Tenemos que agradecerle a los Think Tanks chilenos sus análisis y debates políticos, que parecen hechos para el Perú. Curiosamente, Chile y Perú estamos atravesando experiencias políticas similares, en las que los movimientos de izquierda radical han tomado una peligrosa presencia en la opinión pública.
En el caso del Perú, este ataque político que amenaza de libertad de los peruanos, la democracia y nuestra economía social de mercado; las bases del desarrollo integral que ha producido los mejores avances sociales en los países que han alcanzado altos estándares de vida para todas sus poblaciones; se producen cuando el país atraviesa graves crisis sanitarias, económicas, sociales y políticas.
Todas estas crisis han sido inducidas por el criminal gobierno de Vizcarra, que desoyó expresamente todos los consejos para cuidar la salud de los peruanos, condenó a nuestra economía a una caída que parecía provocada por enemigos de la patria, y lideró el descalabro político con sus enfrentamientos con el Congreso. Todo esto absurdamente apoyado por la mayoría de los medios de comunicación.
Aprovechemos las lecciones que vienen del sur.
Centro de Estudios Públicos (CEP) – Chile
Leonidas Montes
El Mercurio
Jueves 27 de mayo de 2021
Saltamos de los Chicago Boys a los abogados, de la planilla Excel al cuaderno a rayas, de ‘El Ladrillo’ a una nueva Constitución
Un buen amigo me dijo “no son tiempos para planear”. Aunque se refería a la vida en estos tiempos del covid, es interesante recordar que el liberalismo desconfía de la planificación en un sentido amplio, casi filosófico. La razón es muy simple: sabemos que la incertidumbre es el pan de cada día. También sabemos que existen, en el lenguaje de los economistas, las consecuencias no intencionadas. El resultado de las elecciones en Chile hizo aún más evidente esta realidad.
Nuestra tendencia a planificar, a predecir los sucesos dentro de un marco racional, se encontró con otra sorpresa. Anticipamos tendencias y balances de poder. Calculamos fuerzas y evaluamos a los candidatos. Analizamos las encuestas con sus ganadores y perdedores. Pero una vez más nos dimos cuenta de que no siempre se puede planear. Y, mucho menos, predecir.
La democracia representativa, con la magia del voto, es caprichosa. Y en un mundo cada vez más incierto, cambiante y líquido, cualquier cosa puede pasar en política. En esta ciencia, como diría Paul Feyerabend, “anything goes” (todo vale). Tenemos que acostumbrarnos y adaptarnos a esta nueva y volátil realidad. Solo recuerde que hace dos semanas de lo único que hablábamos era del fenómeno Pamela Jiles.
La confianza en los partidos políticos ha sufrido un lento y sostenido deterioro. Solo un 2% de los chilenos confía en ellos. El resultado electoral fue otro balde de agua fría para los partidos tradicionales. Si la irrupción de los independientes en la Convención Constitucional fue sorpresiva y contundente, la baja representación de los partidos es preocupante. Sabemos que los partidos políticos son fundamentales y esenciales para la democracia representativa. Sin partidos fuertes y confiables, se abre el camino a la decadencia.
Aunque estas elecciones fueron complejas y nuevamente ejemplares, algunos hitos de los resultados son dignos de análisis. Indudablemente la paridad en la constituyente es y será muy importante. Otro gran tema es el éxito de los abogados. Esto va más allá del legado de Andrés Bello. En efecto, de los 155 integrantes de la Convención Constitucional, 61 son abogados, 5 egresados de derecho, 2 son licenciados y uno es estudiante de derecho. O sea, un 44,5% de los constituyentes pertenecen al mundo de las leyes. Los economistas, en cambio, brillan por su ausencia. Hay solo un economista y tres ingenieros comerciales.
Este giro refleja algo profundo y simbólico. La influencia de los economistas ya no es la misma. Las señales en esta dirección abundan. Basta advertir la creatividad legislativa en ciertas materias. En cierto sentido saltamos de los Chicago Boys a los abogados, de la planilla Excel al cuaderno a rayas, de “El Ladrillo” a una nueva Constitución. En fin, si Chile estuvo guiado por economistas, para el futuro ya no parecen ser tan importantes. La economía fue bajada de su trono.
También se aprecia una renovación generacional profunda. La edad promedio de los constituyentes es de 45 años. O sea, la gran mayoría no alcanzó a votar por el Sí o el No. Y quizá votaron por primera vez el año 1999. Son los jóvenes del cambio de siglo que representan el fin de la vieja transición y el comienzo de una nueva.
Será necesario conversar para estar a la altura del desafío constituyente. El que sea una Convención Constitucional con estas características puede ser una ventaja o una desventaja. No lo sabemos. Tampoco lo podemos planear. Pero la elección del término “convencional” no es baladí: parte con el prefijo “con” (junto con), al medio aparece “venir”, y se cierra con el sufijo “al”. En su sentido etimológico, esta palabra refleja la unidad en un pacto o acuerdo. Por cierto, la Convención Constitucional no será un convento. Pero será la instancia que definirá nuestro porvenir. Y para eso hay que avenir. El tránsito por esta avenida será el gran desafío. Lampadia