Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Acabamos de concluir el domingo 11 de abril, la primera vuelta electoral y encuentro que esta es una formidable oportunidad de reflexión.
Respecto al proceso electoral, definitivamente la ONPE tomó una muy mala decisión, programando votación de los adultos mayores entre las 7:00 y las 9:00 am, asumiendo que los jóvenes miembros de mesa estarían antes de las 7.00 am en los locales de votación y con sus respectivas mesas instaladas, nunca ha sido así y siempre se requiere “invitar” a los primeros de la fila a que sustituyan a los ausentes. Ciertamente, esta vez no fue diferente, pero los adultos mayores se vieron obligados a esperar, desde las 7:00 am hasta el mediodía, en muchos casos, para votar, después de asolearse por cerca de cuatro horas (Espero lo rectifiquen para la segunda vuelta). Muchos se retiraron y no volvieron, lo que se agregó a quienes no asistieron por COVID o desinterés en las elecciones y esto nos llevó a un ausentismo de 28.3%, el más alto de la historia. Si alguien pensó que pagar 120 soles a los miembros de mesa, era incentivo suficiente para que asuman sus puestos y que, imponer una multa a los faltones persuadiría, se equivocó. En el Perú nadie paga multas, así que habría que pensar, que estos paguen con un servicio comunitario; limpieza de calles, reparación de instalaciones u otro equivalente.
Gracias a que no se aplicó la valla electoral en las elecciones pasadas, hemos contado, esta vez, con 18 planchas presidenciales en competencia y, como resultado, una muy alta fragmentación del voto.
El pueblo, siempre sabio, ha castigado a los candidatos de “centro moderado”, los progresistas y caviares, los “políticamente correctos”, que luego de; fomentar una mala regionalización, permitir delincuentes en gobiernos regionales y municipales, parasitar, mamando del Estado por dos décadas, no resolvieron ningún problema álgido a los más pobres, tales como; agua, desagüe, salud, nutrición, educación y seguridad. El pueblo sabe que estos, no tienen la excusa de falta de recursos, porque les ha sobrado dinero, pero han hecho gala de su incapacidad para tomar decisiones y gestionar, falta de empatía con el pueblo y ningún interés por ellos. Ese castigo, ha llevado a darle el voto a un representante de los pueblos más olvidados por estos “progres”, que sólo saben vivir del Estado y por otro a un representante de la derecha, en la esperanza que sea capaz de resolver los problemas existentes. Mi abuelita diría; “se juntaron el hambre con la necesidad”.
Muchos se inquietan por la presencia de Pedro Castillo, con cerca de 19% de los votos válidos, mientras que, Keiko Fujimori ocuparía el segundo lugar con casi 14%, según el ONPE, al tiempo de escribir. La atomización de las candidaturas, el 28.3% de ausentismo (en los segmentos A/B entre 30% y 38%) y los 12.6% de votos blancos y nulos, indican que, Castillo logró el voto del 11.3% del total de electores. Esto comparado con el resultado de las tres elecciones anteriores, en que el primer puesto alcanzó entre 22.8% y 26.7% y los segundos puestos entre 14.1% y 18.1% de esas elecciones, nos hace ver que esta “victoria” electoral es bastante diminuta.
Ciertamente, los demás candidatos perdieron el foco de su “mercado objetivo” o participaron haciendo bulto, como aquellos que no tuvieron la humildad de percibir, que no valían ni medio por ciento en unos casos o máximo 2% del electorado. La primera gran lección, es que los posibles candidatos, deben ser capaces de reconocer si servirían de buenos asesores o ejecutores, pero no de candidatos presidenciales, a riesgo de llegar a su nivel de incompetencia (como país, ganamos un mal candidato y perdemos un buen asesor). Mejor hubiera sido un proceso entre los primeros 6 u 8 candidatos. Una segunda lección, es que debemos mejorar los tiempos para que los partidos realicen alianzas electorales y no mantener un grupo tan numeroso e inútil de candidatos hasta el final. Una tercera lección es que, quienes han sido sentenciados por delitos penales, particularmente terrorismo, no deben jamás ser candidatos a cargos públicos, de elección o contratación. ¡No podemos tener una democracia tan boba!
Keiko, a pesar de cargar una mochila muy pesada, debo reconocer, que ha llevado una campaña manejada con sencillez y humildad. Dicho esto, espero que haya sopesado debidamente el odio que despierta en muchos que, sabiendo o sin saber, prefieren al propio demonio que a un Fujimori en la presidencia. Por su lado, Pedro Castillo, con callada astucia andina y métodos ronderiles, ha logrado mover las bases que, desde el SUTE CONARE/MOVADEF, con sus cerca de 400,000 maestros afiliados, han cosechado el fruto de un trabajo de más de 25 años. Recordemos que, con recursos del Estado, el sindicato más numeroso del Perú ha venido adoctrinando escolares, especialmente rurales e influyendo sobre los padres de familia, para darnos esta “sorpresa” electoral.
Ahora en segunda vuelta, ya tenemos dos candidatos; Fujimori, quien cree en el juego democrático y la economía social de mercado y que, por lo tanto, aplicaría un plan y estrategia en esa línea. Está convocando a otras agrupaciones políticas e independientes que, concuerde con las ideas básicas democráticas y de mercado, para reconstruir el país; en lo sanitario, lo económico, aplicando una verdadera reforma política, que fortalezca nuestra democracia. De otro lado, Castillo, quien, como ya dijo públicamente, se presentará como “el candidato de los pobres”, oponiendo a Fujimori, como “la candidata de los ricos”. Castillo ya adelantó, que sus primeros actos serían; indultar a Antauro Humala, cerrar el Tribunal Constitucional y convocar a una Asamblea Constituyente, para cambiarlo todo y si el Congreso se opone, disolvería el Congreso para ir adelante con su proyecto, acciones que de por sí, son el anuncio anticipado de que, no piensa respetar la Constitución que, deberá jurar cumplir y defender, si le tocase asumir la presidencia de la república.
El sistema electoral y las diferentes instituciones del Estado peruano, deben tener claro y prepararse, para que ningún ciudadano que pretenda violentar la institucionalidad democrática, la Constitución y la Ley, pueda asumir la jefatura del Estado, personalizar a la Nación, ni asumir la Comandancia Suprema de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional.
No pensé jamás, que dentro de las reflexiones tendría que incorporar a las Fuerzas Armadas y Policía Nacional del Perú, quienes se deben a la Constitución del Perú y se subordinan al Presidente de la República, siempre que éste cumpla con la Constitución que, al asumir, debe jurar cumplir. Partiendo del claro concepto, que las FFAA y PNP, no son deliberantes en política, sí debemos tener muy claro que, sólo deben subordinación al Presidente en tanto se somete al fiel cumplimiento de la Constitución y la Ley. Lampadia