Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
El principal mérito de Javier Milei, ganador de las últimas elecciones presidenciales argentinas, no es haber vencido a Sergio Massa, el ministro de Economía del 140% de inflación anual que hizo guerra sucia hasta en los tickets del metro bonaerense.
Tampoco el haber vencido a los Kirchner que mueven los hilos del poder en ese país hace 20 años y controlan el chantaje social desde La Cámpora.
Tampoco el haber vencido a los asesores que Lula envío para la campaña y guerra sucia.
Ni siquiera el haber derrotado el clientelismo peronista de 80 años que convirtió un país con alto PBI per cápita en un país en bancarrota.
Su principal mérito es haber ganado las elecciones con la bandera de la libertad, gritando a los 4 vientos “Viva la Libertad Carajo”, sin atenuar su defensa del derecho de los ciudadanos a construir su propio destino, sin disimular con adjetivos la defensa a la propiedad privada y la libre empresa, sin esconder su crítica a la justicia social a la que llama “el robo del trabajo honrado de unos para dárselo a otros”. El mérito está en no esconder la crítica al Estado en una sociedad que vive de él. Su mérito está en haberle dicho a un pueblo adicto a la protección y dádiva estatal, que ésta lo está matando.
Su desenfado político lo llevó a criticar al mismo Papa Francisco, a quien, como muchos, criticamos su silenciosa alcahuetería con las dictaduras de Cuba, Caracas y Nicaragua. Ciertamente con Juan Pablo II, aún anciano, Ortega no hubiera hecho lo que ha hecho con la Iglesia Católica en Managua y otras ciudades del país centroamericano.
Nadie en la historia política latinoamericana tuvo el desenfado de postular y ganar una elección presidencial con un mensaje tan abiertamente liberal. Sus mítines de campaña no eran distintos de sus alocuciones en coloquios o conferencias para libertarios o anarco capitalistas. Ganó afirmando, hasta en su mensaje de triunfo, su credo: “creo en el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada”. Ni en los grupos más entusiastas de jóvenes activistas liberales se pensó que una propuesta tan indisimulada, pudiera ganar una elección y seducir a un pueblo acostumbrado, por décadas, a lo contrario.
Ganó las elecciones citando a Hayek, a Von Mises, a Friedman, los autores liberales que las universidades “progres” del Perú esconden en su bibliografía. Ganó citando a Alberdi, el artífice del modelo constitucional liberal argentino. Ganó, en una Nación que se volvió adicta al Estado (por bonos o planes o por dólares baratos para ir a Qatar o contratar Netflix, según la clase social), explicándoles que el Estadio esconde su garra detrás de la justicia social.
Se trata por ahora de un triunfo meritorio que deja muchas lecciones.
Para la Argentina, la primera lección es que la maldición peronista de 80 años que hasta Le Monde Diplomatique reconoce, no era infinita.
“… el coronel Perón, quien tras dar el golpe de estado de 1943 y convertirse en vicepresidente y ministro de defensa del gobierno de facto, creo un aparato político, financiado por el Estado. Ganó las elecciones de 1946 y a partir de entonces implementó otra forma de fraude electoral, no basado en volcar padrones, sino en el uso de fondos del Estado para atraer voluntades. A partir de entonces se impuso la estrategia del gasto fiscal expansivo para beneficiar a los candidatos del gobierno…”[1]
La segunda será entender, de una vez por todas, que para erradicar el cáncer hacen falta cirugías profundas y mucho más, y no paliativos gradualistas como los que aplicó Macri y fracasó.
Para América Latina, donde el cáncer estatista ha infectado toda nuestra sociedad, hasta niveles metastásicos en Cuba, Venezuela, Bolivia o Nicaragua, y que sigue avanzando de manera preocupante en otros países hasta hace algunos años libres y en ruta al desarrollo como México, Chile, Colombia o el Perú, nos deja la lección de que una opción genuinamente liberal si es posible, sin ambages, sin disimulos, sin coartadas, sin impostores.
La elección de Milei en la Argentina demuestra que en América Latina si es posible hacerle frente con las ideas de la libertad, a la marea roja que Lula, el alumno más aplicado de Perón, nos viene imponiendo hace dos décadas, con la complicidad de izquierdas y derechas latinoamericanas, de periodistas e intelectuales y sobre todo de empresarios prebendarios y mercantilistas.
Para defender las libertades en Latinoamérica no necesitamos de Piñeras (que entregaron la Constitución para conservar el puesto), ni de PPKs (que ganaron por la derecha, pero gobernaron con la izquierda), ni de Santos (que arrodilló a Colombia ante la guerrilla en la mismísima La Habana).
Necesitamos líderes que le digan a su pueblo, con claridad y sin rubor, que la libertad es el camino. Que el Estado te quita con inflación, corrupción e ineficiencia, 100 veces lo que te da con dádivas, bonos o programas sociales.
Tremendo desafío el que plantea Milei a los libertarios de América Latina. A lo jóvenes que parecen despertar. Él puede convertirse en una nueva luz contra el socialismo que nos impregna y degrada desde México hasta la Patagonia. No puede estar sólo alumbrado el camino de la libertad en nuestra región. Lampadia
[1] Pablo Lacoste. Le Monde Diplomatique, noviembre 2023. Edición Chilena. Pag. 9