Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
El traslado de la contienda política a los tribunales, fiscalías y altas magistraturas no es un tema exclusivo de nuestro país. En todo el mundo la contienda política se da también en el campo judicial.
En Norteamérica se ataca al presidente Biden a través de su hijo Hunter y a Donald Trump a partir de sus debilidades. En Rusia, fue un tribunal justicia el que eliminó al opositor Navalny al enviarlo a una cárcel controlada por Putin donde ha muerto. En España, la izquierda y la derecha se atacan en los tribunales: al presidente Sánchez le atacan a la mujer por actos de corrupción y a la señora Ayuso (la cara más visible de la derecha), le atacan al novio.
En América Latina, la batalla política también se ha librado y se libra en los tribunales.
En Brasil, el Juez Sergio Moro destapó el Lavajato, desnudó la entraña corrupta de Lula da Silva y lo envió a la cárcel, de donde lo sacaron los jueces federales permitiéndole postular a la presidencia y ser elegido por tercera vez. Hace un par de días, un tribunal electoral, con algunos jueces designados por el propio Lula da Silva, estuvo a punto de dejar sin curul de Senador a Sergio Moro. Vueltas que da la política. En Venezuela, María Corina Machado no puede ser candidata presidencial por obra de un tribunal electoral que actúa de comparsa de una clepto dictadura inepta cuyo único mérito es haber exportado 7 millones de venezolanos.
Pensar entonces que estos son temas jurídicos es de una candidez proverbial.
Buscar argumentos jurídicos para entender actos políticos deja de ser ingenuo y se convierte en tonto. Lo jurídico está reservado a los asuntos de poca cuantía que vemos los abogados de pueblo, no para los temas donde se discute el acceso, la conservación o el ejercicio del poder político. Allí importa poco la Constitución y la ley, importa el poder, lo demás es ilusión. Izquierdas y derechas usan los tribunales para extender sus batallas. Lo jurídico es apenas el ropaje, el traje o el disfraz de actos políticos, puros y duros.
La destitución de Patricia Benavides como Fiscal Suprema (y antes su suspensión en el cargo de Fiscal de la Nación a instancias de una inefable Fiscal que sostiene que todos somos culpables hasta que probemos lo contrario), es más de lo mismo.
Suenan tontos los argumentos y contra argumentos frente al hecho, cuando no hay duda que Benavides sale por haber acusado a Pedro Castillo, haber precipitado su salida y haber originado la salida de la izquierda hiperventilada del Gobierno y la pérdida del poder político de nuestra izquierda caviar, que vive del Estado. Una afrenta que no podía quedar sin castigo y para la cual había que buscar argumentos jurídicos y válidos, que lo hagan posible.
Aunque la batalla se da en todos los sectores políticos, en esta parte del mundo, es la izquierda y sus aliados la que más éxito viene teniendo en el afán de desaparecer y anular adversarios políticos por vías judiciales, utilizar las instancias judiciales para sus fines o instaurar regímenes abiertamente autoritarios. Veamos.
- A Álvaro Uribe Vélez, el presidente de Colombia que arrinconó a las guerrillas comunistas colombianas y restableció la seguridad en ese país, lo tienen procesado hace más de 12 años, mientras un exguerrillero es el presidente de esa Nación.
- Jeanine Añez, la expresidente constitucional de Bolivia que sucedió a Evo Morales cuando este abandonó el país al verse descubierto su fraude electoral, ha sido condenada injustamente a más de 10 años de prisión por jueces adictos a la autocracia del Mas, el partido que saquea ese país hace 20 años.
- Leopoldo López y cientos de opositores venezolanos han sido condenados, apresados y desaparecidos física o políticamente por el chavismo, todo ello en manos de jueces y tribunales y con argumentos jurídicos y mucha tinta.
- En Nicaragua han sido jueces, tribunales, cortes y fiscalías las que han ordenado el apresamiento de opositores, inhabilitado candidaturas presidenciales opositoras, apresado obispos y confiscado bienes a la Iglesia Católica nicaragüense y a sus universidades.
- En el Perú, a Fujimori, que humilló a la izquierda al superar a sus candidatos Pease y Bernales en la primera vuelta de 1990, gobernó con el plan liberal de Vargas Llosa pese a ganar en segunda vuelta con los votos de la izquierda y luego envió a la cárcel a la izquierda subversiva de Abimael y su banda criminal, lo mínimo que le correspondía era la cárcel. Su prisión puede tener mil argumentos jurídicos, desde la autoría mediata, la teoría del dominio del hecho o el apoyo de letrados españoles pero tiene una clara explicación política y un mensaje: a la izquierda no se le toca.
- En Argentina, los tribunales han servido, antes que para perseguir opositores, para proteger al Kirchnerismo. Lorenzettis o Zafaronis desde la Corte Suprema han blindado a la señora Fernández de Kirchner, a su marido y a su sucesor y sus secuaces por décadas. Los Fiscales que intentaron acusar, casualmente se «suicidaron» en la víspera de la acusación.
Afrentar a la izquierda tiene un alto precio en América Latina. Son muchos los mensajes en ese sentido. El mensaje enviado en el Perú no escapa de este libreto, de esa corriente, si es que no de ese mandato. Lo triste es que hay tantos cuida puesto que se prestan a ese juego. Y lo aún más triste es que mientras esto sucede, nuestra derecha sólo hace negocios. Lampadia