Fernando Rospigliosi
CONTROVERSIAS
Para Lampadia
Dina Boluarte resultó mucho más incompetente y necia de lo que se esperaba. No me refiero a los que creían que la ex socia de Pedro Castillo y Vladimir Cerrón podía hacer un gobierno razonable -esos son los eternos vendedores de ilusiones que viven dando consejos a los políticos que nunca escuchan-, sino incluso a los que, con justificada razón, desconfiaban de ella.
Cualquiera que conozca algo de la agitada historia reciente del Perú, sabe que cuando se inician disturbios violentos, con mucha mayor razón si son promovidos por grupos subversivos bien organizados, hay que detenerlos con toda la firmeza posible desde el primer instante. Si se les deja avanzar, inevitablemente se expanden como un reguero de pólvora y después es muchísimo más difícil contenerlos.
El “costo social”, como eufemísticamente se le llama al número de muertos y heridos que deja la violencia, no es menor sino incomparablemente mayor si se permite que las asonadas se expandan.
Esa obviedad la resumí en un tuit el viernes pasado -hace una eternidad en términos peruanos- señalando:
“Mientras Dina piensa, medita, sueña y se rodea de caviares, los senderistas, antauristas y toda clase de delincuentes comunistas promueven disturbios. Son pocos, pero violentos y bulliciosos. Si no se corta con firmeza de inmediato esto, será un mal comienzo y rápido final”.
En verdad, fue un pésimo comienzo y el final se va acortando velozmente. Boluarte empezó diciendo que se quedaba hasta el 2026, luego prometió reducir su gobierno al 2024 y luego ha dicho al 2023.
Es muy torpe pretender frenar la violencia con ese tipo de propuestas. A la mayoría de la muchedumbre que saquea, quema y roba le importa un comino la fecha de las elecciones o la asamblea constituyente. Mientras las fuerzas del orden no actúen con toda energía, seguirán haciendo lo mismo. Y con los grupos organizados (Sendero, Fenate, etc.) que son los que organizan y promueven las asonadas, no se puede negociar porque precisamente lo que ellos quieren es provocar el caos para eventualmente retornar al gobierno para seguir robando.
Lo único que se puede hacer para frenar los disturbios en actuar con firmeza. Después vendrán las discusiones políticas.
Pero Boluarte no solamente se ha negado a actuar con energía, sino que ha amenazado a la Policía Nacional con sanciones por defenderse de las turbas que la agreden. Y ha ordenado que se enfrenten a vándalos cada vez más violentos totalmente desarmados, sin siquiera usar armas no letales como las escopetas con perdigones de goma.
Naturalmente, la Policía se repliega.
El ministro del Interior, de infausta recordación cuando estuvo en el servicio activo (fue ascendido irregularmente por los caviares el 2017 y nombrado ilegalmente jefe de la policía por esos mismos caviares el 2020), es un inútil, sin liderazgo ni valor, que no respalda a los efectivos policiales víctimas de los ataques de las hordas violentas y que está presto a sancionarlos cuando cumplen con su deber, como hizo con los injustamente acusados en el nefasto gobierno de Francisco Sagasti.
La ola de vandalismo que se ha extendido por el país tiene responsables claramente identificables. No solo Castillo, los indescriptibles Betsy Chávez, Aníbal Torres, Guillermo Bermejo y otros congresistas y ex funcionarios, Sendero Luminoso y el Fenate, los herederos del MRTA, sino también todos los que integraron el gobierno del delincuente y fueron cómplices de lo que se preparaba.
Ellos, incluyendo a Boluarte, propalaron y avalaron desde los discursos de odio que constantemente proferían en supuestos “consejos de ministros descentralizados” -en realidad viajes de agitación-, hasta las incendiarias soflamas en Palacio con auditorios de malhechores, contribuyendo a generar el ambiente de encono y justificar los desmanes que hoy provocan los que fueron defenestrados del gobierno.
El nombramiento de prefectos y subprefectos de Sendero y del Fenate que inició el caviar Avelino Guillen, fue un hito importante en la preparación de lo que hoy sufre el Perú. Y lo hicieron a vista y paciencia de todos.
Si se hubieran tomado medidas radicales en su momento, el país se habría ahorrado mucho dolor y sufrimiento.
Ahora se pretende adelantar las elecciones previa reforma política. Para eso se requiere la coordinación de un gobierno incompetente con un Congreso integrado por 14 grupos, varios de ellos subversivos y otros corruptos y delincuenciales, unidos todos, además, por el interés de permanecer el mayor tiempo posible, dilatando el recambio. Es el camino al entrampamiento.
En realidad, lo que se necesita es un gobierno de transición fuerte, con autoridad, que no solamente restaure el orden, sino que limpie las instituciones electorales y modifique rápida y eficazmente las reglas de juego para poder tener, en el más breve plazo, elecciones limpias. Lampadia