Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Como explicamos anteriormente en Lampadia, una asamblea constituyente es como una Caja de Pandora, puede producir todos los males guardados de los seres humanos.
El caso chileno, en pleno desarrollo, es un ejemplo patético de como una sociedad que entra en modo de confusión, puede delegar en sus peores representantes una tarea que debería estar influida de nobleza y desprendimiento.
“La megalomanía de nuestra convención ha transformado lo que debe ser un sobrio texto jurídico en un libro gordo de petete que tendrá respuesta para todos nuestros infortunios”.
Gerardo Varela, presidente del Consejo Directivo de la Fundación para el Progreso y Ex ministro de Educación.
Este pernicioso proceso se agrava aún más si la política imperante se aleja de los intereses nacionales, para asumir causas políticas continentales, como el pluri-nacionalismo del socialismo del siglo xxi, auspiciado estos días desde el Foro de Puebla.
Por eso una sociedad seria y sus líderes más responsables, deben rechazar sin dudas ni murmuraciones, los intentos de abrir la Caja de Pandora del asambleísmo constituyente.
Aprendamos los peruanos, de la destructiva experiencia chilena.
Una convención megalómana
Fundación para el Progreso – Chile
Gerardo Varela
Publicado el 14.05.2022
La megalomanía -esa combinación de narcisismo, vanidad y delirio de grandeza- es entre los defectos del ser humano la que me parece más patética. La historia es pródiga en megalómanos, desde Nerón hasta Ghadaffi, pasando por Fidel, Stalin y Mao. Debe ser porque África es la cuna de la humanidad, que ha sido tan generosa en dictadores megalómanos inolvidables como Bokassa o Idi Amin. Todos dueños de sus países y de títulos honoríficos inmerecidos que sonrosarían a cualquier persona normal.
De los dictadores africanos destaca Macías Nguema Biyogo de Guinea Ecuatorial. Entre sus muchos títulos están los de: “Gran estratega contra el colonialismo en general y el español en particular”; “Impugnador de la constitución colonial española y hombre y líder que ha puesto la nueva Constitución con la igualdad de derechos al Pueblo Trabajador de Guinea Ecuatorial”. De todos los títulos que tenía Macías el que más me gusta porque me evoca a nuestra convención (CC) es el de: “Gran Hombre que devolvió la tierra, el bosque con sus animales, el espacio aéreo con sus aves, el mar territorial a la jurisdicción guineana con sus peces y todas las inmensas riquezas que posee el mar a sus propios dueños después de 200 años de usurpación explotación despiadada, rapiña chantaje de los colonialistas e imperialistas españoles”.
Si la constitución es aprobada, en vez del sobrio “presidente de la república con que designamos a nuestro primer mandatario, debiéramos agregar un título similar al de Macías que haga honor a la gesta de Rojas Vade, Linconao y Atria. Nuestro escudo podría cambiar al huemul por un dinosaurio y al cóndor por pikachu; y el: “puro chile” por el “plurichile” entonado bajo la ducha por el payador de la convención. Y por supuesto nuestro lema “por la razón la fuerza” deberá ser sustituido por esa frase de otra narcisista: Evita Perón: “ustedes, tienen el deber de pedir”. Total, pidiendo y reclamando es como progresan los países.
Los convencionales en el futuro desearán que nuestra constitución sea presentada como la carta magna “liberadora de los indígenas, salvadora de la naturaleza, redentora del feminismo; justiciera de los oprimidos, destructora del poder judicial, del senado y del presidencialismo”.
Más que escribir una constitución la CC la ha perpetrado. So pretexto quijotesco de enmendar todas las injusticias de esta tierra ha redactado la constitución más larga y más mala de nuestra historia.
La megalomanía de nuestra convención ha transformado lo que debe ser un sobrio texto jurídico en un libro gordo de petete que tendrá respuesta para todos nuestros infortunios. La constitución no debe representar un proyecto político, sino que debe definir las reglas para que compitan distintos proyectos políticos.
La inmensa mayoría de los que votaron apruebo buscaban algo más modesto. Querían que la constitución restableciera la gobernabilidad del país destruida entre otras por la Cámara de Diputados; que un gran consenso político-jurídico pusiera término a la violencia y asegurara el estado de derecho y que se mantuvieran las bases del progreso económico mientras se aseguraba la creación de una sociedad de bienestar que asegurara que nadie se quedara fuera del desarrollo.
Bajo esos 3 conceptos esta constitución es pésima.
Empeora la gobernabilidad, sobreponiendo instituciones; debilitando el poder judicial y radicando el poder en la cámara de diputados -una cámara históricamente irresponsable y la de peor evaluación pública- agravará la violencia al alentar reivindicaciones territoriales y de deudas histórica inexistentes y que colisionarán con la propiedad y derechos de otros chilenos y genera odiosas castas raciales concediéndoles privilegios inaceptables a los indígenas (reales o impostores) que violentan la igualdad ante la ley y finalmente contra toda evidencia confiará al monopolio estatal y a su burocracia nuestro desarrollo económico.
Un filósofo español decía que “una sociedad es democráticamente madura cuando ha asimilado la experiencia que la política es siempre decepcionante”. Yo espero que Chile con esta experiencia de un galimatías redactado por una colección de megalómanos haya madurado.
Gerardo Varela
Presidente del Consejo Directivo de la Fundación para el Progreso. Ex ministro de Educación. Abogado de la Universidad de Chile. Consejero del Círculo Legal de ICARE y Officer del Power Committee de la International Bar Association. Ha sido reconocido por la publicación internacional Best Lawyers como el mejor abogado del año 2012 tanto en el área corporativa como fusiones y adquisiciones. Lampadia