Aníbal Torres se quitó la careta
Jaime de Althaus
Para Lampadia
El discurso conciliador del presidente del Consejo de Ministros, Aníbal Torres, con ocasión de la presentación del nuevo gabinete la semana pasada, fue flor de un día. Ya en Ccapacmarca, el domingo, se desató atacando con furia a una parte del Congreso acusándola de golpista y querer desconocer el triunfo de Castillo. Al día siguiente, el lunes, convocó a una conferencia de prensa con todos los ministros para leer una suerte de “atestado” contra la oposición en el Congreso imputándole estar urdiendo un “plan secreto para generar un golpe de Estado mediante la vacancia, la acusación constitucional o la renuncia presidencial”.
Aquí no hay ningún plan secreto.
El diario El Comercio convocó hace más de una semana a periodistas de diversas tendencias y el consenso fue casi unánime: lo mejor para el país es que el presidente Castillo renuncie al cargo de presidente de la República. Y fue esa la posición editorial del diario.
Y según reciente encuesta de Ipsos, un 56% opina en el mismo sentido: el presidente debe renunciar. Por supuesto, si esa, que sería la solución menos traumática, no se da, queda la vacancia. No hay aun los votos en el Congreso para eso, pero ya un 53% de los peruanos, según la misma encuesta, está de acuerdo o podría estar de acuerdo con la vacancia. Entonces, como se ha dicho, es algo de lo que todo el mundo habla en sus casas y en reuniones.
Lamentablemente hay columnistas que, jugando en pared con el gobierno, sostienen que la vacancia no es constitucional, algo incomprensible y absurdo considerando que la vacancia por incapacidad moral está establecida en el artículo 113 de la Constitución y existe desde la carta Magna de 1839.
Aníbal Torres ha pasado a la ofensiva contra el Congreso con tres objetivos complementarios:
- Aprovechar la baja aprobación congresal para levantar la aprobación del gobierno y del presidente Castillo
- Crear el ambiente para cerrar el Congreso
- Que no se le de confianza a su gabinete, con lo que el Congreso habría gastado la primera “bala de plata” en el camino al cierre del Congreso.
El propio presidente Castillo se ha sumado a los denuestos al Parlamento: “Ellos tienen su propia agenda, un grupete para desestabilizar el país, que no me la voy a rendir (sic), porque vengo acá para defender la educación del pueblo peruano y la salud del pueblo peruano, y por eso estamos acá”.
Es el viejo recurso populista de atacar al Congreso para construir la propia popularidad, que tan bien ejecutó Vizcarra hasta cerrar el Congreso. Pero, además, es el intento de retomar el plan que ya tenía el ex premier Bellido y luego el fallido premier Valer, de cerrar el Congreso y llamar a una asamblea constituyente para concentrar y perpetuarse en el poder.
El problema es que esa narrativa sincroniza con la de algunos analistas y políticos que, tontos útiles del oficialismo, argumentan que el Congreso es tan malo como el Ejecutivo y que por lo tanto si hay elecciones luego de una eventual salida del presidente y la vicepresidenta, estas deben ser generales y no presidenciales. “Que se vayan todos”.
Que es la receta para que no se vaya nadie.
Y contiene una falacia evidente: el causante de la crisis política que vivimos no es ni de lejos el Congreso, sino el Ejecutivo con los nombramientos de ministros y funcionarios sin capacidad y con prontuario, la existencia de cuatro gabinetes en menos de siete meses, destruyendo las políticas públicas, la captura del Estado por intereses patrimonialistas, neo senderistas, informales o delincuenciales, demoliendo la meritocracia y las reformas. El país no aguanta 4 años y medio mas de destrucción institucional y económica.
El Congreso ha aprobado dos o tres leyes inconvenientes, y sin duda es presa de intereses particulares -mucho menos, sin embargo, que el Congreso anterior-, pero también ha aprobado leyes que defienden la Constitución. No se puede comparar el daño que está haciendo el gobierno con el que hace el Congreso. Lo que ocurre es que por definición los congresos tienen siempre baja aprobación, pero no se debe confundir esto con la necesidad de que el Congreso también vaque.
Porque, de otro lado, el artículo 134 de la Constitución es muy claro:
“…Disuelto el Congreso, se mantiene en funciones la Comisión Permanente, la cual no puede ser disuelta.
No hay otras formas de revocatoria del mandato parlamentario…”
Es decir, el Congreso solo acorta su mandato cuando es disuelto luego de negar la confianza a dos gabinetes, no cuando vaca al presidente, como bien han explicado Domingo García Belaunde y Natale Amprimo en sendos artículos en este portal. La salida del presidente Castillo, demandada incluso hasta por el Financial Times, no será posible si no contamos con el Congreso. No nos equivoquemos.
Ver en Lampadia:
De Domingo García Belaunde: El día siguiente – Y después de la vacancia… ¿qué?
De Natale Amprimo: Precisiones constitucionales – ¿VACANCIA PARLAMENTARIA?
De Natale Amprimo: Un concepto indeterminado