Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
La política peruana, por lo menos desde que la conozco hace más de 5 décadas, no se forja en el esfuerzo compartido, la búsqueda del consenso o la obtención del bien común. La política vive del enfrentamiento. Entre derecha e izquierda. Entre ricos y pobres. Entre limeños y provincianos.
¿Quién nos enfrenta?, ¿Quién gana del enfrentamiento? Los políticos. De todo color, de todo origen, de todo rango y mientras se enfrentan, todos (o para ser justo casi todos) sin ningún rubor, facturan, hacen negocios, ganan. Unos más que otros, pero todos ganan.
Entonces, la verdadera disyuntiva del Perú presente, de este tiempo y de esta circunstancia, ¿es una disyuntiva entre derechas o izquierdas? ¿entre liberales o socialistas?, ¿entre caviares y conservadores? La verdadera disyuntiva es entre el Perú y sus políticos.
Si se detienen a revisar lo que han hecho, sólo en el mes de mayo, el Gobierno, el Congreso y los políticos regionales o locales, sólo confirmará esta lamentable hipótesis. Mientras los peruanos trabajan, los políticos hacen negocios, facturan.
En el gobierno, la izquierda moderada de la Sra. Boluarte y el Premier Otárola, facilita expropiaciones para obras de infraestructura (D.Leg. 1599), agiliza negocios de telecomunicaciones (D.Leg 1560), reglamenta la publicidad estatal en medios de comunicación ( D.S. 064-2023-PCM), decreta tantas emergencias como sean posibles o concentra la compra de equipo biomédico ( D.U. 12-2023).
En el Congreso, todos al unísono, derecha, centro, izquierda y no definidos, le ponen tope al plazo de interrupción de la prescripción en casos de corrupción (Ley 31751), acomodan el financiamiento de los partidos (Ley 31746) y se ocupan del equipamiento de la minería ilegal (Ley 31746). Todos juntos hacen negocios, mineros, judiciales o electorales. La única excepción de la temporada, donde se podría decir que la derecha ha hecho política, es la Ley 31745, donde se logró incluir en el currículo educativo la enseñanza sobre la subversión en el país.
En los gobiernos locales y las regiones, donde la izquierda tiene la mayoría de las plazas, sucede lo mismo. Al abuso de las emergencias político sociales, se suman las obras chinas que comienzan y nunca terminan, las licencias que tugurizan distritos o las consultorías con amigos y allegados. Los negocios regionales y municipales dilapidan el presupuesto público, sin gestión ni obras tangibles.
La elección del Defensor del Pueblo sólo sería la comprobación de esta lamentable situación. Mientras los peruanos trabajan, los políticos hacen negocios. Solo que, como siempre, la izquierda, más astuta que nuestra derecha que se persigna, al tiempo que hace negocios, también hace política.
El gran reto está fuera de la política presente.
Está fuera del hediondo recipiente de la política que se alimenta de tributos que exaccionan a ricos y pobres para mantener cortes de ministros, burócratas, parlamentarios, asesores, alcaldes, gobernadores, consejeros, regidores y consultores. Fuera de esas leyes que obligan al emprendedor a pasar por la política antes de producir. Fuera de esas normas que otorgan dinero de los peruanos a los partidos.
Quien tome el reto y plantee una verdadera liberación del Perú, del yugo que le imponen sus políticos y haga protagonista de la vida nacional al ciudadano, al emprendedor y no al Estado, estará entendiendo la verdadera disyuntiva del Perú del Siglo XXI. Lampadia