Según The Economist, la dictadura de Cuba tiene una oposición cultural que no puede tolerar
Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Cuba es la gran farsa de Latinoamérica, 60 años de mentiras de manipulaciones y engaños originados en la isla y soportados por prácticamente todos los países de la región.
La medicina cubana es una farsa, se quedaron en las generaciones de antaño, no tienen medicinas modernas, instrumental ni equipos.
La educación cubana es otra farsa, impregnada de ideología, con títulos muy sofisticados, pero sin capacidad para que los cubanos puedan ejercer sus profesiones, pues la economía rudimentaria de la isla no lo permite.
Los ingresos de los cubanos son paupérrimos. Prácticamente viven de las propinas que les da el Estado. La pobreza abarca a más del 95% de la población.
La desigualdad es clamorosa, más del 95% de pobres, con la nomenclatura, los jerarcas del Estado comunista, groseramente enriquecidos, empezando por la fortuna que amasó Fidel Castro, su hermano y el resto de la clase dominante.
Mientras tanto, la gran mayoría de los latinoamericanos, han sido cómplices de esta satrapía con la que se viene abusando al maravilloso pueblo cubano. Incluso hemos tenido algunos personajes de la región, como Gabriel García Márquez, que en las villas de Fidel Castro, disfrutaban de esa inhumana riqueza construida sobre la pobreza del pueblo cubano. Pero hay que rescatar a dos pensadores latinoamericanos que reaccionaron oportunamente y denunciaron la gran farsa del castrismo, me refiero a Mario Vargas Llosa y al chileno Jorge Edwards.
La más reciente represión contra las protestas del movimiento San Isidro, de artistas y escritores, debería ser suficiente para cortar definitivamente todo apoyo al régimen cubano, pero hasta hoy ‘no se escucha padre’. Nuestros intelectuales siguen vergonzosamente sometidos y callados.
La dictadura de Cuba tiene una oposición cultural que no puede tolerar
La isla socialista es tan represiva como Rusia, aunque más soleada
The Economist
26 de marzo de 2022
Cuando Yunior García, dramaturgo, aún vivía en su ciudad natal de Holguín, en el oriente cubano, el secretario local del Partido Comunista, Miguel Díaz-Canel, llegó a ver dos de sus obras. “Hablamos”, dice García. “Parecía abierto y más moderno. Le gustaba el teatro. Desde 2019, Díaz-Canel es el presidente de Cuba. “Ha dejado de sonreír. Él lee todo lo que dice. Ha actuado como un déspota”.
García, una de cuyas obras se ha representado en el teatro Royal Court de Londres, ha sufrido ese despotismo. Fue uno de los fundadores del movimiento San Isidro, un grupo de artistas y escritores radicados en La Habana. En 2020 realizaron una protesta contra la censura frente al Ministerio de Cultura. “Comenzó con 20 personas y creció a 500”, cuenta. Fue la mayor reunión de este tipo en décadas. Un alto funcionario accedió a reunirse con los artistas, aunque las conversaciones no llegaron a ninguna parte. Pero fue un punto de inflexión, piensa García.
En sus más de 60 años de gobierno, el Partido Comunista de Cuba ha sido experto en aislar a los disidentes, calificándolos de títeres de Estados Unidos. En sus primeras décadas el régimen gozó del apoyo público, gracias a la educación, la salud y la vivienda gratuitas y al carisma de Fidel Castro. La primera grieta llegó con el colapso de la Unión Soviética y el fin de su generosidad con su cliente caribeño, luego reemplazado parcialmente por Venezuela.
Ahora el gobierno de Venezuela tiene poco dinero, Castro está muerto y su hermano y sucesor, Raúl, se ha jubilado. Díaz-Canel y el complejo militar-burocrático que encabeza enfrentan dificultades sin precedentes. Mientras Donald Trump era presidente de los Estados Unidos, intensificó las sanciones prohibiendo la mayoría del turismo y las remesas a la isla. Esto agravó las ineficiencias de la economía centralizada de Cuba.
La pandemia alejó a los turistas y puso en evidencia el lamentable estado del servicio de salud de Cuba. Los hospitales estaban desbordados y el oxígeno escaseaba. La economía sigue siendo un 11% menor que en 2018. En enero de 2021 el gobierno devaluó el peso, para tratar de recortar subsidios e ineficiencias. Como resultado, la inflación fue de casi el 300 % el año pasado, según Economist Intelligence Unit, nuestra organización hermana. En el mercado negro el peso vale menos de la cuarta parte del tipo de cambio oficial. Muchos comercios tienen los anaqueles vacíos, excepto los que venden en dólares, de los que carecen muchos cubanos.
La frustración estalló en protestas espontáneas en toda la isla el 11 de julio de 2021, en las que hubo incidentes aislados de violencia. Esta explosión social fue avivada por los teléfonos móviles e internet, a los que el gobierno otorgó acceso en 2018. Probablemente fue el mayor desafío público al régimen desde la década de 1960. La respuesta fue dura: casi 800 personas fueron imputadas por las protestas y más de un centenar han recibido hasta ahora largas penas de prisión, algunas de hasta 30 años, en juicios sumarios.
El 11 de julio, García y su movimiento, ahora llamado Archipiélago, exigieron 15 minutos en televisión para explicar su visión de los hechos. Fueron arrestados y él pasó una noche en la cárcel. Aparecieron grietas en la fachada normalmente monolítica del régimen. Silvio Rodríguez, destacado cantautor y pilar de la revolución, conoció al señor García. “Es consciente de la situación”, dice el dramaturgo. “Pero ha dedicado su vida a una utopía y no puede admitir que está equivocado”.
Archipiélago solicitó permiso oficial para organizar una protesta pacífica el pasado 15 de noviembre para pedir la liberación de los presos. En respuesta, el régimen ordenó movilizaciones militares ese día. Así que los manifestantes cambiaron al 17 de noviembre. La policía de seguridad le dijo al Sr. García que iría a la cárcel por 27 años. Dijo que marcharía solo con una rosa blanca. Pero en los días previos su casa fue rodeada por una turba de 200 personas. En lugar de enfrentar largas penas de cárcel, él y su esposa, Dayana, escaparon a Madrid. El régimen parecía contento con dejarlos ir, su recurso habitual con los alborotadores. Decenas de otros activistas, artistas y periodistas han abandonado la isla desde julio, muchos de ellos acabando en la capital española.
El gobierno ha cerrado el grupo de teatro del Sr. García. El archipiélago está disperso. Pero ya ha logrado algo. Ha demostrado que el régimen se enfrenta no sólo a una población descontenta, sino también a una oposición intelectual que no sabe cómo manejar y que es difícil tildar de creación de la CIA. Al reprimir tales voces, el régimen sin duda puede permanecer en el poder. Pero pueden surgir otras voces, recordándole al mundo que Cuba es como Rusia, solo que más soleada. Lampadia