Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Los chilenos se hartaron del caos y el empobrecimiento que sus izquierdas les regalaron después del terremoto político iniciado en octubre del 2019. Ese fenómeno, aún difícil de explicar, puso en la primera línea política a todas las izquierdas reverdecidas en un penoso salto atrás, bajo la batuta de jóvenes intonsos, incapaces y soberbios.
Los Boric y las Vallejo, que tomaron la posta del gobierno, solo han mostrado las mismas limitaciones de las demás izquierdas latinoamericanas, no han podido generar bienestar. Hoy día, el chileno de a pie es 30% más pobre que hace cuatro años. La fuga de capitales y talentos ha sido dramática. La economía ya no crece. Y la crisis social asociada a la violencia y a la desordenada inmigración, han roto la confianza de los chilenos en el futuro de ese país desarrollado, que no fue.
Después de dos derrotas del gobierno de izquierda, en setiembre pasado con el rechazo al brulote de constitución y ahora con la elección de los consejeros, Chile se enfrenta a una nueva oportunidad de establecer una constitución equilibrada que promueva la economía de mercado y una democracia representativa, que atempere las estridencias voluntaristas.
Es claro que cuando los problemas hacen sangre, los pueblos recuperan la memoria sobre sus avances y se acercan a las estructuras de prosperidad, y no hay nada más destructivo de todo ello, que las crisis existenciales y refundacionales promovidas por las izquierdas que se resisten a aprender de la historia.
Buenas lecciones para los peruanos.
Humildad sin complejos
Rocío Cantuarias
Fundación para el Progreso – Chile
Publicado en Diario Financiero
8 de mayo, 2023
La ciudadanía decidió recuperar Chile y enterrar el octubrismo, en un año en que sesgadamente se «conmemoran» 50 años desde que se interrumpió la vía hacia una dictadura marxista. Simbólico, a lo menos.
La ciudadanía respaldó abrumadoramente al Partido Republicano. Con esto, de pasada, el presidente Piñera y sus ansias de vigencia conquistan irrelevancia.
Avanzar con humildad, pero sin complejos, debiera ser la conducta del Consejo Constitucional. Avanzar en mejorar las condiciones de vida de todos. Y esto se consigue cuando hay menos obstáculos a la iniciativa privada y más libertad económica. Hay más obstáculos a la libre iniciativa cuando los políticos sabotean a los empresarios y consumidores fijándoles más impuestos. Y hay menos, cuando se establecen principios tributarios a nivel constitucional que mantienen a raya la irresponsabilidad fiscal de los saboteadores.
Hay más obstáculos cuando los políticos no diferencian entre la realidad y la fantasía, esta última representada por la falacia de que existen pobres porque los malvados privilegiados, sirviéndose del mercado, se adueñan de lo que sería suyo. Y hay menos obstáculos cuando elegimos a más de 30 consejeros que entienden que la pobreza de unos chilenos no es culpa de la riqueza de otros, y que los problemas de los más vulnerables no se arreglan quitándoles libertad a los más exitosos.
La unión de los consejeros en la defensa del individuo y el libre mercado debe usar el diálogo como un medio para persuadir a la minoría de que menos libertad económica jamás aumentará el bienestar de nuestro país y que las ideologías colectivistas, todavía presentes en un menor porcentaje en el Consejo, pero en plenitud en el Gobierno, causan un daño irreversible al delicado engranaje del progreso.
Hay alertas de gérmenes antidemocráticos: ya no será tan «útil» la democracia ni «legítimo» el proceso, para quienes llegaron al poder a través de la violencia. Otro germen antidemocrático es la forzada paridad. Además de injusta, es un insulto para las mujeres y especialmente para las electoras que «valen menos» que las mujeres candidatas a las que se les entrega un escaño a pesar de haber obtenido menos votos que un hombre, al que eventualmente muchas votantes mujeres prefirieron. Lo mismo respecto de los escaños reservados para pueblos originarios, que hoy tienen muy poca representación gracias a la voluntad popular, pero todavía un estatuto especial gracias a los políticos.
Por último, el Gobierno, con dos derrotas en menos de un año y un evidente desprecio de los ciudadanos a sus ideas colectivistas, debería abdicar de ellas para hacerse cargo en serio de las necesidades sociales o seguir navegando sin rumbo en perjuicio de éstas. Por otra parte, y por ahora, el intento de demoler el orden institucional para suplantarlo por un populismo autoritario de extrema izquierda se aleja de la Constitución, más no de los objetivos del Gobierno.
«Tengo confianza en la sabiduría del pueblo» señaló el presidente. Hasta ayer, no había estado de acuerdo con alguna de sus poesías. Hasta ayer. Lampadia