Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 13 de febrero de 2023
Para Lampadia
Muchos peruanos – políticos, periodistas, intelectuales, gremialistas, académicos, etc. – minimizan la extrema gravedad de los actos delincuenciales que están perpetrándose últimamente, en diversas regiones del Sur del país. Incluso, en Lima Metropolitana, en las inmediaciones de las sedes institucionales más representativas del Estado, como son Palacio de Gobierno, Congreso de la República, Fiscalía de la Nación, Palacio de Justicia, Jurado Nacional de Elecciones, y demás.
Me refiero a los actos terroristas que vienen ocurriendo a raíz del pretendido Golpe de Estado del 7 de diciembre pasado, incluida la disolución del Congreso, la intervención de la Fiscalía de la Nación, y demás. Un arranque dictatorial del entonces presidente Pedro Castillo, explicado básicamente porque ya no se podía tapar la corrupción presidencial, la cual aparecía un día sí y el otro también, de boca de sus más cercanos excolaboradores.
Entre paréntesis, el diccionario de la Real Academia Española (RAE) define el terrorismo como una “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror. Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”. A ver… díganme si lo que estamos viviendo en Madre de Dios, Puno, Cusco, Apurímac, Arequipa, Ica, Junín, Lima, etc. no es terrorismo puro y duro.
En ese sentido, es pro terrorismo, filo terrorismo, apología del terrorismo – o como quieran llamarle – minimizar la violencia extrema de los bloqueos de carreteras, ataques a aeropuertos, quema de locales y viviendas particulares, saqueo de centros comerciales, destrucción de fábricas privadas, quema de ambulancias y destrucción de todo tipo de vehículos, eliminación de expedientes judiciales, extorsión a choferes y pasajeros atrapados en los bloqueos, agresión humillante y a mansalva a policías desarmados, incluido secuestro de efectivos policiales, entre otros… y a pesar de todo ello, decir que los peruanos tenemos derecho a protestar pacíficamente.
¡Ya pues! ¿Son o se hacen? ¿Tan cínicos pueden ser? Terroristas, pro terroristas, filo-terroristas, o apologistas del terrorismo… lo mismo es. Todos son iguales. Todos son nuestro enemigo.
Aprendamos a identificarlos.
- Critican a la Fiscalía – o a la Policía – cuando detienen a delincuentes terroristas en flagrancia.
- Denuncian al Estado – a la presidenta Boluarte, a los ministros, y a los policías y soldados que enfrentan a las turbas desbocadas – cuando intervienen para restablecer nuestros derechos al libre tránsito, a nuestra libertad de trabajar, a la inviolabilidad de las propiedades públicas y privadas, y a nuestra seguridad personal y patrimonial.
- Nunca atribuyen ninguna responsabilidad a los delincuentes terroristas – ni a sus azuzadores – de las muertes y heridos que inevitablemente ocurren en asonadas tan violentas y subversivas.
Sin embargo, nuestro enemigo – el terrorismo – es tan violento y desalmado que llega hasta el extremo de sitiar pueblos enteros para que muchos compatriotas no puedan movilizarse y se queden sin alimentos, sin agua, sin medicinas, sin energía… y se rindan. ¿Acaso están inspirándose en el sitio de Stalingrado por el ejército Nazi, en la Segunda Guerra Mundial?
No obstante, cada vez se ven más reacciones de la ciudadanía – harta, indignada y desesperada – contra delincuentes terroristas que pretenden sojuzgarnos. Efectivamente, ante la permisividad e inacción del Estado, no queda otra alternativa que luchar contra los delincuentes, por nuestra cuenta y riesgo. Es que – salvo casos muy contados, como el de Ica, por ejemplo – el Estado no nos está defendiendo con la contundencia y firmeza que la situación amerita.
Por otro lado ¡qué difícil resulta tener que defender al Estado! Este Estado inoperante, maltratador y corrupto que todos conocemos. Incluso ¡qué difícil resulta tener que defender a la Policía y al Poder Judicial! cuando ¿quién no ha vivido en carne propia la corrupción y crueldad de algunos malos policías y jueces? Sin embargo ¡cómo no reconocer la integridad y desprendimiento de todos aquellos policías, soldados y jueces que están arriesgando sus vidas por nosotros!
Difícil… muy difícil momento el que estamos viviendo. Pero ni modo ¿democracia o autocracia? ¿libertad o esclavitud? ¿paz o terrorismo? ¡Esa es la guerra que estamos enfrentando, hoy! ¡Esa es la guerra que tenemos que vencer, hoy! La guerra contra la corrupción e inoperancia del Estado vendrá después.
Mientras tanto, sólo nos queda responder en defensa propia. No dialogar, como proponen algunos. El diálogo siempre es bueno, excepto en casos como el que estamos viviendo. ¡A quién se le ocurre dialogar con un enemigo tan cruel y despiadado como el que tenemos enfrente! Más aún, nuestra respuesta tiene que ser proporcional a la amenaza que estamos enfrentando. Una amenaza autocrática, esclavizadora y terrorista.
Por ello ¡defendámonos… estamos amenazados de muerte! Lampadia