Fernando Rospigliosi
CONTROVERSIAS
Para Lampadia
Para salir adelante en situaciones críticas, las naciones requieren liderazgos fuertes. El historiador británico Ian Kershaw analiza en un reciente libro el desempeño de una docena de líderes europeos, incluyendo no solo a los constructores sino también a los nefastos como Lenin, Stalin y Adolfo Hitler. (“Personalidad y poder: Forjadores y destructores de la Europa moderna”, 2022).
Entre los líderes democráticos estudiados por Kershaw, están Winston Churchill, Charles de Gaulle, Konrad Adenauer, Margaret Thatcher y Helmut Kohl. Todos ellos tienen como característica común haber ejercido un liderazgo férreo en momentos decisivos para sus países.
Son conocidos los liderazgos enérgicos de Winston Churchill y Margaret Thatcher, la Dama de Hierro, en Gran Bretaña.
En Francia, Charles de Gaulle encabezó el Gobierno después de la liberación y, luego de algunos años en el retiro, retomó el mando para resolver la crisis de la Cuarta República y solucionar la guerra de Argelia. Finalmente, resistió con éxito la asonada de mayo de 1968.
Es famoso su imponente liderazgo, que Kershaw resume así: “Su estilo de gobierno se caracterizó por un elevado ritmo de trabajo y una atenta capacidad de escucha y de comprensión de los detalles, lo que, unido al minucioso examen de los argumentos de los ministros y a su extraordinaria memoria, contribuyó a consolidar su autoritarismo instintivo.”
La Alemania de la postguerra tuvo la suerte de contar con un líder de la talla de Konrad Adenauer, un católico conservador que fue alcalde de Colonia hasta que Hitler se hizo del poder y lo destituyó. Después de la guerra, gracias a su formidable liderazgo, el país en ruinas pudo levantarse y reconstruirse, superando su reciente pasado dominado por el nazismo.
Kershaw anota que Adenauer tenía “una tendencia inequívocamente autoritaria. Ya en su época de Colonia mostró rasgos de dictador. Sus adversarios de la izquierda lo llamaban el «Mussolini alemán» o «Duce de Colonia»”.
Y añade, “Creía en el gobierno democrático. Pero, a su juicio, la democracia había que dirigirla, guiarla, manejarla. (…) El carácter de la incipiente democracia alemana occidental llevaba el sello de la personalidad autoritaria de Adenauer. (…) Adenauer combinaba la determinación ideológica con una gran sagacidad táctica, y gestionó las restricciones del sistema democrático con una perspicaz mezcla de manipulación política, seguridad en sí mismo y dirección autoritaria.”
Otro líder alemán que afrontó momentos cruciales para su país fue Helmut Kohl, que estaba al frente cuando se produjo la caída del muro de Berlín y tuvo que lidiar con la reunificación, cosa que no estaba definida en ese momento. Él fue canciller de Alemania Occidental entre 1982 y 1990, y de la Alemania unificada entre 1990 y 1998, más tiempo que nadie desde Bismark.
Según Kershaw, su estilo era “cada vez más autoritario, se basaba muchísimo en las lealtades personales (…) la forma de gobernar de Kohl: una singular combinación de un estilo casi autoritario en la toma de decisiones.”
El punto es que esos líderes marcaron la diferencia entre el éxito y el fracaso en sus países, pues “en el desarrollo de la historia, el liderazgo no ha sido puramente circunstancial, sino un elemento clave.”
En estos casos se trata de líderes que condujeron a sus naciones en el marco de la democracia, pero tuvieron que recurrir a métodos extraordinarios para sacarlas adelante en el contexto de gravísimas amenazas: “al menos algunos de los líderes democráticos más sobresalientes del siglo XX eran por temperamento autocráticos, y que en determinadas circunstancias sus tendencias autoritarias fueron incluso ventajosas. En ciertos momentos críticos, especialmente en la guerra, los procesos políticos lentos y a menudo laboriosos son por lo general inadecuados. Entre los casos abordados aquí, Churchill, De Gaulle y Thatcher tuvieron que tomar decisiones rápidas que, por su propia naturaleza, se saltaban los procedimientos democráticos completos.”
Por supuesto, lo que los diferencia de los dictadores es que no se perpetuaron el poder: “En última instancia, este es el test de los dirigentes democráticos: ¿Están dispuestos a irse si son derrotados o ya no cuentan con el favor de la gente? Los líderes democráticos aquí evaluados se mostraron reacios a dejar el poder. Pero llegado el momento, se fueron… en paz.”
Cómo es obvio, la ausencia de liderazgo en el Perú es una de las principales razones por las que se vive, desde hace años, en una crisis permanente. Lampadia