Rafael Venegas
Director Independiente de Empresas
Para Lampadia
Desde 1995 hasta el fallido gobierno de Humala, el Perú y los peruanos gozamos de un gran desarrollo y crecimiento económico ininterrumpido. En ese periodo, la clase media se duplicó, la pobreza se redujo de 58% al 20%, nuestras exportaciones crecieron exponencialmente gracias a los tratados de libre comercio y nuestra macroeconomía se convirtió en la envidia de la región.
Dada esa ¨bonanza¨ que vivíamos con mucho entusiasmo y concentración, no nos percatamos que la peligrosa clase política populista comenzó a tomar posiciones de a pocos y así comenzaron a llegar los gobiernos y los congresos irresponsables, indecisos, corruptos, inmorales y mentirosos e iniciaron el retroceso y el hundimiento del país. ¿Por qué permitimos que sucediera esto? ¿Somos masoquistas, conformistas o las dos cosas?
El próximo 11 de abril se llevarán a cabo las elecciones presidenciales y congresales que sin duda alguna serán tristemente recordadas por varios motivos. Entre ellos por que se realizó en medio de una pandemia. Pero también por ser la del mayor ausentismo, la de la peor y mas larga lista de candidatos presidenciales, la de menor votación válida y posiblemente también pasará a la historia por ser la elección en la que se eligió a un presidente y a un congreso que terminaron de hundir al Perú.
Esta afirmación que parece exagerada está muy cerca de ser una realidad y lamentablemente no se está haciendo nada para evitarlo. La pasividad y el conformismo nuevamente nos dominan.
Hay muchas causas por las cuales este proceso electoral mas parece un festival o una kermesse. Entre ellas las interesadas normas electorales vigentes y sus malos reguladores; la pobreza de candidatos; los vergonzosos medios de comunicación; las nefastas redes sociales y finalmente la pasividad de los electores.
Las infames normas que rigen actualmente el proceso electoral han sido hechas a la medida de estos malos políticos, para favorecer sus perversos intereses personales. Pero lo que es inadmisible es que han ignorado descaradamente el mandato de reforma que les fue ordenado por la población mediante el referéndum del 2018. Sólo cambiaron lo que les convenía. ¿Qué se ha hecho al respecto? Absolutamente nada.
Luego están los impresentables reguladores electorales que una vez mas han tenido una infame actuación con decisiones al margen de la ley, permitiendo la participación de personajes que han incumplido normas y excluyendo a otros por temas mínimos de forma. ¿Qué se ha hecho al respecto? Absolutamente nada.
La tercera causa de esta kermesse electoral es la absurda relación de candidatos, la cual no solo es larga sino mediocre. Muchos de ellos tienen antecedentes reñidos con la justicia y/o con la ética. Varios con largas trayectorias políticas negativas o insignificantes. Otros que siguen tratando de inculcar ideologías trasnochadas y fracasadas, pero que son fáciles de vender y la mayoría de ellos sin experiencia relevante como líder. Es decir, otra vez estamos en la situación de escoger al menos malo, sino que esta vez será mucho mas difícil aún.
Como si esto no fuera suficiente, los medios de comunicación pocas veces han cubierto un proceso electoral a un nivel tan bajo. Esto se debe a una desesperada defensa del formato tradicional frente al fenómeno de las redes sociales. En vez de levantar el nivel y diferenciarse, han preferido descender a la altura informal de las redes y dedicarse al chisme, a las medias verdades, a los escándalos y en general a la noticia barata.
En época electoral, la prensa seria y profesional tiene el deber moral de informar y educar a la población con imparcialidad, veracidad y transparencia y no de confundirla tendenciosamente. Esto atenta contra la ética profesional.
Con mucha frustración vemos que los medios, lejos de cumplir con este deber, se dedican a destrozar las imágenes de los candidatos ya sea escarbando temas personales o magnificando sus defectos para ridiculizarlos. El objetivo es desacreditar y ¨tumbar¨ a los candidatos que no son de su preferencia y elevar la imagen de un candidato determinado, ya sea por preferencia ideológica o por puro mercantilismo.
Este tipo de periodismo desvergonzado es otra forma de corrupción, que nos hace recordar a la famosa prensa ¨chicha¨ de Montesinos.
Para educar e informar al electorado, la prensa profesional debería publicar los planes de gobierno de los candidatos comentados por analistas serios y de diferentes tendencias. Las entrevistas en vivo también deben enfocarse en el análisis de los planes y de las ideas que tengan para enfrentar y resolver las diferentes crisis que agobian al país.
Finalmente, los electores también somos parte de este festival electoral. Aquí hay dos frentes, la gran mayoría que es muy pasiva y conformista y una minoría que de una u otra manera se interesa y opina.
El primer grupo es muchísimo mas grande ya que a la gran mayoría le es indiferente el proceso y les da lo mismo por quien votar y quien es elegido. Estas personas generalmente deciden su voto la semana previa o hasta en la cola de votación y generalmente son los que deciden el resultado final.
Se sabe que el 40% del electorado decide el último mes y la mitad de ellos la última semana. Este gran contingente de electores pasivos, son los que deberían ser educados y bien informados por la prensa seria y por nosotros mismos para que no desperdicien su voto.
El grupo de los que se informan y opinan generalmente tienen decidido su voto desde meses antes. Sin embargo, en esta elección el tema es mucho mas complejo por que muchos de ellos tienen un anti voto muy grande.
Este grupo se caracteriza por una marcada intolerancia y por un mayor uso de la emoción vs. la razón. Esto genera pérdida de objetividad y por ende una gran polarización que es muy nociva.
A esto se le suma la negativa influencia de los agresivos, destructivos y parcializados comentarios en las redes sociales, que responden a ideologías fanáticas o al mercantilismo.
¨Sabemos claramente por quien no votar, pero no por quien votar¨.
En vez de dejarnos influir por esta kermesse electoral, deberíamos informarnos bien, usar la razón en vez de la emoción y haciendo un gran esfuerzo mental tratar de encontrar cual de los candidatos podría hacerlo mejor, a pesar de sus deficiencias. Dicho de otra manera, quien podría hacerlo ¨menos peor¨.
¿Seremos capaces de manejar nuestra intolerancia y escoger con inteligencia al menos malo? ¨That is the question¨.
No creo que haya nadie en el Perú que no reconozca y quiera volver a vivir los éxitos que tuvimos en el periodo 1995 – 2012. Los que no lo sienten así es porque son mezquinos o porque se sienten realizados con el caos y el malestar de sus compatriotas. Dejemos de lado esta absurda kermesse electoral, informémonos bien, eduquemos a los indiferentes y a los confundidos y votemos con cabeza fría y mucho patriotismo por nuestro querido Perú. Lampadia