participar en las elecciones como candidatos a gobernantes o congresistas, cuando lo que buscan, es destruir la democracia. ¿Tenemos una democracia boba?
¡Exijo una explicación! Lampadia