Pablo Bustamante Pardo
Expresidente de IPAE
Director de Lampadia
“Vamos a ganar las elecciones por las buenas o por las malas”
Maduro, presidente de facto de Venezuela
Que previamente eliminó a los opositores.
AMLO es más sofisticado, el eligió a su sucesora y
en la campaña ha sido una sombra omnipresente.
Lo que AMLO no pudo hacer desde la presidencia, lo podrá hacer durante el último mes de su mandato, pues los nuevos legisladores, que ahora tienen una ‘supermayoría’ con Claudia Sheinbaum, asumirán sus puestos un mes antes de la salida del líder de Morena, que podría regresar a la entronización de un nuevo partido único.
“La agenda que dejó lista en febrero conlleva:
Los jueces de la Corte Suprema y los jefes de la autoridad electoral serían designados por voto popular;
Muchos organismos independientes serían desmantelados;
El ejército tomaría el control de la policía nacional;
Los reguladores de energía supuestamente independientes responderían ante los ministros.
Se prohibirían el fracking, la minería a cielo abierto y las importaciones de maíz genéticamente modificado.
Se aumentarían aún más los generosos beneficios de jubilación, aunque hay escasez de dinero”.
Medidas que le permitirían a Morena concentrar aún más poder.
Como podemos ver en la región, los regímenes comunistas y socialistas se atornillan en el poder, algunos con populismos exacerbados, y si es necesario, por el terror y la fuerza. Veamos sino los casos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Es muy lamentable que en Hispanoamérica hayamos dejado que las izquierdas regionales, desplieguen sus narrativas de descalificación moral de todos sus opositores, mientras consolidaban sus coaliciones con todas las economías criminales.
No hemos sido capaces de formular nuestras propias narrativas basadas en los clamorosos fracasos de los gobiernos de izquierda. No hemos sido capaces de articular sentencias de sentido común, como:
‘Las empresas del Estado, monopólicas y sin controles, como Corpac, Petroperú y Sedapal, solo ofrecen servicios caros y de la peor calidad.
En cambio, las empresas privada, en rubros sensibles como los controles aéreos, los combustibles y el agua, operan bajo ciertas normas fijadas por el Estado, y sobre todo, supervisadas y controladas por el mismo’.
Los peruanos tenemos ahora, al norte y al sur, en México y en Argentina, dos propuestas políticas opuestas. Una reguladora, cuando no inhibidora de la actividad empresarial, que frustra la realización del individuo y otra que promueve la libertad individual, los emprendimientos y la propiedad privada.
Según The Economist (ver líneas abajo), todavía hay alguna esperanza de que la presidente Sheinbaum se libere del yugo de AMLO.
Política de partido único
La aplastante victoria de Morena amenaza con llevar a México por un camino peligroso
El nuevo presidente electo del país deberá mostrar valentía política

The Economist
6 de junio de 2024
Traducido y glosado por Lampadia
Los mexicanos conocen los peligros del gobierno unipartidista. En 2000, el país salió de siete décadas bajo el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que estuvieron definidas por la corrupción, la desigualdad y la represión política.
Sin embargo, en las elecciones del 2 de junio votaron a favor de entregar al partido gobernante, Morena, un grado de poder no visto desde la caída del PRI. Morena y sus aliados de coalición son menos disciplinados y monolíticos que el PRI, pero aún representan una grave amenaza para México. Mucho depende ahora del coraje político de la próxima presidenta del país, Claudia Sheinbaum, la primera mujer en ocupar el cargo.
El hecho de que Sheinbaum ganara la presidencia no fue una sorpresa. Durante meses había disfrutado de una ventaja de 20 puntos en las encuestas, impulsada por el valioso apoyo de Andrés Manuel López Obrador, el presidente saliente. Pero pocos esperaban que Morena fuera tan dominante.
Es probable que la coalición gobernante controle entre 346 y 380 de los 500 escaños de la cámara baja, una supermayoría que le permite enmendar la constitución.
En la cámara alta tiene al menos 82 de 128 escaños, tres menos que una supermayoría (que probablemente obtendrá gracias a unos pocos “saltamontes”, como llaman los mexicanos a los legisladores que cambian de partido).
La coalición de Morena ahora también dirige 24 de 32 gobernaciones y tiene supermayorías en al menos 22 de los 32 congresos estatales.
Los inversores reaccionaron ante la aplastante victoria de Morena vendiendo el peso, que cayó un 4% frente al dólar, y las acciones, que perdieron un 6%. Temen que el gobierno utilice sus supermayorías para lograr cambios constitucionales que dificultarán el funcionamiento en México y socavarán la democracia.
Su temor está bien fundado. Inmediatamente después de la votación, López Obrador habló de utilizar la supermayoría para promulgar una agenda que presentó en febrero.
Los jueces de la Corte Suprema y los jefes de la autoridad electoral serían designados por voto popular; muchos organismos independientes serían desmantelados; el ejército tomaría el control de la policía nacional; Los reguladores de energía supuestamente independientes responderían ante los ministros. Se prohibirían el fracking, la minería a cielo abierto y las importaciones de maíz genéticamente modificado. Se aumentarían aún más los generosos beneficios de jubilación, aunque hay escasez de dinero.
Esta reforma constitucional sólo agravaría los problemas de México. El país ya lucha por atraer inversión extranjera; un sistema judicial y regulatorio populista ahuyentaría al capital. Los seis años de López Obrador en el cargo han sido los más sangrientos en la historia del país, en parte debido a la militarización de la policía. La política energética de México, que favorece a sus productores estatales, amenaza el vital acuerdo de libre comercio del país con Estados Unidos y Canadá. Ya está pendiente una demanda interpuesta por ellos.
López Obrador tendrá la oportunidad de lograr que el Congreso apruebe algunos de estos proyectos de ley él mismo en septiembre, porque los legisladores toman sus escaños un mes antes de que Sheinbaum lo reemplace, el 1 de octubre. Pero tendrá dificultades para lograr que todos salgan adelante. A ella le corresponderá realizar el resto.
Sheinbaum debería resistirse. Que ella se enfrente al hombre que le facilitó el camino hacia el poder puede parecer poco probable. La escasa esperanza es su propio récord. Como alcaldesa de Ciudad de México fue más internacional, competente y pragmática que López Obrador como presidente. La noche de las elecciones prometió preservar la democracia, gobernar para todos los mexicanos, trabajar con Estados Unidos y respaldar las inversiones y los negocios.
Desechar sus peores planes redundaría en su propio interés a largo plazo, así como en el de su país. Sheinbaum hereda un déficit fiscal y una economía lenta. Es posible que pronto descubra que no puede darse el lujo de continuar con la redistribución que apuntaló la victoria aplastante de Morena y que apuntalará su popularidad en el cargo. Durante la campaña habló de proteger el legado de su mentor, López Obrador. Sheinbaum haría bien en pensar en el suyo. Lampadia