MIENTRAS TODO SUCEDE
Milagros Leiva
Para Lampadia
Cesar Acuña se ha puesto en el centro del espectro político y ha dicho que él y su partido apuestan por la gobernabilidad y que apostar por la vacancia es entrar en un hoyo más profundo. También ha aceptado que Pedro Castillo Terrones no está preparado para gobernar pero que ineficiencia absoluta no es incapacidad moral. Que solo si se demostrara que el gobernante del sombrero es un corrupto apostaría por la vacancia. La izquierda de Verónika Cerrón también está en contra de sacar a Castillo de Palacio y ambos líderes pretenden dejar establecida que todo es una revancha política: aducen que Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País no aceptan la derrota. Es decir: Keiko, Rafael López Aliaga y Hernando de Soto son tres picones que le hacen daño al país. Reduccionismo puro y duro que esconde los enormes hechos que han pintado a Castillo caminando en el terreno del mal.
¿Entre un Perú cayendo por el abismo y un presidente incapaz, es la vacancia el mal menor para un país que todos los días duerme abrazado a la incertidumbre? Esa es la pregunta que deberían contestar los políticos que acusan recibo: el Perú es un barco a la deriva dicen; ¿no importa que nos estrellemos? Acuña, Mendoza y seguidores del lápiz piden a los peruanos darle más chance a Castillo. Más oportunidad de aprendizaje. Ya no bastan 100 días para mostrar algo. Quienes defienden a Castillo tampoco confían en él, pero lo prefieren olvidándose que para salir adelante y trabajar en equipo uno de los principales requisitos es justamente la confianza.
Polarizados y divididos por el mismo gobernante, los poderosos quieren encasillarnos en categorías: los pobres, los ricos, los blancos, los cholos, los provincianos, los limeños, la izquierda, la derecha, los brutos, los iluminados, los caviares, los radicales, los ignorantes, los achorados. ¿No piensas como yo? Entonces no sirves. A eso estamos llegando. A tronos de superioridad moral ficticios porque el problema principal es que al presidente Castillo no le interesa demostrar que es diferente. O bueno, sí es diferente: es tan soberbio que no habla con la prensa desde que inició su mandato y solo grita en las plazas como si siguiera en su rol sindicalista regalando verdades a medias. Es tan diferente que solo quiere imprimir su sello histórico porque no se quita el sombrero ni cuando ingresa a una Iglesia, pero no porque a la primera de bastos expulse de Palacio a quienes tienen fajos de dólares contantes y sonantes. Ni siquiera mueve una ceja cuando sus allegados tienen serios lazos con Movadef que es Sendero Luminoso. No le dice nada al pueblo cuando comandantes generales de nuestras Fuerzas Armadas denuncian intentos de socavar los ascensos con un secretario presidencial que “dirige” en su nombre. No, nada le interesa. Cree que el silencio es su escudo cuando es al revés. El silencio lo hace cómplice.
Castillo está empeñado en decirnos que ha sobrevivido a luchas cruentas y que está preparado para pelear. Se olvida que el pueblo al que invoca también ha sobrevivido a mafiosos que tomaron al Estado como un botín y que tampoco está dispuesto a entregar el Perú a un improvisado que trata al país como su chacra haciendo literalmente lo que le da la gana.
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¿Podrá sobrevivir al primer intento de vacancia con una ministra que es más azuzadora de la protesta social que promotora de la inversión?
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¿Podrá resistir con un ministro de Educación que hace todo menos garantizar el retorno a clases?
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¿Podrá hacernos creer que le interesa la prosperidad cuando su ministro de Economía anda con picazón en el ojo y el hígado revuelto por el éxito ajeno?
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¿Podrá convencernos de que ha entendido que a la mayoría de los peruanos su Asamblea Constituyente no nos interesa porque estamos quebrados y en duelo permanente?
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¿Podrá sobrevivir si al final el Ministerio Público demuestra que él sí sabía el origen del dinero y que Perú Libre actuó como una mafia muy bien organizada?
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¿Es realmente Castillo el presidente que el Bicentenario del Perú merece?
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¿Es realmente un hombre que sabe distinguir el bien del mal, es un hombre moral?
Estas son las respuestas que él mismo deberá contestar si es que el Parlamento alcanza juntar 52 votos para llevarlo a rendir cuentas. ¿Cuestión de votos o cuestión de honor? Esa también es una pregunta que los parlamentarios y sus líderes políticos tendrán que contestar. Lampadia